4 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 43

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (43)

Noé portero, heraldo y oveja del rebaño


Queridos hermanos: 

Antes de subir al arca Noé utilizó el tiempo entre el anuncio del diluvio y su cumplimiento (además de para construir el arca) para predicar la justicia a sus paisanos.

Noé, es verdad, es muy poco hablador en el Génesis. Apenas dirige unas pocas palabras al final. Pero la tradición en el Nuevo Testamento presentará a Noé como “predicador de la justicia” (ver 2 Pedro 2,5). 
San Clemente Papa, en su primera carta, dirá: Noé predicó la penitencia y los que le escucharon se salvaron (VII, 6), y también: “Noé, encontrado fiel por su servicio, anunció al mundo la regeneración, y el Señor salvó por medio de él lo que entró con él en comunión de vida (IX, 4). (cf. François Castel. Comienzos. Los once primeros capítulos del Génesis. Ed. Verbo Divino. Págs. 114-115)

Noé aparece como un heraldo. Y utiliza la palabra griega “keryx”, emparentada con la palabra hebrea “qara” y con “karuh”, que significa cantor. Un heraldo es aquella persona que por encargo del príncipe  o del Estado vocea o canta la noticia encomendada. El verbo griego “kerysso” designa la actividad del heraldo: vocear, hacer resonar la voz, promulgar. La palabra kerygma está sacada de ahí, significa “predicación”.

Es lo que hará San Pedro el día de Pentecostés: predicar, llamar a conversión e invitar a salvarse de una generación perversa (ver Hechos de los apóstoles 2, 14a. 36-41).

Ahora bien, ¿podría uno predicar solamente con los labios y no acompañar lo que dice con su vida? Estamos llamados también a unirnos de tal modo a Cristo que sigamos su ejemplo (ver 1 Pedro 2, 20b-25).
Cuando Noé y su familia subió al arca no subió a una embarcación, a un bote grande o a un barco. Subió a una cesta gigante. Una cesta que flota, sin timón, y sin tripulación que la dirija y gobierne. Esta cesta (tevah) era guiada y gobernada solamente por la mano del Señor. De alguna forma esto mismo es lo que experimentan las ovejas de este rebaño que tiene al Señor como pastor. Estar dentro de la Iglesia es lo mejor que nos ha pasado: El Señor es mi pastor, nada me falta (ver Salmo 23 (22).

Estos días pasados hemos hablado de Noé como portero. Noé es el guarda que abre la puerta al Pastor de todos los animales, al Pastor y guardián de nuestras almas, el que ha preparado a todos (su familia y los animales) para que escuchen la voz el Pastor (Ver Juan 10, 1-10). Noé no ha sustituido al verdadero guardián y pastor de nuestras vidas.

Jesús, vuestro párroco

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