13 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 53

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (53)


Cam entró en el arca ¿también entró su corazón?


Queridos hermanos: 

Noé entró en el arca con sus hijos, su mujer y sus nueras, para librarse de las aguas del diluvio.” (Génesis 7,7). Esos tres hijos se llamaban Sem, Cam y Jafet (Génesis 5, 32 y 6,10).

Todos entraron en el arca. Fue una experiencia pascual. Pero ¿ese confinamiento transformó a todos? ¿El hecho de vivir en el arca físicamente fue suficiente para que se operase un cambio? Ciertamente no. Cam entró en el arca ¿también entró su corazón? Habría que preguntarle: ¿dónde estás corazón? ¿dónde lo has puesto? Jesús mismo nos dirá: “Donde está vuestro tesoro estará vuestro corazón” (Lucas 12, 32-34). ¿Dónde estaba el corazón de Cam? 

Le pasará lo que a la piedra sumergida en las aguas del río años y años. Al sacar la piedra, y partirla en dos, descubrimos que su interior está seco.

Algo parecido ocurrirá a los dos hijos de la parábola del Padre misericordioso.

El hijo mayor, -como dice él mismo “en tantos años como te sirvo…”-, tantos años viviendo en la casa del Padre y sin embargo no tiene el corazón del Padre. A su vez el hijo menor también estaba en casa de su Padre, mas no estaba unido su corazón al corazón de su Padre. Éste buscará una parte de la herencia. El mayor, un cabrito.

Sin embargo, para el Padre, ellos son sus hijos y todo lo del Padre es de sus hijos. Por eso no teme darle el ternero cebado al menor y montar una fiesta, pues lo ha recobrado con vida; y no recela decirle al mayor: “todo lo mío es tuyo” (ver Lucas 15, 11-32). Todo. No una parte. El pecado será siempre preferir una parte al todo que da Dios.

Jesús es el verdadero hijo de este Padre misericordioso. El que permanece unido al Padre. Jesús nos invita a estar unidos a él. Pues el que peca queda esclavo del pecado y aunque esté físicamente en casa, no se queda en casa para siempre. El hijo, Jesús, se queda para siempre. Y quedándose permanece libre. Esa es la libertad que quiere darnos el Señor (ver Juan 8, 31-36). Nosotros también podemos tener algo de Cam. Mucha actividad, mucho atender a los animales del arca, mucha convivencia familiar… pero el corazón no se ha dejado transformar. Sigue como antes de empezar el diluvio o peor. Acerquémonos confiadamente a Jesús, nuestro hermano mayor, pues si permanecemos en su palabra, seremos de verdad discípulos suyos; conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (cf. Juan 8, 31-32).

Jesús, vuestro párroco

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