24 de abril de 2011

Kiko Argüello evangeliza con una obra sinfónica

Un moderno Atrio de los Gentiles en Tierra Santa

JERUSALÉN, domingo, 24 abril 2011 (ZENIT.org).- Evangelizar a través de la música es la nueva forma de predicación que ha tomado forma en el Camino Neocatecumenal gracias a la composición de una obra sinfónica cuyo autor es el iniciador de este itinerario de redescubrimiento del bautismo, el español Kiko Argüello.

La Domus Galilaeae, una casa de oración y convivencias situado en el Monte de las Bienaventuradas y dirigida por el Camino Neocatecumenal, ha sido el escenario de dos celebraciones en las que la orquesta ha interpretado la sinfonía. Esta celebración litúrgica está compuesta por una monición ambiental y la proclamación de la lectura de Ezequiel de la espada que atravesará el alma de la Virgen María, la homilía, preces y el Padrenuestro.

La primera de las celebraciones estuvo dirigida a cerca de 700 árabes cristianos de Jerusalén Tel Aviv, Haifa y toda la Galilea y fue presidida por Elías Shakkour, Arzobispo Greco Católico de Galilea. En ella participó también monseñor Giacinto Marcuzzo, obispo auxiliar del patriarcado latino de Jerusalén para Israel. Todos ellos presenciaron la obra sinfónica en un ambiente de oración en el que escucharon la explicación que Argüello realizó sobre el motivo de la obra. Para ello, contó a los presentes su experiencia en relación al sufrimiento de los inocentes y la importancia que este hecho tuvo en los orígenes del Camino Neocatecumenal.

La segunda celebración sinfónico-catequética que tuvo lugar en la Domus Galilaeae fue efectuada ante más de 800 hebreos de la zona y otras personas llegadas de todo Israel El evento contó con algunos rabinos, entre ellos el rabino Leskovie. Esta celebración histórica tuvo lugar en la tarde del Jueves Santo y llevó a término lo que Benedicto XVI señala en la reciente exhortación Verbum Domini: "Deseo reiterar una vez más lo importante que es para la Iglesia el diálogo con los judíos. Conviene que donde haya oportunidad, se creen posibilidades, incluso públicas, de encuentro y de debate que favorezcan el conocimiento mutuo, la estima recíproca y la colaboración, aun en el ámbito del estudio de las Sagradas Escrituras".

Desde que la Domus Galilaeae iniciara su andadura, ha sido constante la visita de judíos de la zona y de toda Galilea que son atraídos por la belleza estética de la casa y quedan impactados por la acogida de los hermanos de la casa cuyo único interés es el de acogerlos, como "nuestros hermanos mayores", en palabras de Juan Pablo II. La Domus Galilaeae provoca además la desaparición de los prejuicios que muchos de ellos tienen por una visión distorsionada hacia la Iglesia. Los judíos son guiados durante su visita por seminaristas que, por amor a ellos, han aprendido hebreo durante un año en la Universidad de Jerusalén. Les ofrecen su experiencia de fe y quedan tan impactados que vuelven a la casa y traen a ella otras personas. Sólo en 2010 la visitaron 120 mil hebreos de todo Israel, cumpliéndose de esta forma el deseo expresado en diversas ocasiones por Juan Pablo II.

La idea de componer una sinfonía como medio de evangelización surgió tras la realización del disco en español "Paloma Incorrupta", dedicado a la Virgen María, a petición del Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco Varela, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Madrid el próximo agosto.

Argüello reunió entonces a 170 músicos profesionales de toda España pertenecientes a esta realidad eclesial para comenzar a trabajar y dar forma a la composición musical en el marco de varias convivencias (España, Italia, Israel) en un clima de penitencia, oración y celebración de la eucaristía. De todo este trabajo surgió una sinfonía al "sufrimiento de los inocentes" o al sufrimiento de la Virgen María. "Hombres tirados en la calle, muertos de frío. Niños abandonados y recogidos en orfelinatos de horror, donde son violentados y abusados. Aquella mujer que conocí en aquel barrio, con Parkinson, abandonada por su marido a quien su hijo enfermo mental golpeaba con un bastón y pedía limosna. Me quedé sobrecogido ante Jesús muerto en la cruz presente en ella y en tantos otros y otros", explica Kiko Argüello sobre la inspiración de la obra. "Qué misterio el sufrimiento de tantos inocentes que cargan con el pecado de otros: incesto, violencias inauditas, aquella fila de mujeres y niños hacia la cámara de gas y el dolor profundo de uno de los guardianes que dentro de su corazón sentía una voz: `entra en la fila y ve con ellos a la muerte´ y no sabía de donde le venía", explica. "Dicen que después del horror de Auschwitz ya no se puede creer en Dios, pero no es verdad, porque Dios se ha hecho hombre para cargar Él con el sufrimiento de tantos inocentes. Él es el inocente total, el Cordero llevado al matadero sin abrir la boca, el que carga con los pecados de todos", destaca Argüello.

Esta pequeña obra traslada al espectador hasta el momento en el que la Virgen observa como su Hijo es crucificado. "Vemos a la Virgen María sometida al escándalo del sufrimiento de los inocentes en su carne y en la de su Hijo. ¡Ay, que dolor!, canta una voz mientras una espada atraviesa su alma", indica Kiko Argüello. Así, se cumple lo que dice el profeta Ezequiel sobe la espada que Dios ha preparado por los pecados de su pueblo y que atraviesa el alma de la Virgen.

Un moderno Atrio de los Gentiles

La obra sinfónica fue estrenada ante cerca de mil catequistas itinerantes del Camino Neocatecumenal en todo el mundo en una convivencia y después una pequeña parte a Benedicto XVI el pasado enero en el Aula Pablo VI. En la audiencia concedida a los miembros del Camino Neocatecumenal, en la que estuvieron presentes sus responsables a nivel internacional, Kiko Argüello, Carmen Hernández y el sacerdote Mario Pezzi, el Pontífice afirmó que esta realidad eclesial "es un don del cielo para toda la Iglesia".

Desde entonces, ha realizado la celebración sinfónico-catequética en distintos países del mundo. Ya se han desplazado hasta Italia, Israel y Francia y pronto lo harán también a España y Alemania.

Con la convicción de que la música llega allí donde la palabra muchas veces no lo hace, Argüello consigue que la composición musical toque el corazón de los alejados de la Iglesia y les conmueva profundamente. Son ya varias las personas que tras escuchar la obra sinfónica se han acercado de nuevo a ella y han reflexionado acerca de sus creencias, convirtiéndose en un atrio de los gentiles a semejanza del que ha puesto en marcha la Santa Sede a través del Pontificio Consejo para la Cultura y el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización.

Los jóvenes músicos interpretan esta composición dividida en distintos movimientos: Gemido, Lamento, Espada y Perdónales. En estos días, Argüello ha compuesto nuevas partes de la obra que corresponden al momento en el que Jesús se encuentra en el Monte de los Olivos o Getsemaní y es prendido por los romanos por la traición de Judas. La parte final de la obra reflejará la resurrección de Cristo.

Por Álvaro de Juana

23 de abril de 2011

Galilea: Cristianos de Tierra Santa y los Judíos unidos por la "sinfonía-catequesis" escrita por Kiko Argüello

Padre Rino Rossi, Rector Seminario Domus Galilaeae

Fri, 22 Apr 2011 11:28:00

(Original de Radio Vaticana) CAMINEO.INFO.- Korazim / ISRAEL.-   Se llevó a cabo la noche del martes en la Domus Galilaeae, en el Centro Internacional de Camino Neocatecumenal en el Lago de Tiberíades, una celebración "sinfónico-catequética", donde se interpretó la sinfonía "El sufrimiento de los inocentes", escrita por el iniciador del Camino, Kiko Argüello.

El concierto se llevó a cabo por 120 músicos y coro de España, Italia y Polonia. En un clima de profunda emoción, la sinfonía se realizó frente a 800 cristianos en Tierra Santa.

Estaban presentes el Arzobispo Melquita griego Mons. Elias Chacour, el obispo de Nazaret, Mons. América. También Giacinto Marcuzzo, encargado de asuntos religiosos del gobierno de Israel, sacerdotes, monjas, celebridades y muchos de los fieles que vinieron no sólo de Galilea, sino también de Jerusalén y Tel Aviv.

Además de las tres partes de la sinfonía, que se presentó en la sala Nervi el 17 de enero ante el Santo Padre, se hizo la primera de "La oración de Jesús en Getsemaní", compuesto por Kiko con la orquesta en estos últimos días en Galilea.

La novedad es que la sinfonía se llevó a cabo en una celebración de la palabra con el anuncio de dos lecturas del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Después del Evangelio, la sinfonía se realizó, seguida de la homilía del Presidente y oraciones.

Este tipo de celebración "sinfónico-catequética", donde la palabra se entrelaza con la música, golpeó a los presentes, especialmente ahora que algunos cristianos no frecuentan la iglesia y que han expresado el deseo de regresar.

Hoy, Jueves Santo, la misma celebración se ofrecerá esta noche con un gran grupo de judíos - incluyendo muchos rabinos y autoridades judías - que con gusto aceptaron la invitación. Muchos judíos, de hecho, han estado en esta casa y ya han participado en muchos eventos.

Todo esto en la línea indicada por Juan Pablo II antes de su muerte, en un mensaje enviado a la inauguración de la Domus Galilaeae, esperando que el Centro podría ser una serie de iniciativas para promover un diálogo más profundo entre la Iglesia católica y el pueblo judío.

Al final de la celebración se hizo también el anuncio, de la realización del Parque Memorial "Juan Pablo II" que la fundación judía Keren Kaieme (KK) realizará gracias a la cooperación del gobierno de Israel.

Este parque va a nacer en el Monte de las Bienaventuranzas en el lugar junto a Domus Galilaeae, donde el Papa Juan Pablo II celebró la Eucaristía 24 de marzo 2000 con los fieles de la Tierra Santa y los jóvenes del Camino Neocatecumenal.

Con el desarrollo de este parque, el pueblo judío quiere expresar su gratitud al Papa Juan Pablo II, también con vistas a la beatificación de su visita a Tierra Santa y el gran amor que ha demostrado durante su pontificado.

22 de abril de 2011

Domingo 24 de abril de 2011. Domingo de Pascua.

HOJA
PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com

Domingo 24 de abril de 2011.

  
              Queridos hermanos:
¿Cómo se conquista una ciudad? ¿Con estrategias, asedio, armas sofisticadas, valientes soldados...? Bien sabemos que una ciudad así conquistada no somete el corazón de sus ciudadanos. En su libertad no se entregan al tirano.
Jesucristo nos ofrece la forma de conquistar la ciudad de nuestro corazón: con la verdad de su amor que no admite dobleces y se da hasta el extremo en la cruz; con la humildad de un Rey que entra en un asno y no en un caballo; con la alabanza de unos niños que le gritan como Rey; con una minoría de discípulos que reciben todo su amor celebrado en el Cenáculo, entregándoles el Sacramento de la Caridad; con un amor que en la Cruz calla porque ya lo ha dicho todo; con un amor que penetró "en los infiernos", incluso en la oscuridad máxima de la soledad humana; con un amor resucitado que nos invita a la alegría que no tiene fin y nos da la Paz.
La verdad de su caridad es la que atrae nuestro corazón, le abre las puertas y le dice rendido: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer. Vos me disteis, a Vos, Señor, lo torno. Todo es Vuestro: disponed de ello según Vuestra Voluntad. Dadme Vuestro Amor y Gracia, que éstas me bastan. (Oración de San Ignacio). Decía el Papa Benedicto citando a San Agustín: “el hombre se mueve espontáneamente, y no por coacción, cuando se encuentra ante algo que lo atrae y le despierta el deseo. Así pues, al preguntarse sobre lo que puede mover al hombre por encima de todo y en lo más íntimo, el santo obispo exclama: «¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?». En efecto, todo hombre lleva en sí mismo el deseo inevitable de la verdad última y definitiva. Por eso, el Señor Jesús, «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), se dirige al corazón anhelante del hombre, que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira por la fuente de la vida, al corazón que mendiga la Verdad. En efecto, Jesucristo es la Verdad en Persona, que atrae el mundo hacia sí. (Sacramentum caritatis nº 2).  Así pues, a los peregrinos, sedientos, mendigos de vida, verdad o amor, a los corazones anhelantes y deseosos, a los corazones cuya cuaresma a descongelado y desean, les decimos: Venid a hacer Pascua con nosotros, los hambrientos, los necesitados,
Jesús, vuestro párroco

Lectura del santo evangelio según san Mateo        28, 1‑10

En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: ‑ «Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis." Mirad, os lo he anunciado.»
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
‑ «Alegraos. » Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo: ‑ «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Palabra del Señor.

En la colecta de los días 9 y 10 de abril se recaudaron 504,90 €. Por otro lado el pasado sábado 15 de abril distintos miembros de las Cáritas parroquiales salieron a la calle en mesas petitorias, sensibilizando sobre la mala situación de muchas familias y animando a apuntarse como socios de Cáritas mediante domiciliación bancaria. Les animamos a que lo hagan con una pequeña aportación mensual o anual.

Al mismo tiempo se están recogiendo en la parroquia alimentos no perecederos para el Economato de Cáritas interparroquial. Muchas gracias por su colaboración.
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La Eucaristía, Sacramento de la Caridad
“Sacramento de la caridad, la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor «más grande», aquél que impulsa a «dar la vida por los propios amigos» (cf. Jn 15,13). En efecto, Jesús «los amó hasta el extremo» (Jn 13,1). Con esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos «hasta el extremo», hasta el don de su cuerpo y de su sangre. ¡Qué emoción debió embargar el corazón de los Apóstoles ante los gestos y palabras del Señor durante aquella Cena! ¡Qué admiración ha de suscitar también en nuestro corazón el Misterio eucarístico!” (Exhort. ap. postsinodal Sacramentum caritatis nº 1)

El ministerio insustituible de los sacerdotes
La importancia del papel de los laicos, a los que se ha de agradecer su generosidad al servicio de las comunidades cristianas, nunca ha de ocultar el ministerio insustituible de los sacerdotes para la vida de la Iglesia. Así pues, se ha de vigilar atentamente que las asambleas sin sacerdote no den lugar a puntos de vista eclesiológicos en contraste con la verdad del Evangelio y la tradición de la Iglesia. Es más, deberían ser ocasiones privilegiadas para pedir a Dios que mande santos sacerdotes según su corazón. A este respecto, es conmovedor lo que escribía el Papa Juan Pablo II en la Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo de 1979, recordando aquellos lugares en los que la gente, privada del sacerdote por parte del régimen dictatorial, se reunía en una iglesia o santuario, ponía sobre el altar la estola que conservaba todavía y recitaba las oraciones de la liturgia eucarística, haciendo silencio « en el momento que corresponde a la transustanciación », dando así testimonio del ardor con que « desean escuchar las palabras, que sólo los labios de un sacerdote pueden pronunciar eficazmente » (Exhort. ap. postsinodal Sacramentum caritatis nº 75).

“La misión de Jesús se cumple finalmente en el misterio pascual: aquí nos encontramos ante el «Mensaje de la cruz» (1 Co 1,18). El Verbo enmudece, se hace silencio mortal, porque se ha «dicho» hasta quedar sin palabras, al haber hablado todo lo que tenía que comunicar, sin guardarse nada para sí. Los Padres de la Iglesia, contemplando este misterio, ponen de modo sugestivo en labios de la Madre de Dios estas palabras: «La Palabra del Padre, que ha creado todas las criaturas que hablan, se ha quedado sin palabra; están sin vida los ojos apagados de aquel que con su palabra y con un solo gesto suyo mueve todo lo que tiene vida».(Máximo el confesor, Vida de María, 89). Aquí se nos ha comunicado el amor «más grande», el que da la vida por sus amigos (cf. Jn 15,13).
En este gran misterio, Jesús se manifiesta como la Palabra de la Nueva y Eterna Alianza: la libertad de Dios y la libertad del hombre se encuentran definitivamente en su carne crucificada, en un pacto indisoluble, válido para siempre. Jesús mismo, en la última cena, en la institución de la Eucaristía, había hablado de «Nueva y Eterna Alianza», establecida con el derramamiento de su sangre (cf. Mt 26,28; Mc 14,24; L c 22,20), mostrándose como el verdadero Cordero inmolado, en el que se cumple la definitiva liberación de la esclavitud. ( Cf. Exhort. ap. postsinodal Sacramentum caritatis nº 9-10).
Este silencio de la Palabra se manifiesta en su sentido auténtico y definitivo en el misterio luminoso de la resurrección. Cristo, Palabra de Dios encarnada, crucificada y resucitada, es Señor de todas las cosas; él es el Vencedor, el Pantocrátor, y ha recapitulado en sí para siempre todas las cosas (cf. Ef 1,10). Cristo, por tanto, es «la luz del mundo» ( Jn 8,12), la luz que «brilla en la tiniebla» ( Jn 1,54) y que la tiniebla no ha derrotado (cf. Jn 1,5). Aquí se comprende plenamente el sentido del Salmo 119: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (v. 105); la Palabra que resucita es esta luz definitiva en nuestro camino. Los cristianos han sido conscientes desde el comienzo de que, en Cristo, la Palabra de Dios está presente como Persona. La Palabra de Dios es la luz verdadera que necesita el hombre. Sí, en la resurrección, el Hijo de Dios surge como luz del mundo. Ahora, viviendo con él y por él, podemos vivir en la luz.”
(Exhortación apostólica Postsinodal Verbum Domini nº 12)

“El Sábado Santo es el día del escondimiento de Dios, como se lee en una antigua homilía: "¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y soledad, porque el Rey duerme [...]. Dios en la carne ha muerto y el Abismo ha despertado" (Homilía sobre el Sábado Santo, PG 43, 439). En el Credo, profesamos que Jesucristo "padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos". (…) El Sábado Santo es la "tierra de nadie" entre la muerte y la resurrección, pero en esta "tierra de nadie" ha entrado Uno, el Único, que la ha recorrido con los signos de su Pasión por el hombre. (…)  Dios, en Jesucristo, ha compartido no sólo nuestro morir, sino también nuestra permanencia en la muerte. La solidaridad más radical. En ese "tiempo-más-allá-del-tiempo", Jesucristo "descendió a los infiernos". ¿Qué significa esta expresión? Quiere decir que Dios, hecho hombre, ha llegado hasta el punto de entrar en la soledad máxima y absoluta del hombre, donde no llega ningún rayo de amor, donde reina el abandono total sin ninguna palabra de consuelo: "los infiernos". Jesucristo, permaneciendo en la muerte, cruzó la puerta de esta soledad última para guiarnos también a nosotros y atravesarla con él.
Todos hemos experimentado alguna vez una sensación aterradora de abandono, y lo que más miedo nos da de la muerte es precisamente eso, como niños que tenemos miedo de estar solos en la oscuridad y sólo la presencia de una persona que nos ama nos puede tranquilizar. Esto es precisamente lo que sucedió en el Sábado Santo: en el reino de la muerte resonó la voz de Dios. Sucedió lo impensable: es decir, el Amor penetró "en los infiernos"; incluso en la oscuridad máxima de la soledad humana más absoluta podemos escuchar una voz que nos llama y encontrar una mano que nos saca afuera. El ser humano vive por el hecho de que es amado y puede amar; y si incluso en el espacio de la muerte ha llegado a penetrar el amor, entonces incluso allí ha llegado la vida. En la hora de la máxima soledad nunca estaremos solos. (…). ¡Este es el misterio de Sábado Santo! Precisamente desde allí, desde la oscuridad de la muerte del Hijo de Dios, ha surgido la luz de una nueva esperanza: la luz de la Resurrección. (Meditación en Turín. 2 –5-2010)

1. Del 26 al 28 de abril los jóvenes de confirmación tendrán una peregrinación a la Virgen de los Desamparados de Muro de Alcoy pasando por Villalonga, L’orxa y Gaianes.
2. El sábado 30 de abril los niños de Anatolé tendrán una excursión a Luxente, donde ocurrió el milagro de los corporales de Daroca.
3. El domingo 1 de mayo en la Plaza de San Pedro del Vaticano tendrá lugar la beatificación del Papa Juan Pablo II. Será un motivo de acción de gracias.
4. El 2 de mayo será la Fiesta de San Vicente Ferrer. Es de precepto. Habrá misa a las 12.00 h. y a las 19.30 h. para facilitar su asistencia.
 
Donativos recibidos para los nuevos locales en la calle Ciudad de Laval:
Ingresados hasta el 15-4-2011: 44.176,66 €. + 250
Ingresados hasta el 19-4-2011: 44.426,66 €.
Colabore en la cuenta que la parroquia tiene en
Caixa Ontinyent, C/. Madrid 38:
2045-6028-12-0000095170



Del 25 de abril al 1 de mayo 2011
Lunes 25.  19.30 h.: No hay misa. Se rezará el rosario a las 7.00 tarde. Tras Liturgia de la Palabra dará la comunión un ministro extraordinario. 
Martes 26. 19.30 h.: No hay misa. Se rezará el rosario a las 7.00 tarde. Tras Liturgia de la Palabra dará la comunión un ministro extraordinario. 
 Miércoles 27. 19.30 h.: No hay misa. Se rezará el rosario a las 7.00 tarde. Tras Liturgia de la Palabra dará la comunión un ministro extraordinario.  
Jueves 28. 19.30 h.: No hay misa. Se rezará el rosario a las 7.00 tarde. Tras Liturgia de la Palabra dará la comunión un ministro extraordinario. 
Viernes 29. 19.30 h.: En sufragio de: Rosendo Roche. 
Sábado 30. Segundo de Pascua. 8.00 h.: Con niños. En sufragio de: Jesús Sánchez Godínez. 19.30 h.: En sufragio de: José Antonio Cabanilles; Matías Díez Martín. 21.00 h.: En sufragio de: Enrique Santosjuanes Canet. 
Domingo 1. Segundo de Pascua. 12.00 h. Pro Pópulo
 

21 de abril de 2011

Cuarta meditación de Cuaresma. Un amor con hechos


Benedettox150_cantalamessaCIUDAD DEL VATICANO, viernes 15 de abril de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos la cuarta meditación de Cuaresma que predicó este viernes el padre Raniero Cantalamessa OFM cap, predicador de la Casa Pontificia, ante Benedicto XVI y la Curia Romana, sobre “Un amor de los hechos”
P. Raniero Cantalamessa     Cuarta Predicación de Cuaresma  
Un amor de los hechos
La relevancia social del Evangelio
1. El ejercicio de la caridad
En la última meditación hemos aprendido de Pablo que el amore cristiano debe ser sincero; en esta última meditación aprendemos de Juan que éste debe ser también factivo: “Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad” (1Jn 3, 16-18). Encontramos la misma enseñanza, de forma más colorista, en la Carta de Santiago: “¿De qué sirve si uno de vosotros, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: 'Id en paz, calentaos y comed', y no les da lo que necesitan para su cuerpo?” (St 2, 16).
En la comunidad primitiva de Jerusalén, esta exigencia se traduce en compartir. De los primeros cristianos se dice que “vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno” (Hch 2,45), pero lo que les empujaba a ello no era un ideal de pobreza, sino de caridad; el objetivo no era ser todos pobres, sino que no hubiese entre ellos “alguno necesitado” (Hch 4, 34). La necesidad de traducir el amor en gestos concretos de caridad no es extraña tampoco al apóstol Paolo que, como hemos visto, insiste tanto sobre el amor del corazón. Lo demuestra la importancia que da a las colectas a favor de los pobres, a las que dedica dos capítulos enteros de su segunda Carta a los Corintios (cf. 2 Cor 8-9).
La Iglesia apostólica no hace otra cosa, en esto, que recoger la enseñanza y el ejemplo del Maestro cuya compasión por los pobres, los enfermos y los hambrientos no se quedaba nunca en un sentimiento vacío, sino que siempre se traducía en ayuda concreta y que hacía de estos gestos concretos de caridad la materia del juicio final (cf. Mt 25).
Los historiadores de la Iglesia ven en este espíritu de solidaridad fraterna uno de los factores principales de la “Misión y propagación del cristianismo en los tres primeros siglos”[1]. Éste se tradujo en iniciativas – y más tarde en instituciones – adrede para el cuidado de los enfermos, el apoyo a las viudas y a los huérfanos, la ayuda a los encarcelados, comedores para los pobres, asistencia a los forasteros... De este aspecto de la caridad cristiana, en la historia y en el hoy, se ocupa la segunda parte de la encíclica del papa Benedicto XVI Deus caritas est y, de forma permanente, el Consejo Pontificio “Cor Unum”.
2. La emergencia del problema social
La época moderna, sobre todo el siglo XIX, marcó sobre ello un cambio, llevando a la escena el problema social. No basta con proveer caso por caso a las necesidades de los pobres y de los oprimidos, es necesario actuar sobre las estructuras que crean a los pobres y los oprimidos. Que se trata de un terreno nuevo, al menos en su tematización, se deduce del proprio título y de las primeras palabars de la encílica de León XIII Rerum novarum del 15 de mayo de 1891, con la que la Iglesia entra como protagonista en el debate. Vale la pena releer este inicio de la encíclica:
“Despertado el prurito revolucionario que desde hace ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de cambiarlo todo llegara un día a derramarse desde el campo de la política al terreno, con él colindante, de la economía. En efecto, los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral, han determinado el planteamíento de la contienda”.
En este orden de problemas se coloca la segunda encíclica del Santo Padre Benedicto XVI sobre la caridad: Caritas in veritate. Yo no tengo ninguna competencia en esta materia y por ello me abstengo como es debido de entrar en el mérito de los contenidos de ésta como de las demás encíclicas sociales. Lo que quisiera hacer es ilustrar el contexto histórico y teológico, el llamado “Sitz im Leben”, de esta nueva forma del magisterio eclesiástico: es decir, cómo y por qué se comenzó a escribir encíclicas sociales y se escriben periódicamente otras nuevas. Esto de hecho puede ayudarnos a descubrir algo nuevo sobre el evangelio y el amor cristiano. San Gregorio Magno dice que “la Escritura crece con quienes la leen” (cum legentibus crescit)[2], es decir, muestra siempre nuevos significados según las preguntas que se le plantean, y esto se revela particularmente cierto en el presente ámbito.
La mía será una reconstrucción, como se dice, “a vuelo de pájaro”, a grandes rasgos, como se puede hacer en pocos minutos, pero las síntesis y los resúmenes tienen también su utilidad, especialmente cuando, por diversidad de ocupaciones, no se tiene la posibilidad de profundizar personalmente en un problema determinado.

En el momento en el que León XIII escribe su encíclica social, tres eran las orientaciones dominantes sobre el significado social del evangelio. Había ante todo una interpretación socialista y marxista. Marx no se había preocupado del cristianismo desde este punto de vista, pero algunos de sus seguidores inmediatos (Engels desde un punto de vista aún ideológico y Karl Kautsky desde un punto de vista histórico) trataron el problema, en el ámbito de la investigación sobre los “precursores del socialismo moderno”.
Las conclusiones a las que llegaron son las siguientes. El evangelio fue principalmente un gran anuncio social dirigido a los pobres; todo lo demás, su revestimiento religioso, es secundario, una “superestructura”. Jesús fue un gran reformador social, que quiso redimir a las clases inferiores de la miseria. Su programa prevé la igualdad de todos los hombres, la emancipación de la necesidad económica. Lo de la primitiva comunidad cristiana fue un comunismo ante litteram, de carácter aún ingenuo y no científico: un comunismo del consumo, más que de la producción de los bienes.
A continuación, la historiografía soviética del régimen rechazó esta interpretación que, según ellos, hacçia demasiadas concesiones al cristianismo. En los años 60 del siglo pasado, la interpretación revolucionaria volvió a aparecer, esta vez en clave política, con la tesis de Jesús como jefe de un movimiento “zelota” de liberación, pero tuvo una vida breve y se sale en este momento de nuestro campo. (El Santo Padre recuerda esta interpretación en su último libro sobre Jesús, hablando de la purificación del templo).
A una conclusión análoga a la marxista, pero con otra intención, había llegado Nietzsche. También para él el cristianismo había nacido como un movimiento de rescate de las clases inferiores, pero el juicio que hace sobre ello es totalmente negativo. El evangelio encarna el “resentimiento” de los débiles contra las naturalezas vigorosas; es la “inversión de todos los valores”, un cortar las alas al impulso humano hacia la grandeza. Todo lo que Jesús se proponía era diundir en el mundo, en oposición a la miseria terrena, un “reino de los cielos”.
A estas dos escuelas – concordes en la visión pero opuestas en el juicio que hacen –, se añade una tercera que podemos llamar conservadora. Según esta, Jesús no se interesó de hecho en los problemas sociales y económicos; atribuirle estos intereses sería disminuirlo, mundanizarlo. Él tomó imágenes del mundo del trabajo y se preocupó por los miserables y los pobres, pero nunca pretendió la mejora de las condiciones de vida de la gente en la vida terrena.
3. La reflexión teológica: teología liberal y dialéctica
Estas son las ideas dominantes en la cultura de la época, cuando comienza una reflexión también teológica por parte de las Iglesias cristianas sobre el problema. También esta tiene lugar en tres fases y presenta tres orientaciones: el de la teología liberal, el de la teología dialéctica y el del magisterio católico.
La primera respuesta es la de la teología liberal de finales del siglo XIX e inicios del XX, representada en este campo sobre todo por Ernst Troeltsch y Adolph von Harnack. Vale la pena detenerse un poco en las ideas de esta escuela, porque muchas conclusiones alcanzadas por ella, al menos en este campo específico, son a las que llega también, por otro camino, el magisterio social de la Iglesia, y siguen siendo actuales y compartibles.
Troeltsch discute el punto de partida de la interpretación marxista, según el cual el factor religioso es siempre secundario respecto al económico, una simple superestructura. Estudiando la ética protestante y el inicio del capitalismo, él demuestra que, si bien el factor económico influye en el religioso, es verdad también que el religioso influye en el económico. Se trata de dos ámbitos distintos, no subordinados uno al otro.
Harnack, por su parte, observa que el Evangelio no proporciona un programa social dirigido a combatir y abolir la necesidad y la pobreza, no expresa juicios sobre la organización del trabajo, y otros aspectos de la vida importantes hoy para nosotros, como el arte y la ciencia. ¡Pero menos mal, añade, que es así! Ay si hubiese hecho de forma distinta y hubiese intentado dar reglas sobre las relaciones entre las clases, las condiciones de trabajo, etc. Para ser concretas, sus reglas habrían estado fatalmente ligadas a las condiciones del mundo de entonces (como lo están muchas instituciones y preceptos sociales del Antiguo Testamento), y por tanto en seguida anacrónicas e incluso un “obstáculo inutil” para el Evangelio. La historia, también la del cristianismo, demuestra qué peligroso es ligarse a esquemas sociales e instituciones políticas de una época determinada y qué dificil es después liberarse de ellas.
“Y sin embargo, prosigue Harnack, no existe otro ejemplo de una religión que haya surgido con un verbo social tan poderoso como la religión del Evangelio. ¿Y por qué? Porque las palabras “ama a tu prójimo como a ti mismo” aquí se toman verdaderamente en serio, porque con estas palabras Jesús iluminó toda la realidad de la vida, todo el mundo del hambre y de la miseria... Al socialismo fundado sobre intereses antagónicos, quiere sustituirle un socialismo que se funda en la conciencia de una unidad espiritual…La aparentemente correcta máxima del 'libre juego de fuerzas’, del ‘vivir y dejar vivir’ – sería mejor decir: vive y deja morir – está en abierta oposición con el Evangelio”[3].
La postura del mensaje evangélico se opone, como puede verse, tanto a la reducción del evangelio al problema social y a la lucha de clases, como a la postura del liberalismo económico del libre juego de fuerzas- El teólogo evangelista se deja llevar a veces por un cierto entusiasmo: “Un espectáculo nuevo – escribe – se presentaba al mundo; hasta ahora la religión o se había atenido a las cosas del mundo, adaptándose fácilmente al statu quo, o se había ido por las nubes, poniéndose en oposición directa contra todo. Ahora en cambio se le presentaba un nuevo deber que cumplir, tener por vil la necesidad y la miseria de esta tierra, e igualmente la prosperidad terrena, aún aliviando miserias y necesidades de todo tipo; levantar la frente al cielo con la valentía que viene e la fe, y trabajar con el corazón, con la mano y con la voz por los hermanos de esta tierra”[4].
¿Qué es lo que la teología dialéctica, que sucedió a la liberal después de la primera guerra mundial, reprochaba a la anterior? Sobre todo su punto de partida, su idea del reino de los cielos. Para los liberales éste es de naturaleza esencialmente ética; es un ideal moral sublilme, que tiene como fundamentos la paternidad de Dios y el valor infinito de toda alma; para los teólogos dialécticos (K. Barth, R. Bultmann, M. Dibelius), éste es de naturaleza escatológica; es una intervención soberana y gratuita de Dios, que no se propone cambiar el mundo, sino denunciar su estructura actual (“crítica radical”), anunciar su final inminente (“escatología consecuente”), lanzando el llamamiento a la conversión (“imperativo radical”).
El carácter de actualidad del Evangelio consiste en el hecho de que “todo lo que se exige no se exige en general de todos y para todos los tiempos, sino de este hombre y quizás sólo en este momento; y se exoge no sobre la base de un principio ético, sino a causa de la situación de decisión en la que Dios le ha puesto y quizás sólo a él, ahora y aquí”[5]. La influencia del Evangelio en lo social tiene lugar a través del individuo, no a través de la comunidad o la institución eclesial.
La situación que interpela al creyente en Cristo hoy es la creada por la revolución industrial con las mutaciones que ha llevado al ritmo de la vida y del trabajo, con el consiguiente desprecio de la persona humana. Frente a ella no se dan soluciones “cristianas”, cada creyente está llamado a responder a ella bajo su propia responsabilidad, en la obediencia a la llamada que Dios le hace llegar en la situación concreta en la que vive, aunque encuentra un criterio de fondo en el precepto del amor al prójimo. No debe resignarse de forma pesimista ante las situaciones, pero tampoco hacerse ilusiones sobre un cambio del mundo.
¿Se puede hablar aún, desde esta perspectiva, de una relevancia social del evangelio? Sí, pero sólo de método, no de contenido. Me explico. Esta visión reduce el significado social del evangelio a un significado “formal”, excluyendo todo significado “real”, o de contenido. En otras palabras, el evangelio da el método, o el impulso, para una recta actitud y un recto actuar cristiano en lo social, pero nada más.
Aquí está el punto débil de esta visión. ¿Por qué atribuir a los relatos y a las parábolas evangélicas un significado solamente formal (“cómo acoger la llamada a la decisión que me viene, ahora y aquí”) y no también un significado real y ejemplar? ¿Es lícito, por ejemplo, a propósito de la parábola del rico Epulón, ignorar las indicaciones concretas y claras contenidas en él sobre el uso y abuso de la riqueza, el lujo, el desprecio del pobre, para atenerse sólo al “imperativo del ahora” que resuena a través de la parábola? ¿No es al menos extraño que Jesús pretendiera decir simplemente que allí, ante él, había que decidirse por Dios y que, para decir esto, haya montado un relato tan complejo y detallado que desviaría, en lugar de concentrar, la atención del centro de interés?
Semejante solución que descarna el mensaje de Cristo procede del presupuesto erróneo de que no hay exigencias comunes en la palabra de Dios que se plantean al rico de hoy, como se planteaban al rico – y al pobre – del tiempo de Jesús. Como si la decisión pedida por Dios fuese algo vacío y abstracto – un puro decidirse – y no un decidirse sobre algo. Todas las parábolas con trasfondo social son definidas como “parábolas del reino” y así su contenido se restringe a un único significado, el escatológico.
4. La doctrina social de la Iglesia
La doctrina social de la Iglesia católica, como siempre, busca la síntesis más que la contraposición, el método del et - et, en lugar del aut - aut. Ésta mantiene al evangelio su “doble iluminación”: la escatológica y la moral. En otras palabras: está de acuerdo con la teología dialéctica en el hecho de que el reino de Dios predicado por Cristo no es de naturaleza esencialmente ética, es decir, un ideal que saca su fuerza de la validez universal y perfección de sus principios, sino que es una iniciativa nueva y gratuita de Dios que, con Cristo, irrumpe desde lo alto.
Se aleja en cambio de la visión dialéctica en el modo de concebir la relación entre este Reino de Dios y el mundo. Entre los dos no hay solo oposición e inconciliabilidad, como no hay oposición entre la obra de la creación y la de la redención y – como hemos visto en la primera meditación – no hay oposición entre agape y eros. Jesús comparó el reino de Dios a la levadura puesta en la masa para hacerla fermentar, a la semilla arrojada en tierra, a la sal que da sabor a los alimentos; dice que no ha venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo. Esto permite ver la influencia del evangelio en lo social con una luz distinta y mucho más positiva.
Hay, sin embargo, a pesar de todas las diferencias de planteamiento, algunas conclusiones comunes que surgen de toda la reflexión teológica sobre la relación entre el evangelio y lo social. Las podemos resumir así. El evangelio no proporciona soluciones directas a los problemas sociales (¡Ay, hemos visto, si hubiese intentado hacerlo!); contiene, sin embargo, principios que se prestan a elaborar respuestas concretas a las distintas situaciones históricas. Así como las situaciones y los problemas sociales cambian según la época, el cristiano está llamado a encarnar cada vez los principios del evangelio en la situación del momento.
La aportación de las encíclicas sociales de los papas es precisamente esto. Por ello estas se suceden, retomando cada una el discurso desde el punto en que lo dejaron las anteriores (en el caso de la encíclica de Benedicto XVI, desde la Populorum progressio de Pablo VI) y lo actualizan en base a las nuevas instancias surgidas en una sociedad (en este caso, el fenómeno de la globalización) y también en base a una interrogación cada vez nueva de la palabra de Dios.
El título de la encíclica social de Benedicto XVI, Caritas in veritate”, indica cuáles son, en este caso, los fundamentos bíblicos sobre los que se pretende fundar el discurso sobre el significado social del evangelio: la caridad y la verdad. “La verdad – escribe – preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la historia. Es al mismo tiempo verdad de la fe y de la razón, en la distinción y la sinergia a la vez de los dos ámbitos cognitivos. El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad.”[6].
La diversidad no está solo en las cosas dichas y en las soluciones propuestas, sino también en el género adoptado y en la autoridad de la propuesta. Consiste, en otras palabras, en el paso de la libre discusión teológica al magisterio, y de una intervención en lo social de naturaleza exclusivamente “individual” (como la que propone la teología dialéctica) a una intervención comunitaria, como Iglesia y no sólo como individuos.
5. Nuestra parte
Terminamos con un apunte práctico que nos interpela a todos, también a quienes entre nosotros no están llamados a actuar directamente en lo social. Hemos visto la idea que tenía Nietzsche de la relevancia social del evangelio. Éste era, para él, el fruto de una revolución, pero una revolución en negativo, una involución respecto al helenismo; era la venganza de los débiles contra los fuertes. Uno de los puntos que él más combatía era la preferencia dada al servir sobre el dominar, al hacerse pequeños sobre el querer sobresalir y aspirar a cosas grandes.
Él acusaba al cristianismo por uno de los dones más bellos que había hecho al mundo. Uno de los principios con los que el evangelio mayormente y de forma más beneficiosa influye en lo social, es precisamente el del servicio. No por casualidad éste ocupa un lugar importante en la doctrina social de la Iglesia. Jesús hizo del servicio uno de los ejes de su enseñanza, (Lc 22,25); él mismo dice haber venido para servir y no para ser servido (Mc 10,45).
El servicio es un principio universal; se aplica a cada aspecto de la vida: el Estado debería estar al servicio de los ciudadanos, el político al servicio del Estado, el médico al servicio de los enfermos, el profesor al servicio de los alumnos... Se aplica sin embargo de forma absolutamente especial a los servidores de la Iglesia. El servicio no es, en sí mismo, una virtud (en ningún catálogo de las virtudes o de los frutos del Espíritu se menciona, en el nuevo Testamento, la diakonia), sino que brota de las distintas virtudes, sobre todo de la humildad y de la caridad. Es un modo de manifestarse de ese amor que “no busca solamente su propio interés, sino también el de los demás” (Fil 2,4), que da sin pretender nada a cambio.
El servicio evangélico, al revés que el del mundo, no es propio del inferior, del necesitado, sino más bien del superior, del que está puesto por encima. Jesús dice que, en su Iglesia, es sobre todo “el que gobierna” el que debe ser “como el que sirve” (Lc 22, 26), el primero debe ser “el siervo de todos” (Mc 10,44). Nos estamos preparando a la beatificación de Juan Pablo II. En su libro Don y misterio, él expresa con una fuerte imagen este significado de la autoridad en la Iglesia. Se trata de algunos versos compuestos por él en Roma en la época del concilio:
“Eres tu, Pedro. Quieres ser aquí el Pavimento
sobre el que caminan los demás... para llegar allí
adonde guías sus pasos
- como la roca sostiene el rumor de las pezuñas de un rebaño”.
Terminemos escuchando como dirigidas a nosotros ahora y aquí las palabras que Jesús dijo a sus discípulos inmediatamente después de haberles lavado los pies: “«¿comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado el ejemplo, para que hagáis lo mismo que yo hice con vosotros” (Jn 13 12-15).
[1] A. von Harnack, Mission und Ausbreitung des Christentums in den ersten drei Jahrhunderten, Lipsia 1902.
[2] S. Gregorio Magno, Commento a Giobbe, XX,1 (CCL 143°,p.1003).
[3] A. von Harnack, Das Wesen des Christentums, Lipsia 1900. Trad. ital. L’essenza del cristianesimo,  Brescia, Queriniana 1980.
[4] A. von Harnack, Il cristianesimo e la società, Mendrisio 1911, pp. 12-15.
[5] M. Dibelius, Das soziale Motiv im Neuen Testament, en Botschaft und Geschichte, Tubinga 1953, pp. 178-203.
[6] Benedicto XVI, “Caritas in veritate”, n. 5.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez]