30 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 40

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (40)

Noé portero 2


Queridos hermanos:

Ya hemos visto cómo Noé le cerró la puerta al diablo y al pecado. No le dejó entrar ni siquiera un poquito. Sigamos con el relato de ayer:

Al día siguiente aparecieron muy temprano el menosprecio de Dios y el olvido de la muerte, junto con la lengua larga y la necedad y la pusilanimidad y la falta de humanidad. 

- Pero, por el Dios bendito y único bueno ¿quién os ha traído hasta aquí?

- La avaricia, el ansia de poder y el amor al dinero.

- Pues ya estáis volviendo sobre vuestros pasos porque a esta arca no entraréis. 

Noé fue aprendiendo el discernimiento y cada vez le resultaba menos difícil distinguir animales de animales. En una ocasión despachó al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón, a la acedía y al desaliento, a la presunción y al no soportar la propia debilidad.

Y cuando le pregunto por el que les había llevado hasta allí le dijeron:
- El orgullo.

No les dejó entrar. En otra ocasión vio a la tristeza ante el bien del otro y a la alegría ante el mal del prójimo, al deseo desordenado de lo que el otro tiene y el odio, a la maledicencia y a la calumnia. Y tras la pregunta de rigor sobre su procedencia le dijeron:

- La envidia nos empujó a venir. 
Y Noé, haciendo bien de vigilante no les dejó pasar.

Hizo como Abraham, que se pasó el tiempo espantando a las aves rapaces para que no tocaran los animales partidos, que eran signos de la alianza con el Señor (Génesis 15, 7-17, sobre todo verso 11). Noé fue también como el rey que en su reino no quiere a ningún malhechor (cf salmo 101 (100).

Cuando Jesús dice en el Evangelio: entra… cierra la puerta y ora… Esa puerta, ¿la cerré totalmente? ¿Qué hubiera pasado si se hubiera colado el enemigo en el interior del arca?

No hace falta mucho esfuerzo para saberlo. Nuestra experiencia en casa, en el matrimonio, con los hijos, en la comunidad cristiana, en las relaciones con los miembros de la familia, ya nos da la respuesta: malentendidos, divisiones, ira, malas palabras, egoísmos, individualismos, envidias, contiendas…(ver Santiago 4, 1-7).

Se interrogó un día al abba Silvano diciendo: "¿Qué género de vida llevaste, Padre, para recibir esa sabiduría?" El respondió: "Jamás dejé penetrar en mi corazón un pensamiento que atrajera la cólera de Dios". (Apotegmas de los Padres del desierto).

Pidamos pues al Señor tener un corazón limpio, pidamos la gracia del Espíritu Santo, esa sabiduría que procede de Dios, para que no entre en nuestra arca ni el pecado ni la apariencia de piedad (ver Santiago 1, 5-8 y 3, 13-18).
Jesús, vuestro párroco

29 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 39

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (39)

Noé portero 1


Queridos hermanos:

No dejéis resquicio al diablo, pues ronda buscando por donde entrar a la casa (ver Efesios 4, 26-27 y 1 Pedro 5, 6-11). Noé le cerró la puerta.

Ocurrió que días antes del diluvio vio Noé llegar al arca una serie de animales en parejas que le causaron gran estupor y preocupación. ¿De dónde vendrán estos?, se preguntó. Vio al reconocimiento y a la vanidad, al amor a las riquezas y a la vanagloria (o amor a la fama), a la relajación y a la tibieza, a la ambición y a la mentira, al autoengaño y a la hipocresía. 

¡Madre mía, qué ganado!, se dijo. Y les dijo con voz alta y firme: "No. En esta arca no entraréis vosotros".
Otro día vio llegar muy contentos y disolutos a la prosperidad y la abundancia junto con la pereza y la seguridad temeraria. Un poquito después llegó también la incontinencia (fornicación) junto al ocio desmedido y a la gula junto al refinamiento en el vestir, tras los cuales llegaron la flojedad y la despreocupación. Y se juntaron todos ellos en espera de la aprobación de Noé para entrar en el arca. 

- ¿Quién os envía? Preguntó Noé. 
- La lujuria, dijeron a una. 
- Largo de aquí. Aquí no entraréis. 

Esa misma tarde llegó la impaciencia y la desfachatez (falta de pudor) junto con los celos y la crueldad (falta de inocencia), la indiferencia y la ingratitud.

Noé no se lo podía creer. Y preguntó mientras se rascaba la cabeza:
-  ¿Quién os ha empujado a venir a esta arca?
- La fama (o pompa) y el poder terreno, la envidia y la soberbia que se esconden tras esa colina. 
- Pues decidles que ni entraréis vosotros ni entraran ellos. 

Y así se pasó Noé dando entrada a unos e impidiendo el paso a otros animales. Noé hizo el papel del vigilante para no dejar entrar a ningún animal al que el Señor no hubiera llamado (ver Proverbios 8,32-36). (Cf. San Bernardo. Sermón 39 sobre el Cantar de los Cantares). Noé fue como ese portero que vigila del Evangelio (ver Mateo 13, 33-37).
Jesús, vuestro párroco


28 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 38

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (38)

Noé vivió de fe


Queridos hermanos:

Dice el Génesis que Noé andaba con Dios (Génesis 6,9). Noé tenía amistad con Dios, tenía fe y vivía de fe. Y la fe lo que da es la vida, la vida eterna, la vida de Dios.

Puede ayudarnos un profeta a adentrarnos en esta vida de fe: Habacuc.

Cuando Habacuc ve cómo los países caldeos invaden Israel, llenos de violencia y burla, y que hacen de su “fuerza” un dios, el profeta consulta al Señor:

“¿no eres, desde siempre, mi Dios? ¡Oh, Santo, que no muramos! (…) ¿Por qué, pues, ves a los traidores y callas, cuando el malvado se traga al justo?”

Mientras espera la respuesta del Señor Habacuc se dice:

“Aguantaré de pie en mi guardia, me mantendré erguido en la muralla y observaré a ver qué me responde, cómo replica a mi demanda.”

Tiene un cierto parecido a la canción de “Resistiré”, tan popular en estos tiempos:

“Resistiré, erguido frente a todo. Me volveré de hierro para endurecer la piel. Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie.”

“Aguantaré de pie en mi guardia, me mantendré erguido en la muralla”, dice Habacuc. Pero añade algo que no añade la canción: “y observaré a ver qué me responde, cómo replica a mi demanda.” Este esperar en el Señor tiene mucho que ver con la fe, que es un diálogo de amor con Dios.

Y el Señor le respondió: “el altanero no triunfará; pero el justo por su fe vivirá.” (Habacuc 1, 1-16 y 2, 1-4). ¡Qué respuesta! El justo vive por su fe. Fe y altanería no casan. La amistad con Dios solo puede ser posible de humilde con Humilde.

Por la fe Noé, Habacuc y tantos otros, vivieron anticipadamente el misterio Pascual (cf Hb 11, 1-12). Pues se trata, hermanos, de vivir de fe, de andar en fe, viviendo en la amistad con Dios en el arca. No seamos, pues, cobardes para perdición, sino creyentes para salvación. Aunque tengamos que sufrir un poco todavía, tengamos paciencia (ver Hebreos 10, 35-39).

O quizá el Señor tenga que decirnos: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?» (cf. Mc 4, 35-41).

Jesús, vuestro párroco

27 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 37

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (37)

Noé ha vivido el misterio Pascual (2)


Queridos hermanos:

Lo vivido por Noé en su travesía por la oscuridad y las aguas de la muerte es figura de lo vivido por Jesucristo. Jesucristo asumió no tener donde reclinar la cabeza, entró en las aguas de la muerte y se adentró en las tinieblas, en el poder de la oscuridad, desde Getsemaní hasta la cruz: vinieron las tinieblas sobre toda la región hasta la media tarde porque se oscureció el sol (Lucas 23, 39-47).

En esas tinieblas, Jesucristo – Luz del mundo, ofreció al Padre el sacrificio vespertino (a las 3 de la tarde) de alabanza, su alzar las manos en la ofrenda de la tarde (cf. Salmo 141 (140), 1-10). Cantó el Cántico Nuevo del Amor en el altar de la cruz. Y sepultado descenderá a los infiernos donde todo son tinieblas. Y Jesucristo -Luz sin ocaso se puso en medio y gritó: “La Paz con vosotros”, iluminando toda oscuridad y arrebatando de la muerte a los cautivos desde Adán, Abel, Noé… para llevarlos a la Casa del Padre.

Y resucitado en el primer rayar del alba, en el primer día de la semana, el día en que comenzó la creación, hace presente una Nueva Creación. Y enseguida empieza su obra de alegrar a sus discípulos, los que le amaban, los que habían creído en él.

Jesucristo, no contento con devolvernos la luz de la fe (ver 2 Corintios 4, 5-6), como el primer día de la creación, nos regala el Espíritu Santo (ver 1 Corintios 2, 12-16) que desde el principio se cernía “sobre la faz de las aguas” del corazón y que llevó la esperanza al arca en una rama de olivo.

Y aún más, nos da una tierra donde poder habitar – segundo y tercer día de la creación – la tierra prometida, una ciudad, la Jerusalén del Cielo, la Iglesia.

Noé vivió el misterio Pascual en figura. Pasó por la muerte, pues las aguas de arriba, en una lluvia torrencial, se juntaron con las aguas de abajo, chocando y zarandeando el arca. Y Dios los salvó y les dio el signo luminoso de un arco siempre tenso, un arco que mantiene la tensión de su amor eterno.

Cristo nos da ocasión de participar a todos nosotros del misterio Pascual por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía que nos hace pasar de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la soledad a la Ciudad Santa de Jerusalén llena de hermanos a los que abrazar.

Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.
Jesús, vuestro párroco

26 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 36

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (36)

Noé ha vivido el misterio Pascual


Queridos hermanos:

Noé ha vivido el misterio Pascual en figura. Ha pasado de la muerte a la vida. De las tinieblas a la luz. Del caos al cosmos. Y así será figura de Jesucristo muerto y resucitado.

El Diluvio ha hecho volver a la creación al principio, cuando era “informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1,1). Al crear, el Espíritu Santo estaba presente y también el Verbo, la Palabra de Dios, por quien todo fue creado. Pues Dios dijo y fue. Dios Padre creó por medio de la Palabra. Toda la Trinidad intervino. El Padre, su Palabra y el Espíritu de Dios. Y al crear hizo una serie de separaciones necesarias para que pudiera darse la habitabilidad en la tierra. La 1ª separación se produce al decir: “Hágase la luz” y separó las tinieblas de la luz (cf. 1,3-4). La 2ª separación al separar las aguas de arriba de las de abajo (cf. 1, 6-7). La 3ª al separar lo seco de lo mojado (cf. 1, 9-10). (Puedes leer Génesis 1, 1-13).

Por el pecado todo ha vuelto al caos del inicio. Lo que estaba separado se vuelve a juntar y aparece de nuevo todo lleno de agua y sin tierra y en gran penumbra. El único lugar habitable es el arca. Las aguas de arriba y las de abajo se juntan. Lloviendo durante cuarenta días, día y noche, con densos nubarrones, pasarán una larga noche sin luz.

El Señor ha hecho pasar a Noé y su familia por la oscuridad de la muerte, de la nada, del caos informe… Tras cesar las lluvias, bajar las aguas y quedar seca la tierra, tras salir del arca podrán celebrar la victoria sobre las aguas de la muerte y quedará sellada una Alianza en el cielo (el arco iris) tras ofrecer un sacrificio agradable a Dios.

Jesucristo resucitado viene también a hacer Pascua con nosotros: viene a llenar de luz y fuego y dar el color de la Alianza nueva al corazón de los que estaban tristes, corazón que estaba anegado por las aguas de la muerte, entenebrecido por la desesperanza y la tristeza, como los discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35).

Y no contento con devolvernos la luz de la fe, como el primer día de la creación, nos regala el Espíritu Santo (Hechos de los apóstoles 2, 14.22-33), que desde el principio se cernía “sobre la faz de las aguas” del corazón, Espíritu que llevó la esperanza al arca bajo la figura de una paloma con una rama de olivo en el pico.

Dios Padre había previsto que también nosotros participáramos de esta victoria sobre la muerte por medio de “una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros” (1 Pedro 1, 17-21).

En Noé, Dios Padre, el Espíritu Santo y el Verbo ya pensaron en ti. Para que tú también, por medio del arca, que es Nuestro Señor Jesucristo, y la cruz, y la Iglesia, vivamos el misterio Pascual que nos enseña el camino de la vida (Sal 16 (15), 1-11).
Jesús, vuestro párroco

25 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 35

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (35)

El pan de la Palabra a través de la figura de Noé


Queridos hermanos:

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “los cristianos leen el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado”. Y esta lectura hace que el contenido del Antiguo Testamento sea inagotable. Según un viejo adagio, el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo (cf. nº 129). Es lo que se llama lectura “tipológica” o figurativa. Cada personaje o escena o acontecimiento del Antiguo Testamento es revelación de Dios y es figura de realidades cumplidas en Jesucristo resucitado, en su Iglesia, en el plan de Dios, hasta que “Dios sea todo en todos” (1 Corintios 15,12-28). Así, Noé y su arca, “la vocación de los patriarcas y el Éxodo de Egipto, por ejemplo, no pierden su valor propio en el plan de Dios por el hecho de que son al mismo tiempo etapas intermedias”  (cf. Catecismo nº 130).

Y aquí tenemos a Noé, y su arca, y su familia, y los animales… que nos están ayudando a comer el pan de la Palabra que nos alimenta. Pues no solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. (Mt 4, 1-4; Dt 8,1-6). Cuando nuestra vida estaba centrada en el estómago (“master chef” y “mister pizza”) y centrada en el ombligo (hacer lo que me apetece) cayendo en nuevas esclavitudes espirituales y adicciones, el Señor permite este tiempo de confinamiento para que algunos puedan descubrir otras vías de alimentación y otros centros de interés.

El pan va al estómago. Y nos dice Jesús que “no solo de pan vive el hombre”. Jesús, citando al libro del Deuteronomio, reconoce que el pan del estómago alimenta. Pero no sólo. Es decir, que hay otras vías de alimentación que no sea solo el pan que va al estómago. De esa hambre de la Palabra de Dios hablaron también los profetas. (Por ejemplo Amós 8, 9-11, que retrata muy bien lo que está pasando en muchos corazones).

La Palabra de Dios no dejará de decirte de muchas formas una sola Palabra, una Palabra viva y eficaz, una Palabra que se recibe y transforma, que se celebra, se conmemora, se actualiza en el hoy y que nos abre a un futuro de plenitud: Dios es amor. El hijo de Dios, enviado por el Padre ha muerto en la cruz por nuestros pecados y te ha amado. Que ha resucitado y vive y te ama e intercede por ti y que el Espíritu Santo también te ama. Quien se haya sabido amado de verdad, sin condiciones ni reproches o falsas exigencias, sabrá que ese amor le alimentó y ese día no habría necesitado comer el pan que va al estómago. El Señor te ama como eres. Con amor incondicional. Con amor que sana y levanta la esperanza y transforma. Amor sanante y elevante, pues nos perdona los pecados y nos lleva a la dignidad de Hijos de Dios. Que el Señor haga de ti un hambriento y sediento de este amor… y serás dichoso.
Jesús, vuestro párroco

24 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 34

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (34)

La barandilla del arca


Queridos hermanos:

Hay momentos “límite” en nuestra vida. Seguro que Noé tuvo más de uno. A lo mejor tuvo ganas de tirar por la borda a su esposa, a algún hijo, a alguna nuera, a sí mismo… o a alguno de esos animales, pesados hasta de noche. Menos mal, podríamos decir, que el Señor puso una barandilla, puso un límite al mal: su amor. “Me sucede como en los días de Noé: juré que las aguas de Noé no volverían a cubrir la tierra; así juro no irritarme contra ti ni amenazarte. Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz —dice el Señor que te quiere—“ (Isaías 54,9-10).

Por eso ante la desesperanza o la queja “no nos dejemos aprisionar por la tentación de quedarnos solos y desesperanzados quejándonos de lo que nos sucede; no cedamos a la lógica inútil del miedo que no lleva a ninguna parte, repitiendo resignados que todo está mal y nada es como antes. Esta es la atmósfera del sepulcro; el Señor, en cambio, quiere abrir el camino de la vida, el del encuentro con Él, de la confianza en Él, de la resurrección del corazón.” (Francisco. Homilía. 2-4-2017).

El Señor no ha retirado su amor de nosotros. En la vida y en la muerte somos amados, somos de Dios (Romanos 14, 1 y 7-10 y 13 y 17-19).

El Señor fue la barandilla de Noé. Su amor puso límite al mal. Pero ¿te has preguntado que tú puedes ser la barandilla de alguien? Tú puedes ser su estímulo, su ánimo con una palabra, con una visita, con una llamada, con una mirada, con una caricia, con un abrazo (Ver Hebreos 10, 22-25 y 1 Tesalonicenses 4, 11), igual que hizo Jesús con sus discípulos (ver Mt 14, 22-27).
Jesús, vuestro párroco

23 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 33

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (33)

Subsiste un resto por gracia


Las tentaciones de Noé 3

Queridos hermanos:
Existe la tentación de pensar que hemos quedado solos. Nadie más. La tentación de pensar que si no fuera por nosotros la parroquia no sería lo que es. O de que si no fuera por ti la familia no sería lo que es. O que si no fuera por el grupo, comunidad, asociación o movimiento en el que estás, la Iglesia –pobrecitos- la Iglesia, no sería lo que es. Noé pudo tener esta tentación. Pues de hecho Noé y su familia quedaron solos. Ninguno más sobrevivió al Diluvio. Y pudo pensar que ellos estaban en el arca porque se lo merecían y no por pura gracia.

El texto bíblico no nos aborda las tentaciones de Noé. Pero sí las tentaciones de Elías, el profeta. Elías se expresa así al Señor: “Señor, han matado a tus profetas, han derribado tus altares; he quedado yo solo y buscan mi vida” Pero el Señor le responde: “Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal.” Y ¡Oh, sorpresa! Pensar que estábamos solos y resulta que el Señor toca muchos corazones de muchas formas. Y es que “también en la actualidad ha quedado un resto, elegido por gracia”. (Puedes ver todo esto en 1 Reyes 19, 9-18 y Romanos 11, 1-6). También hoy, como los pocos que entraron en el arca, como en tiempos de Elías, subsiste un resto elegido por gracia como Sacramento Universal de Salvación: “este pueblo mesiánico, aunque de hecho aún no abarque a todos los hombres y muchas veces parezca un pequeño rebaño, sin embargo, es un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano.” (Concilio Vaticano II. Lumen Gentium 9).

Por gracia han dejado de arrodillarse ante los ídolos (la riqueza, la notoriedad, el buscar reconocimiento, el poder, el placer, la raza, la lengua, los antepasados, los afectos, el Estado, pornografía, la droga, el alcohol, el juego…cf. Catecismo de la Iglesia Católica nºs 1723 y 2113).

Por gracia han aprendido a dar culto en espíritu y verdad (Juan 4, 20-26). Y ahora son un germen de una nueva humanidad (cf. Isaías 4,2-6). Por la resurrección de Cristo. Por gracia.
Jesús, vuestro párroco

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 32

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (32)

La obediencia de Noé


Queridos hermanos:

La Sagrada Escritura nos dice que Noé andaba con Dios y que Noé hacía lo que el Señor le mandaba. Esto lo dice hasta en cuatro ocasiones. (Génesis 6, 22; 7, 5; 7, 9 y 7, 16). De hecho, no saldrá del arca hasta que el Señor no se lo mande. Aun cuando todo presagia que ya puede salir. Él ve que la tierra ya está seca. Pero el Señor todavía no le ha dicho que salga. Y pasará un mes y 27 días desde que ve que la tierra está seca hasta que el Señor le diga que salga: “El año seiscientos uno, el día primero del mes primero se secó el agua en la tierra. Noé abrió la claraboya del arca, miró y vio que la superficie del suelo estaba seca. El día veintisiete del mes segundo la tierra estaba seca. Entonces dijo Dios a Noé: «Sal del arca»” (Génesis 8, 13-16). Y entonces, y sólo entonces, salió del arca. ¿Qué hubiéramos hecho nosotros?

Nos recuerda la figura de Noé otro personaje muy querido por nosotros: San José. No dice nada. Solamente obedece al Señor. Aun cuando duerme, está vigilante y despierto para escuchar al Señor y hacer todo lo que le manda el Ángel del Señor (ver Mateo 1,24; 2, 13-15 y 19-23). José es un ejemplo de obediencia.

Se contaba del Abba Juan Colobos que, habiéndose retirado con un Anciano tebano en Escete, moraba en el desierto. Su abba, tomando una rama seca la plantó y le dijo: "Cada día, riégala con un cántaro de agua, hasta que ella produzca fruto". El agua estaba tan lejos que era necesario partir a la tarde y regresar a la mañana siguiente. Al cabo de tres años, la madera revivió y produjo frutos. Entonces el Anciano, tomando este fruto lo llevó a la Iglesia y dijo a los hermanos: "Tomad, comed el fruto de la obediencia". (Apotegmas de los Padres del desierto).

También Jesús es obediente. No hará nada que el Padre no le haya ordenado (ver Juan 5,19; 8, 28-29). Jesús obedecerá al Padre hasta la muerte y muerte de cruz. “Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.” (ver Filipenses 2,1-11). Por eso. Por eso. Pidamos al Señor la obediencia, la gracia de hacer su voluntad, la gracia de que su voluntad se haga en nosotros.
Jesús, vuestro párroco

21 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 31

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (31)

Las provisiones 2


Queridos hermanos:

«Recoge toda clase de alimentos y almacénalos para que os sirva de sustento a ti y a ellos». Noé hizo todo lo que le mandó Dios. (Génesis 6, 13-22).

Noé hizo como José, hijo de Jacob, primer ministro del Faraón, cuando proveyó de grano a Egipto aprovechando los siete años de abundancia ante los siete años de hambruna. (cf. Génesis 41, 25-37).

Es lo que no hizo el que enterró su talento pensando quizá que era poco lo que tenía que hacer rendir en comparación con otros a los que se había entregado más (dos talentos a uno y cinco a otro). La envidia es paralizante. (cf. Mateo 25,14-30). También la desconfianza. La confianza consiste, en el caso de Noé, en poner en práctica lo que manda, en este caso, aprovisionarse.

Hay una escena del evangelio donde todo se resuelve desde el aprovisionamiento. ¿Sabéis cuál? El de las vírgenes necias y prudentes. Cinco vírgenes llevaban alcuzas con aprovisionamiento de aceite. Cinco solo llevaron sus lámparas sin alcuzas. “Dadnos de vuestro aceite, dirán las necias. “Mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”, dirán las prudentes. (cf. Mateo 25,1-13).

Nosotros podemos hacer acopio de provisiones  de dos formas: recibiendo el don y también dando, es decir, trabajando el don (trabajando los talentos recibidos). Forma rara ésta de atesorar tesoros, de hacer acopio de víveres: “dad y se os dará os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante” (Lucas 6,38). Hagamos acopio de aceite, de esperanza. Con la oración, con la escucha de la Palabra, con la comunión espiritual. Ese aceite es el que estás dando y darás a los demás (a los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos…(cf. Mateo 25,31-46). Como hizo San Pablo, que daba a los demás el consuelo que recibía de Dios mismo (ver 2 Corintios 1, 2-7).
Jesús, vuestro párroco

20 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 30

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (30)

Las provisiones 1

Queridos hermanos:

Antes de que comenzara el diluvio el Señor mandó a Noé hacer un arca de madera de ciprés, con compartimentos, cubiertas, una claraboya, para que entrara su mujer, sus hijos y sus nueras, así como “una pareja de cada criatura viviente, macho y hembra, para que conserve la vida contigo. De cada especie de aves, de ganados y de reptiles de la tierra, entrará una pareja contigo para conservar la vida”. Y añadió: Recoge toda clase de alimentos y almacénalos para que os sirva de sustento a ti y a ellos». Noé hizo todo lo que le mandó Dios.” (Génesis 6, 13-22). Noé no dejó de hacer lo que tenía que hacer. Lo hizo como decía San Ignacio de Loyola: "Haz las cosas como si todo dependiera de ti y confía en el resultado como si todo dependiera de Dios". Y recogió toda clase de alimentos y los almacenó. Como si todo dependiera de él. Confiando y sabiendo que todo dependía de Dios.

Hizo como el siervo inútil que cumple con lo que se le ha mandado, sabiendo que en el mandato está la fuerza y la gracia para cumplirlo. (Lucas 17, 5-10). El Señor lo dijo… y Noé lo hizo: “Noé hizo todo lo que le mandó Dios.” Eso es propiamente la fe. Responder con la obediencia a la Palabra de Dios: “Obedecer ("ob-audire") en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 144).

Hermanos: ahora es tiempo de aprovisionarse de alimento suficiente de la Palabra de Dios. ¿Os imagináis que hubiera pasado si Noé hubiera sido un “providencialista”? ¿Es decir, que ante el mandato del Señor, no se hubiera provisto de víveres suficientes pensando: “el Señor proveerá”, sin obedecer su mandato, que ya era una providencia de Dios para Él?

A eso mismo se refirió Jesús cuando dijo: “No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 7,21-27).

La voluntad de Dios pasa por “las manos”, por el hacer lo que nos manda. Pues con el mandato da su gracia. Piensen que estuvieron en el arca más de un año. No les digo dónde hubieran ido a parar muchos de los animales (patos, gallinas, conejos…) Seguramente se habrían extinguido porque se los habrían comido. La providencia de Dios pasó por las manos de Noé: “Por la fe, advertido Noé de lo que aún no se veía, tomó precauciones y construyó un arca para salvar a su familia” (Hebreos 11,7). No sabía lo que venía en el futuro. Pero obedeciendo a Dios “tomó precauciones”.
Jesús, vuestro párroco

19 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 29

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (29)

¿Qué dice el arca de tu casa? Eterna es su misericordia 

Queridos hermanos: 

Dice el salmo de este domingo:

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
Y podríamos añadir: Diga la casa de Noé: eterna es su misericordia.
Y diga la casa de N. (añade aquí el nombre de tu casa): eterna es su misericordia. (Ver salmo 118 (117), 2-24).
Tu casa se ha convertido en un lugar que proclama la misericordia del Señor por la obediencia a la oración. 

Mira la descripción que hace la primera lectura de la Iglesia primitiva... y también de tu casa: “Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón” (ver Hechos de los Apóstoles 2, 42-47). 
Aunque en este tiempo no has podido acudir a diario al templo, sí has acudido diariamente a nuestro templo que es el Cuerpo de Cristo resucitado desde tu casa y así tu casa se ha convertido en un templo. En una iglesia doméstica. Y ésta perseverancia te ha conducido a tener un corazón alegre y sencillo que es constante en orar, en escuchar la Palabra de Dios, en la celebración de la fracción del pan (nombre que daba los primeros cristianos a la Eucaristía). Y esto lleva a estar en común – unión en esa misma casa (versículo 2, 42).

Jesucristo está en tu casa, ha entrado en ella, aunque esté con las puertas cerradas e incluso se tenga miedo. No se le ve. Pero como decía san Pablo: lo que se ve es transitorio. Lo que no se ve es eterno. A Jesucristo no lo vemos. Pero creemos en él: “sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas” (ver 1 Pedro 1, 3-9). La fe da la alegría inefable y radiante y tiene como meta la vida eterna, la salvación. 

Y notamos los frutos que deja su presencia: la comunidad reunida en torno a Jesús que se pone en medio como el Árbol de la Vida en el paraíso, 
paz, alegría, misericordia, el don del Espíritu Santo, la participación en la misión de la misericordia, la capacidad de ofrecer al incrédulo tiernos remedios. Al estar unido a Jesús y a su misericordia, como por la ley de los vasos comunicantes, ofrecemos a los demás su misma misericordia. Pues ésta es nuestra misión: ser, - unidos a Jesús -, medicina de amor y misericordia para los demás. Los discípulos son testigos de que sus llagas son, como las de Jesús, medicina y lugar desde el que proclamar su amor misericordioso (Juan 20,19-31).
Que diga la casa de N. (añade aquí el nombre de tu casa): eterna es su misericordia. 

Jesús, vuestro párroco

18 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 28

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (28)

Sed fecundos y multiplicaos


Queridos hermanos:

Tras el diluvio y la estancia en el arca, el Señor mandó a Noé y a sus hijos: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra» (Génesis 9, 1).

Este mandato se refiere a la descendencia, a tener hijos. Pero también podemos hacer una lectura espiritual y compararlo con la evangelización que engendra hijos para el Señor por medio de la predicación y los Sacramentos.

Jesús, nuevo y verdadero Noé, (tras participar en su “diluvio”, tras participar en su “bautismo” como dirá a los Zebedeos, tras sumergirse en su pasión y muerte y descenso a los infiernos, tras resucitar y antes de ascender al cielo a la derecha del Padre), ordenó a sus discípulos ese «sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra» dicho de otra forma: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Ver Marcos 16,9-15).

Es la fecundidad espiritual que brota de la cruz de Cristo, de la vida entregada por amor:
“Quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo (cf. Jn 15,5). Tal fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida. (…) Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos. El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca” (Francisco. Evangelii Gaudium nº 279).

Y es lo que harán los discípulos, lo que harán Pedro y Juan. Aunque no tienen letras ni instrucción, su vida es fecunda y no dejarán de anunciar el Evangelio, aunque se lo prohíban: «Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído». (Hechos de los Apóstoles 4,13-21).

Por eso “¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia!” (ver Isaías 52, 7-10 y Romanos 10, 12-18). El mensajero de la Buena Noticia hace posible la fecundidad de Dios como Padre, una fecundidad que llega a toda la tierra.

Jesús, vuestro párroco

17 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 27

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (27)

Pasemos a la otra orilla


Queridos hermanos:

Como hizo con sus discípulos en las travesías por el lago de Galilea, el Señor quiere que pasemos a la otra orilla y que hayamos tenido experiencia de la resurrección, de la confianza que salva. A lo largo de la travesía Jesús calmará tormentas o caminará sobre las aguas invitando a sus discípulos a tener experiencias de resurrección. Es lo que de forma anticipada o figurada vivió Noé, una experiencia de resurrección.

El Señor desea que tengamos la certeza por experiencia de que del mal, como una tempestad o una tormenta, el Señor saca bien, que de las aguas de la muerte del diluvio el Señor las transforma en aguas que nos salvan por el bautismo, que de la cruz, como instrumento de tortura, el Señor la transforma en nuestra bandera (cf. Gálatas 6, 14), tras la cual va un ejército que confía en el Señor, una ciudad humilde (cf. Isaías 26, 1-6), que proclama la victoria del amor que vence, del perdón que reconcilia, la victoria de Cristo resucitado.

Es lo que proclamaron con valentía Pedro y Juan ante los miembros del Sanedrín (ver Hechos de los Apóstoles 4, 1-12).

Pasar a la otra orilla. Este acontecimiento es una invitación a pasar a la otra orilla. Sea cual sea la orilla en la que estábamos, a todos se nos invita a pasar a la otra orilla.

También los discípulos pasaron la experiencia del fracaso, de la noche estéril, de trabajar sin resultado, tras pasar una noche intentando pescar sin coger nada. Y el Señor (al que no habían reconocido todavía) les invitó a echar la red a la derecha de la barca. Es una invitación a la confianza en su Palabra. Ante el desaliento, el desánimo, la desorientación el Señor da una Palabra concreta: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». También Noé obedeció órdenes muy concretas y fue salvo.

La Palabra de Dios nos pone en movimiento. La obediencia de la fe hace nuestra vida fecunda. Una obediencia que tiene una gran recompensa: una pesca de 153 peces grandes y un almuerzo con Jesús preparado por él y que cuenta con nuestra aportación (ver Juan 21, 1-14).
Jesús, vuestro párroco

16 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 26

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (26)

La oración con perseverancia


Queridos hermanos:

Dice el Catecismo de la Iglesia católica que “Orar es siempre posible: El tiempo del cristiano es el de Cristo resucitado que está "con nosotros, todos los días" (Mateo 28, 20), cualesquiera que sean las tempestades (cf Lucas 8, 24). Nuestro tiempo está en las manos de Dios” (nº 2743).

Es un gran consuelo escuchar esto. Cristo resucitado está con nosotros todos los días, cada día, cualesquiera que sean las tempestades. El Señor está con nosotros todos los días, cada día, hasta el final de los tiempos. (cf. Mateo 28,20).

Si Cristo está con nosotros se nos invita a estar con él hasta el final: “Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza; y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido” (Hebreos 6,11-12). Es lo que hizo Noé. Con fe y perseverancia consiguió lo prometido.

Y una expresión verdadera de ese estar con él es la oración. San Agustín decía: "La oración no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros" (Carta a Proba).

Jesús nos expresó con mucha claridad la importancia de la perseverancia: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.” (Lucas 21, 19). Y a ello invitó también, por medio de San Juan, a la Iglesia en Éfeso: Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de oro. Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto que son mentirosos. Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero. Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras. Si no, vendré a ti y removeré tu candelabro, si no te conviertes. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios” (Apocalipsis 2,1-7).

Apartémonos, pues, de nuestros pecados para recibir su bendición (cf. Hechos de los Apóstoles 3,11-26), pues se nos predica la conversión y el perdón de los pecados en nombre de Jesucristo que ha resucitado y está con nosotros (ver Lucas 24, 35-48).
Jesús, vuestro párroco

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 25

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (25)

El bautismo es nuestra Pascua


Queridos hermanos:

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La Iglesia ha visto en el Arca de Noé una prefiguración de la salvación por el bautismo.” (nº 1219)

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y "vivir una vida nueva"» (nº 537).
El bautismo nos asimila a Jesús muerto y resucitado.

1. Jesucristo, al morir en la cruz y ser sepultado murió al pecado para siempre. Del mismo modo, en el bautismo queda sepultada nuestra vieja condición de pecadores para vivir bajo la gracia. El que es bautizado se asocia a Jesucristo, se une a Jesucristo, participa de su muerte en cruz, “por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte”, dirá San Pablo. El que es bautizado muere al pecado, deja de servir al pecado: “nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado”.

2. Jesucristo al resucitar, la muerte ya no tiene dominio sobre él y vive para Dios. Y el que es bautizado resucita con Jesucristo, como dice San Pablo: “si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya”. El bautismo, pues, nos hace vivir con Jesucristo para Dios andando en una vida nueva (Romanos 6, 1-14).
El bautismo es nuestra Pascua (cf. Himno Oficio de Lectura. Liturgia de las Horas). El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra (catecismo de la Iglesia Católica nº 1213. Ver 1 Pedro 1, 3-5 y 23-25).

3. El bautismo nos devuelve el poder caminar, nos hace pasar de ser lisiados de nacimiento a andar, dar brincos y alabar al Señor (ver Hechos de los apóstoles 3, 1-10) porque lo que era visible en las acciones de Cristo y de su Iglesia ha pasado a los sacramentos (cf. catecismo de la Iglesia Católica nº 1115).

4. El bautismo nos devuelve la esperanza, nos abre el oído a la instrucción de Jesús, nos abre el entendimiento a las Escrituras cumplidas en Jesucristo, nos abre los ojos a su presencia con nosotros en nuestro día a día, nos hace pedir que Jesús se quede con nosotros en nuestra casa, nos hace reconocerlo en la fracción del pan, nos hace volver a su Iglesia y reunirnos en el nombre del Señor para escuchar el testimonio de fe de los discípulos de Jesús y la enseñanza de Pedro (ver Lucas 24, 13-35).

Jesús, vuestro párroco

14 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 24

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (24)


El simbolismo del agua 


Queridos hermanos: 

El agua es un símbolo que tiene múltiples significados: es símbolo de limpieza o pureza. Es símbolo de saciar la sed del sediento, es símbolo de vida. Para todas las culturas el agua es básica para las plantas, los animales, las personas. Los pueblos se asientan donde hay una fuente, un manantial, un río, un lago… También el mar, la pesca.

Pero el agua también es símbolo de la muerte. Cuando hay escasez de agua, por ejemplo, una sequía o la vida en un árido desierto, aparece la muerte (ver salmo 107 (106), 1-9). A su vez, cuando hay exceso de agua, como unas inundaciones o el mismo diluvio, son también causa de muerte. Por tanto el agua es ambivalente: es símbolo de vida y muerte.

Las aguas del diluvio tendrán esa doble dimensión. Pusieron fin al pecado y dieron origen a una nueva humanidad que vive en la santidad y la verdad. Y así las aguas del diluvio se convirtieron en figura del bautismo. Así lo reza la bendición del agua bautismal:

“Oh Dios, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.”
Este misterio lo expresa de forma muy bella San Pedro: “Pues es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el mal. Porque también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu; en el espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en prisión, a los desobedientes en otro tiempo, cuando la paciencia de Dios aguardaba, en los días de Noé, a que se construyera el arca, para que unos pocos, es decir, ocho personas, se salvaran por medio del agua. Aquello era también un símbolo del bautismo que actualmente os está salvando” (1 P 3, 17-21).

El agua es símbolo que nos salva y al que accedemos por la conversión y que una vez bautizados nos mantiene en esa conversión permanente, que no ha de ser dada por supuesta (ver Hechos de los apóstoles 2, 29-41). Por eso pidamos al Señor estar vueltos a él, convertidos a su amor y participando de la alegría de verlo vivo y resucitado por el amor que busca sin cansarse (Juan 20,11-18).
Jesús, vuestro párroco

13 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 23


“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (23)
El arca de Noé caminó sobre las aguas

Queridos hermanos:

Todos conocemos el pasaje donde Jesús camina sobre las aguas. Nos sirvió de entradilla a todas estas migajas. Los discípulos están confinados en la barca. No pueden salir. El viento es contrario. Las olas amenazan inundar la barca. Pero Jesús camina sobre las aguas y nos dice: “¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (Mt 14, 27). Este caminar de Jesús sobre las aguas es anticipo de su victoria sobre la muerte.

Pues bien, el arca de Noé también participó, en figura, de esta victoria, ya que surcó las aguas del diluvio sin ser engullida por las aguas de la muerte.

Tras participar en cuarentena de la Semana Santa iniciamos la Pascua en cuarentena. Celebramos la victoria de Jesucristo sobre la muerte. Esta victoria de Cristo requiere que tú también tengas experiencia de ella. Que también pruebes a poner el pie en el agua y ver que no te hundes. Que degustes que has subido al arca de Noé, a la barca de Pedro, y el mal y la muerte no te engullen. Es lo que experimentó Noé. En el arca se salvó de las aguas de la muerte. Y es lo que quiso experimentar Pedro. Y Jesús quiso que lo experimentara.

Nuestra arca es Jesús mismo y la fe en él. Por eso podemos caminar sobre las aguas, símbolo de la muerte. Basta que no dejes de mirarlo y tendrás la experiencia de que no te hundes. Dejar de mirarlo puede ser fatal. Con todo, Jesús está ahí para auxiliarnos siempre que le invocamos (Ver Mateo 14, 22-34).

Esas aguas de la muerte pueden ser algunas circunstancias adversas o el asedio del mundo que vive como si Dios no existiera. Pues hoy vivimos en “una generación paralizada por la mundialización de la indiferencia y cegada por el culto a Mammón [=al dinero]” (Cardenal Marc Ouellet. La Hora de la Vida Contemplativa. Carta a la Reverenda Madre Agnès, Priora, del Protomonasterio de las Hermanas Clarisas de Asís. 25 de marzo de 2020).

En esa batalla entre la fe y la incredulidad, entre las aguas de la muerte y el arca humilde de madera zarandeada por las olas, lo que vence es nuestra fe: “es nuestra fe la que vence al mundo (1 Juan 5, 4-5).

Es la fe la que nos salva, la que nos hace participar de la resurrección de Jesucristo, la que nos regenera para una esperanza viva (1 Pedro 1, 1-9). Una fe que ha de ser puesta a prueba como el oro que se aquilata a fuego. Es lo que el mismo Pedro vivirá en esa experiencia de la barca y en el caminar sobre las aguas. Y esas experiencias le darán la garantía, la prueba de que es cierto lo que nos anuncia la fe (Hebreos 11, 1-7).
Ánimo. No temas. Confía en el Señor.
Jesús, vuestro párroco



11 de abril de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 22

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (22)

Las tentaciones de Noé 2



Queridos hermanos:

El sufrimiento viene a ser como un test que revela al hombre que llevamos dentro (cf. Leon Dufour p. 738), y en la prueba el hombre se conoce, conoce la realidad más profunda que hay en su corazón más allá de las apariencias. Noé fue tentado. Mas no cayó en la tentación, pues se mantuvo fiel a la mirada llena de gracia de Dios.

Una de las tentaciones más sutiles es la de tentar a Dios. Para ello se planta uno y no sigue intimando a Dios a poner fin a la prueba. O bien se pone uno en una situación sin salida para ver si Dios es capaz de sacarlo de ella. O se piden pruebas del poder de Dios a pesar de los signos evidentes de su amor. En el caso que referimos a continuación se tienta a Dios poniendo un límite temporal a su acción. Está en el libro de Judit.

Betulia ha sido asediada por el ejército asirio. Tiene un confinamiento obligado. Todos los israelitas claman al Señor. Y en extrema necesidad el pueblo va al rey Ozías y le pide que entregue la ciudad al saqueo de la gente de Holofernes. Vamos, que tiran la toalla. Y el rey, por su cuenta, les promete que, si en cinco días no cambia la situación, entregará la ciudad. En esta circunstancia interviene la bella y viuda Judit. (Lee Judit 8, 11-20 y 25-27). Subrayo el siguiente fragmento: “«Escuchadme, jefes de Betulia. Es un desatino lo que habéis dicho hoy a la gente, jurando ante Dios entregar la ciudad a nuestros enemigos si el Señor no os manda ayuda en unos días. ¿Quiénes sois vosotros para tentar así a Dios y alzaros en público por encima de él? Habéis puesto a prueba al Señor todopoderoso. Nunca llegaréis a entender nada. Si no sois capaces de sondear el fondo del corazón humano, ni de conocer el pensamiento, ¿cómo vais a comprender a Dios, el Creador de todas las cosas? ¿Cómo vais a conocer sus pensamientos y penetrar sus designios? Hermanos, no irritéis al Señor, nuestro Dios. Si no quiere ayudarnos en el plazo de cinco días, puede hacerlo cuando quiera, como si quiere destruirnos ante nuestros enemigos. No intentéis forzar las decisiones del Señor, nuestro Dios, porque Dios no es como un hombre, al que se mueve con amenazas y se le impone lo que ha de hacer. Imploremos, pues, su ayuda y esperemos de él la salvación, y escuchará nuestro clamor si lo tiene a bien” (versículos 11-17). “Si lo tiene a bien”. Y si ha pensado otra cosa: “hágase tu voluntad”. Y Judit acaba explicando el sentido de la prueba: “demos gracias al Señor, nuestro Dios, que nos pone a prueba como a nuestros antepasados. Recordad cómo trató a Abrahán, cómo probó a Isaac y lo que sucedió a Jacob (…) Los puso en el crisol para sondear sus corazones; lo mismo hace con nosotros, no para castigarnos, sino porque el Señor aflige a sus fieles para amonestarlos” (versículos 25-27).

También Jesús tendrá esta tentación en Getsemaní. Y orará al Padre como un hijo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». (Mateo 26,36-46). Y en la cruz también será tentado, insultado y blasfemado exigiéndole como signo de su “ser hijo de Dios” el bajar de la cruz (ver Marcos 15, 29-32 y Mateo 27, 39-44).

En la prueba de la cruz se revelará en verdad como verdadero hombre (Juan 19, 5), como Rey (Juan 19, 14), como justo (Lucas 23, 47) y como Hijo de Dios (Marcos 15, 39 y Mateo 27,54). Curiosamente quien le confiesa de esta forma en su pasión no son los discípulos, sino Poncio Pilato o un centurión romano.

La cruz de Jesús es la gran prueba en la que Dios da prueba de su amor (ver Romanos 5, 6-10). Por eso el mandato de no tentar al Señor es una expresión del amor a Él (ver Deuteronomio 6,1-16).
Jesús, vuestro párroco