17 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 56

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (56)

Cam vio la desnudez de su padre


Queridos hermanos:

Cam, tras salir del arca, verá la desnudez de su padre (ver Génesis 9, 18-27). Para entender la gravedad de este pecado hace falta la luz de este otro texto: “No hagáis lo que se hace en la tierra de Egipto, donde habéis habitado, ni lo que se hace en la tierra de Canaán, a donde os llevo; no sigáis sus costumbres (…) No descubrirás la desnudez de tu padre y de tu madre. Es tu madre; no descubrirás su desnudez. No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre: es la desnudez de tu padre. No descubrirás la desnudez de tu hermana por parte de padre o por parte de madre, nacida en casa o fuera de ella…” (ver Levítico 18, 1-30).

Son los pecados de Egipto, de Canaán, de Sodoma o Gomorra, descendientes todos de Cam. Sobre todo hace referencia a los desórdenes en el ámbito de la sexualidad.

Hoy es muy fácil ver la desnudez de una persona… a través de la pornografía.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“La pornografía consiste en dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibiéndolos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es una falta grave. Las autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de material pornográfico” (nº 2354).

Cam se ha degradado a puro «sexo», Cam ha convertido su propio cuerpo o el de su padre en mercancía, en simple «objeto» que se puede comprar y vender (cf. Benedicto XVI. Deus Cáritas est nº 5. Aquí sustituyo el eros de que habla el Papa por la figura de Cam). Será largo el camino que tendrá que recorrer el Señor con Cam para purificarlo y elevarlo. Para descubrirle que su cuerpo es templo del Espíritu Santo (ver 1 Corintios 3, 16-17 y 1 Corintios 6, 12-20) y que estamos llamados a la santidad. Hará falta toda una historia de salvación para que un gentil, un pagano, un cananeo (descendiente de Cam), descubra que el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Que no es buscarse a sí mismo o vivir para sí mismo, buscar ser feliz sea como sea, sino buscar “más bien el bien del amado”. Descubrirá, por la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, - que se compara al camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando así fruto abundante-, que el amor se convierte en renuncia y está incluso dispuesto al sacrificio por la persona amada. Que el amor no es un arrebato momentáneo, sino un camino permanente, un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí.  (Cf. Benedicto XVI. Deus Cáritas est nº 6).

Jesús, vuestro párroco


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