21 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 59

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (59)


Los descendientes de Cam 2


Queridos hermanos: 

Una vez, en un claustro de profesores, se evaluaba a un alumno del cual todos los profesores decían: “nada. No hay nada que hacer con él.” Uno de los maestros, el profesor de religión, dijo: “¿Seguro que no hay nada que hacer?” Y les mostró una manzana podrida. La miraron con asco y le dijeron que, por favor, retirara aquello, que tirara aquello. Retirar y tirar. Sin embargo les dijo: “¿Piensan que no se puede hacer nada con esta manzana podrida?” Le dijeron que no. Y él les expuso que con las semillas de esa manzana se puede sacar simiente para plantar manzanos. Así hizo el Señor con los descendientes de Cam.

Jesús mismo encontrará en un centurión romano (ver Mateo 8, 5-13) y en una cananea (ver Mateo 15, 21-28) más fe que en muchos del pueblo semita, el pueblo de Israel.

Cuando Jesús fue a los suyos, al pueblo donde se había criado, a Nazaret, (Ver Lucas 4, 16-30) les puso el ejemplo de Elías que fue atendido por una viuda de Sarepta, que estaba en territorio de Sidón. Fuera, diríamos, de la jurisdicción y del poder del Dios de Israel. Pero el poder de Dios se extiende también a tierra extranjera (ver 1 Reyes 17,7-24). Esta viuda reconocerá en Elías: “«Ahora sé que eres un hombre de Dios, y que la palabra del Señor está de verdad en tu boca» (versículo 24).

Y Jesús pondrá también el ejemplo de Naamán, que es sirio, un general que ha quedado leproso, y que se curará por mediación de Eliseo (Ver 2 Reyes 5, 1-15).

Por eso dos consejos. Primero: ni te confíes por estar dentro del arca, por estar dentro de la Iglesia, o participar físicamente de los sacramentos o por tener buenas obras: “no te hagas ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán” (cf. Lucas 3,7).

Segundo: ni desesperes, pues Dios es capaz de sacar de las piedras hijos de Abrahán (cf. Lucas 3,8), y al acebuche u olivastro injertarlo para que participe de la raíz y de la savia del olivo (Romanos 11, 16-24).

Jesús, vuestro párroco

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