11 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 49

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (49)

¿Hubo críos o crías en el arca de Noé?


Queridos hermanos:

¿Hubo algún parto en el Arca? En todo un año que estuvieron ¿nació algún niño o hubo alguna cría de algún animal?

Este detalle no lo desarrolla el libro del Génesis en los capítulos que hablan del Diluvio. Solamente se hace alusión a los hijos de Sem, Cam y Jafet en Génesis 10, 1-32: “Estos son los descendientes de los hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, nacidos después del diluvio.” (Génesis 10,1). Dice el texto “nacidos después del diluvio”. No especifica si dentro o fuera del arca. Pues el diluvio duró cuarenta días y el confinamiento en el arca un año y diez días, desde el 17 del mes segundo del año 600 de la vida de Noé al 27 del mes segundo del año siguiente (ver Génesis 7,11 y 8, 14-15). Un año da para que los matrimonios tuvieran alguna relación fecunda o entre los animales que eran pareja.

Esto el libro del Génesis no lo resuelve. Pero sí el libro de Isaías en que, sin hacer mención de Noé y su arca, menciona la vida de los animales dentro de esa arca, como si fuera un nuevo jardín de Edén, y habla de crías y de un muchacho y de un niño:

“Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey, comerá paja. El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid” (Ver Isaías 11, 1-9). Y como las aguas colmaron todo para destrucción y muerte, ahora “está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar” (versículo 11,9).

Los niños son necesarios en cualquier comunidad cristiana. Necesarios para la generación más mayor que puede alabar al Señor como indica el salmo: “los viejos junto con los niños” (ver Salmo 148). Los ancianos pueden servir de puente a la siguiente generación transmitiendo la fe, con sus narraciones, y su sabiduría, con sus palabras, o sus caricias o su sola presencia, pueden ayudar a los niños a reconocer que la historia no comienza con ellos, que no son los dueños de la realidad, que son herederos de un viejo camino y que es necesario respetar el trasfondo que nos antecede (cf. Francisco. Amoris Laetitiae nº 192-193).

“Jesús llega al punto de presentar los niños a los adultos casi como maestros, por su confianza simple y espontánea ante los demás: « En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos» (ver Mateo 18,1-5) (cf. Francisco. Amoris Laetitiae nº 18).

Jesús, vuestro párroco

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