7 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 45

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (45)

El tiempo de la paciencia de Dios


Queridos hermanos:

El Señor dio un plazo, según los rabinos, entre la construcción del arca y el diluvio para que la gente se convirtiera. Es el tiempo de la paciencia de Dios. “Les doy un plazo de siete días; si se convierten, serán perdonados. (Targum).

Es el tema que aparece en la primera carta de San Pedro. Jesucristo desciende a los infiernos tras su pasión y muerte y, mientras su cuerpo reposa en el santo sepulcro, el Verbo (en el espíritu humano de Jesús) “en el espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en prisión, a los desobedientes en otro tiempo, cuando la paciencia de Dios aguardaba, en los días de Noé, a que se construyera el arca, para que unos pocos, es decir, ocho personas, se salvaran por medio del agua.” (1 Pedro 3,18-20).

Nosotros estamos en el tiempo de predicar la conversión… a todos los pueblos. Es la misión que Jesús encomendó a sus discípulos: “Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” (Lucas 24, 44-49).

Noé predicó a sus contemporáneos la justicia. San Pablo comenta que él mismo ha sido constituido por Dios heraldo (keryx, igual que Noé), apóstol y maestro (ver 1 Timoteo 2,1-8; 2 Timoteo 1,6-12).

Nuestra misión, como la de Noé es la de predicar el evangelio (ver 1 Corintios 9, 16-18).

Mientras, estamos pues en el tiempo de la paciencia de Dios:
“En los últimos días vendrán burlones con todo tipo de burlas, que actuarán conforme a sus propias pretensiones y dirán: «¿En qué queda la promesa de su venida? Pues desde que los padres murieron todo sigue igual, como desde el principio de la creación»*. Porque intencionadamente se les escapa que desde antiguo existieron unos cielos y también una tierra surgida del agua y establecida en medio del agua gracias a la palabra de Dios; por eso el mundo de entonces pereció anegado por el agua. (…) El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión. (…) Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables, y considerad que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación (2 Pedro 3, 3-6 y 9 y 14-15).

Jesús, vuestro párroco

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