29 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 69

  “¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (69)

La presencia de la paloma: el ministerio de la consolación

 

Queridos hermanos:

 

La aparición de la paloma en el arca, llevando ese ramo de olivo, fue un consuelo. Ante el horizonte de muerte (todo sumergido bajo las aguas) apareció una respuesta de vida. Y así la paloma se convirtió en un abogado o paráclito de esperanza.

 

Jesús, enviado por el Padre, es nuestro primer paráclito. El Espíritu Santo es nuestro “otro paráclito”. Dice el Catecismo de la Iglesia: “Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquél que es llamado junto a uno", "advocatus" (Juan 14, 16 y 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (cf. 1 Juan 2, 1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Juan 16, 13)” (nº 692).

 

El Espíritu Santo realiza en nosotros la Consolación. Si lo llamamos, cumple su misión de no dejarnos solos, de hacernos presente a Dios Padre y su amor a través del Hijo.

 

Este ministerio también está llamado a realizarlo la Iglesia. El modelo de la Iglesia es la Virgen María. De ella decimos en la Salve: “Ea, pues, Señor, Abogada nuestra”. Cada santo es abogado e intercesor. Cada uno de nosotros está llamado a ser abogado – paráclito de su hermano. No acusador o Satán. El Espíritu Santo hace a la iglesia a su imagen y semejanza. El amor derramado en nuestros corazones asemeja al amante y al amado. Esa semejanza que había quedado oscurecida por el pecado es devuelta con el don del Espíritu Santo. Lo que es y hace el Espíritu Santo también lo realiza la Iglesia que ha sido transformada en el amado.

 

Y por eso la Iglesia lleva a cabo el ministerio de la Consolación - “Consolad, consolad a mi pueblo” (ver Isaías 40, 1-11) -, a través del anuncio de la Buena Noticia, hablando o gritando, alzando fuerte la voz (40, 2-3 y 6-8), a través del pastoreo en la que la oveja se sabe acompañada (40, 11), a través del ejercicio de la Caridad.

 

Ven Espíritu Paráclito, reaviva nuestra esperanza y haz de nosotros imagen (Jesucristo) y semejanza (Espíritu Santo) de Dios Padre en el amor.

 

Jesús, vuestro párroco

 

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