11 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 51

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (51)

Como la ramita de olivo en el pico de la paloma


Queridos hermanos:

La rama de olivo fue llevada por el pico de la paloma al arca, que tras tanto tiempo confinado, ansiaba tener una buena noticia. Noé y su familia esperaban la buena noticia de la tierra seca y por tanto habitable.
El cristiano está llamado a ser como esa rama de olivo. Está llamado a ser llevado por el Espíritu Santo al lugar que necesita escuchar el Evangelio de la esperanza.

Es así como se desplazará Felipe, el diácono. El Espíritu Santo le llevará hasta la carroza de un hombre que ha perdido la esperanza. La busca, pero no tiene quién le guíe. Es un etíope, eunuco (castrado y sin poder ser padre), intendente o tesorero de la Reina Candaces, que ha peregrinado a Jerusalén. Ha obtenido un rollo de Isaías y va leyendo: “Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra (Isaías 53, 7-8). Felipe será el que lleve la esperanza a este hombre anunciándole la Buena Nueva de Jesucristo. Tras recibir el bautismo, Felipe es arrebatado a otra misión (ver Hechos de los apóstoles 8, 26-40). Y es que Felipe es dócil al Espíritu Santo, no le ofrece resistencia y pesa poco para poder ser trasladado a donde quiera.

Se ha vuelto espiritual por operarse en él un nuevo nacimiento que lo hace como el viento para ser llevado por el Espíritu Santo. A esto hizo mención Jesús en ese diálogo nocturno con Nicodemo: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu” (ver Juan 3, 1-8).

El bautismo hace de nosotros hijos de Dios. Y, como dice San Pablo, “Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios” (ver Romanos 8, 14-17).

Jesús, vuestro párroco

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