1 de agosto de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Postmigajas

 “¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (postmigajas)

Queridos hermanos:

Demos gracias a Dios por todo este tiempo que hemos caminado juntos. Otras muchas migajas no han sido enviadas, (sobre el reposo del arca en el Monte Ararat, sobre la hoja amarga del olivo llevado en el pico de la paloma, sobre la Alianza, el arco iris, otros confinamientos fecundos en la historia como el del profeta Daniel y la ayuda de Habacuc o el de San Juan de la Cruz o el cardenal Van Thuan, sobre el hecho de que hay más de cuatro noches en la historia de la salvación, sobre el sacrificio de Noé, sobre el deseo de que se cumpla espiritualmente la maldición de Noé a su hijo Cam, sobre la luz en el arca, sobre Noé o el arca como señal, sobre el hecho de que entraran cuatro matrimonios (hombre mujer) en el arca, sobre los “por qués” en el arca…). Las que se han enviado han sido para alimentar vuestra fe en Jesucristo y vuestra  esperanza. (Cf. Juan 20, 30-31).

En muchas ocasiones me veía como San Agustín en la escena del niño que intenta meter en el agujero de una migaja el mar inmenso del amor de Dios revelado. Imposible. Toda una vida y miles de migajas hechas no agotan la fuente. Como dice San Efrén: “¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian.

El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrara su reflexión.

La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual. Comieron—dice el Apóstol—el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual.

Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro de esta palabra no crea que en ella se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha podido llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra. Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente ha de vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda saciada sin que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo beber de ella; en cambio, si al saciarse tu sed se secara también la fuente, tu victoria sería en perjuicio tuyo.

Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.” (Sobre el Diatésaron 1,18-19. En Oficio lectura Domingo, VI semana Tiempo Ordinario).

Si estas migajas te sirvieron para comer, quedo yo satisfecho. Pues yo también comí preparando cada migaja y me alimenté gastándome por ti. Como decía san Pablo: “Por mi parte, con sumo gusto gastaré y me desgastaré yo mismo por vosotros. Y si yo os quiero más, ¿me querréis vosotros menos?” (2 Corintios 12, 15).

Jesús, vuestro párroco

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja y 132.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (y 132)

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

Queridos hermanos:

Y llegó el momento de la Alianza. ¡Qué sorpresa!

“Dios dijo a Noé y a sus hijos: «Yo establezco mi alianza con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañan, aves, ganados y fieras, con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Establezco, pues, mi alianza con vosotros: el diluvio no volverá a destruir criatura alguna ni habrá otro diluvio que devaste la tierra».

Y Dios añadió: «Esta es la señal de la alianza que establezco con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las generaciones: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi alianza con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco y recordaré mi alianza con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir a los vivientes. Aparecerá el arco en las nubes, y al verlo recordaré la alianza perpetua entre Dios y todos los seres vivientes, todas las criaturas que existen sobre la tierra». Aún dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza que establezco con toda criatura que existe en la tierra». (Génesis 9, 8-17).

Cuando Noé contempló el arco iris dijo: ¡“Oh”!

Te dejo con esta pequeña poesía con la que me despido de las migajas que durante estos cuatro meses y pico te he ido acompañando. Un abrazo bien fuerte.

Es una poesía inspirada en este canto de Giuseppe Povia.

https://youtu.be/eYeV94UcUKE.

 

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

¡Qué maravilla!, un arco brilla.

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

Un arco iris de gran belleza.

 

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

Muchos colores, bien conjuntados.

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

Limpios sus ojos a Dios contempla.

 

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

Un arco tenso, entre las nubes.

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

Flechas dispara de Su presencia.

 

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

Perpetua alianza, llena de asombro.

Cuando Noé dijo: ¡“Oh”!

Una esperanza de vida nueva.

 

Cuando su esposa dijo: ¡“Oh”!

¡Cuánta belleza tras la tormenta!

Cuando Jafet dijo: ¡“Oh”!

¡Cuánta hermosura es contemplada!

 

Cuando Cam diga: ¡“Oh”!

Será el retorno de los perdidos.

Cuando Sem diga: ¡“Oh”!

Será el asombro de los benditos (Mt 25,37).

 

Quizá tú has perdido el ¡“Oh”!

Hazte pequeño como los niños.

Quizá tú has perdido el ¡“Oh”!

Nace del agua y del Espíritu.

 

Quizá tú estás en el ¡”bah”!

Mira contento, emocionado.

Quizá tú estás en el ¡”bah”!

Vuelve tu rostro al Resucitado.

 

Que no nos roben este ¡“Oh”!

Ni los impuros ni los ladrones.

Que no nos roben este ¡“Oh”!

Ni los soberbios ni los burlones.

 

El arco iris  es un ¡“Oh”!

Siete colores de gran pureza.

El arco iris  es LUZ BLANCA.

No la soporta ni la lujuria ni la impureza.

 

Cada Alianza trae un ¡“Oh”!

No tengo miedo, Él me protege.

Cada Alianza trae un ¡“Oh”!

Entre los niños y los humildes.

 

Cada Alianza trae un ¡“Oh”!

Unge tu rostro con el aceite.

Cada Alianza trae un ¡“Oh”!

De aquél Olivo de la Paloma.

 

La Eucaristía es nuestro ¡“Oh”!

 

Jesús, vuestro párroco

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 131.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (131)

El salir del arca


Queridos hermanos:

Cuando Dios mandó salir a Noé y su familia y a los animales del arca se produjo una grandísima alegría. Salir del confinamiento, salir de la estrechez: “Entonces dijo Dios a Noé: «Sal del arca con tu mujer, tus hijos y tus nueras. Haz salir también todos los animales que están contigo, todas las criaturas: aves, ganados y reptiles; que se muevan por la tierra, sean fecundos y se multipliquen en ella». Salió, pues, Noé con sus hijos, su mujer y sus nueras. También salieron del arca, por familias, todos los animales, todos los ganados, todas las aves y todos los reptiles que se mueven sobre la tierra” (Génesis 8, 15-19). No salieron antes. Salieron cuando el Señor se lo mandó.

Noé experimentó algo similar a cuando estaba Israel en la esclavitud en Babilonia y se proclamó el retorno de los exiliados: “nos parecía soñar”. “Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Recoge, Señor, a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas” (Salmo 126 (125), 1-6). Salieron con júbilo.

Nuestra vida también puede ser un vivir en el arca con estrechez, (una mala noche en una mala posada, decía Santa Teresa de Jesús respecto a esta vida); y deseamos que el Señor nos haga salir, de esta morada-arca terrena para entrar en la morada-arca eterna: “Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos. Y, de hecho, en esta situación suspiramos anhelando ser revestidos de la morada que viene del cielo, si es que nos encuentran vestidos y no desnudos. Pues los que vivimos en esta tienda suspiramos abrumados, por cuanto no queremos ser desvestidos sino sobrevestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida; y el que nos ha preparado para esto es Dios, el cual nos ha dado como garantía el Espíritu” (2 Corintios 5,1-5).

Pidamos, pues, estar llenos de buen ánimo agradando a Dios, mientras vivamos en esta arca terrena y estemos dispuestos para salir con júbilo y vivir junto al Señor para siempre: “Así pues, siempre llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos desterrados lejos del Señor, caminamos en fe y no en visión. Pero estamos de buen ánimo y preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al Señor. Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarlo. Porque todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal” (2 Corintios 5,6-10).

Jesús, vuestro párroco