23 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 125.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (125)

Sobriedad, vigilancia, perseverancia

 

Primera carta de San Pedro (4)

 

Queridos hermanos: 

 

Son muchas las invitaciones que San Pedro nos va haciendo en el ocaso de su vida, antes de su martirio. También nos las hace a nosotros: Seamos humildes (5, 5-6). Confiemos a Dios nuestras preocupaciones (5,7). Seamos sobrios y velemos (5,8). Ante las asechanzas del diablo, león rugiente (5,8), resistamos firmes en la fe (5,9). Perseveremos en la verdadera gracia de Dios (5,12).

 

Y tras breves sufrimientos, el Dios de toda gracia os restablecerá, os afianzará, os robustecerá, os consolidará (5,10). Cuatro verbos: restablecer, afianzar, robustecer, consolidar. Quizá ayude pensar en la fractura de una pierna o de un brazo para entender la importancia que tienen esos cuatro verbos. Tras la fractura deseamos que ese brazo o esa pierna se restablezcan. Es más, se afiancen. Pues tras la fractura perdemos confianza en la movilidad de ese miembro. Y aún más. Se robustezca. Eso sin duda ya es un gran avance. Un miembro fracturado que ha sido restablecido y afianzado ahora tiene fuerza, está robusto. Y aún más: consolidado, esto es, un miembro fuerte que persevera su robustez con el tiempo.

 

Pues bien. Las pruebas vividas en la fe, el sufrimiento vivido en la humildad y la oración confiada, el descansar las preocupaciones en el Señor, nos hará más fuertes y consolidados en su gracia. San Pedro no desea otra cosa que sostener a los cristianos en medio de las tribulaciones y tormentas que golpean el cestillo de la Iglesia. En concreto, las incipientes persecuciones. El ser perseguido es una de las causas de abandonar la fe y dejar de perseverar. Recordad la parábola del sembrador: “Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe” (Mateo 13, 20-21). Pero “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?,¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; como está escrito: Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado” (Romanos 8, 35-37).

 

Jesús, vuestro párroco

 

 


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