22 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 62

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (62)

El trabajo en el arca

 

Queridos hermanos:

 

Al principio de la estancia en el arca, los que formaban parte de esa tripulación (Noé y su esposa, Sem y su esposa, Cam y su esposa y Jafet y su esposa), pudieron estar asustados, temerosos, con incertidumbre y bastante inseguridad…. Una vez comenzó la lluvia torrencial, tantos días lloviendo, el movimiento en el interior del arca pudo provocar mareos, vómitos y una cierta angustia. Los primeros días debieron ser muy difíciles. Pero pronto se dieron cuenta que se tenían que organizar, pues tenían a su cargo las vidas de todo un zoológico. Y había que atender, alimentar, limpiar a los animales. Y cuando uno está ocupado no tiene tiempo de estar pendiente de sí mismo.

 

Ciertamente nuestro confinamiento ha podido hacernos descubrir la parte más salvaje de uno mismo. A lo mejor entraste como Noé y te has ido descubriendo un poco oso perezoso que practica el duerming y el siesting y el noning, o un poco avestruz que se esconde practicando el queseapañing o el escaqueing. Quizá te has parecido al camaleón, (un poco por cama, un poco por león), y has practicado respecto a la oración y la escucha de la Palabra de Dios y la misma Eucaristía el nofafalting (también llamado nohacefalting). Sería interesante ver con qué animal te podrías identificar en este tiempo de confinamiento.

Uno de los enemigos principales de la vida en el arca es la pereza.

 

El libro de los proverbios presenta como imagen de laboriosidad a la hormiga (Ver Proverbios 6, 6-11), advirtiendo que la pereza abre la puerta a la miseria.

 

Y es que la pereza es una forma de robo: “El ladrón, que no robe más; sino que se fatigue trabajando honradamente con sus propias manos para poder repartir con el que lo necesita.” (Efesios 4, 28). Igual que la vanidad o vanagloria le roba la gloria a Dios, la pereza roba el tiempo que debemos a Dios y a los demás.

La comunidad cristiana de Tesalónica recibió una carta de San Pablo en la que les hablaba de la Venida del Señor: “vosotros sabéis perfectamente que el Día del Señor llegará como un ladrón en la noche” (1 Tesalonicenses 5, 2). Algunos de la comunidad entendieron la venida del Señor como inminente, de tal forma que dejaron de trabajar y se dedicaron a la contemplación. Y como el Señor se retrasaba empezaron a no hacer nada y metiéndose en todo. Así que San Pablo tuvo que escribir otra carta para dirigirles una palabra al respecto de ese desorden que se había creado, dándoles la regla de oro del trabajo cristiano: “si alguno no quiere trabajar, que no coma.” Aquí San Pablo une admirablemente a Marta y a María: “En nombre del Señor Jesucristo, os mandamos, hermanos, que os apartéis de todo hermano que lleve una vida desordenada y no conforme con la tradición que recibió de nosotros. Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros. No porque no tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar. Además, cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere trabajar, que no coma.  Porque nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo. A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan. Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de hacer el bien.” (2 Tesalonicenses 3, 6-13).

Jesús, vuestro párroco

 

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