1 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 41

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (41)

Noé portero 3


Queridos hermanos:

La vigilancia es una virtud que desarrolló Noé para no dejar entrar aquello que el Señor no había ordenado. Y lo hizo por medio de la oración.

Una de las dificultades que nos encontramos nosotros en la vida espiritual es la falta de vigilancia o la negligencia del corazón. Necesitamos una humilde vigilancia.

La vigilancia nos ayuda en el “combate contra el yo posesivo y dominador” que quiere entrar y mandar en el arca. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica nº 2730). Por eso Jesús insistirá tanto en la vigilancia en relación a Él, a su venida en el hoy y a su última venida. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf Marcos 13, 33-37 y Lc 12, 35-40). La vigilancia es "guarda del corazón".  El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Co 16, 13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P 5, 8) (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2849).

La fe es como una lámpara que no debe apagarse (cf. ídem). Por eso la oración es el combate de la vigilancia, de mantener la lámpara de la fe, de estar unidos a Jesús: “velando en la oración es como no se cae en la tentación (como le dirá a San Pedro en Getsemaní cf. Marcos 14, 37-38) (cf. Catecismo de la Iglesia Católica nº 2612).

Jesús, vuestro párroco


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