21 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 60

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (60)

Santos confinamientos


Queridos hermanos:

No fue solamente el de Noé el único confinamiento santo en la historia de la salvación.
Pongamos algunos ejemplos:

Job estuvo confinado en una enfermedad muy penosa, pero al final de sus días el Señor le bendijo multiplicando los bienes que tenía antes de esa enfermedad: “El Señor bendijo a Job al final de su vida más aún que al principio. Llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil borricas. Tuvo siete hijos y tres hijas: la primera se llamaba Paloma; la segunda, Acacia; y la tercera, Azabache. No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre las hizo herederas, igual que a sus hermanos. Job vivió otros ciento cuarenta años, y conoció a sus hijos, a sus nietos y a sus biznietos. Murió anciano tras una larga vida” (Job 42, 12-16).

Daniel, el profeta, estará seis días en el foso de los leones donde habían siete leones que cada día comían dos cadáveres y dos carneros y que durante el confinamiento no recibieron alimento.
Es muy hermosa la ayuda que Daniel recibe del Señor por medio de otro profeta, Habacuc. Éste está preparando un cocido para llevarlo a los segadores cuando el Señor lo llevó por los pelos hasta donde estaba Daniel para que recibiera alimento. No fue devorado y encima tuvo una experiencia de providencia y delicadeza del Señor. (Ver Daniel 14, 31-42).

El mismo San Pablo vivirá un tiempo encarcelado por dar testimonio de Cristo y de la resurrección. Puedes leer el momento en que Pablo es arrestado (Hechos de los Apóstoles 21, 27-40. Si tienes tiempo es muy interesante leer el Discurso que Pablo hizo a los judíos de Jerusalén tras su arresto en Hechos 22 y la escena de su defensa ante el Sanedrín en Hechos 23).
Cuando San Pablo escribe a Timoteo está preso en Roma. Pero aunque está entre cadenas como un malhechor, la Palabra de Dios no está encadenada (ver 2 Timoteo 2, 8-13). Nosotros diríamos: la Palabra de Dios no está confinada, vuela como la Paloma del arca, y ya ningún arca podrá detenerla para llegar a los confines de la tierra.

El confinamiento puede traer abundantes gracias de intimidad en la oración (es el “entra en tu aposento, cierra la puerta, ora a tu Padre” de Mateo 6,6), de alabanza y gratitud como los tres jóvenes en el horno encendido (Daniel 3, 24 y 51-90), de incremento de amor a Dios y al prójimo… Somos, como dice Zacarías, “prisioneros de la esperanza” (Za 9, 12). Prisioneros, sí. Con libertad restringida. Pero alimentando la esperanza.

Jesús, vuestro párroco

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