20 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 118.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (118)


La generación del Diluvio 5: 

Dejó de invocar el nombre de Dios 

 

Queridos hermanos: 

 

El Abad Evagrio fue a buscar al El Abad Macario atormentado por los pensamientos y las pasiones del cuerpo y le dijo: «Padre mío, dime una palabra y viviré». Macario respondió: «Amarra la cuerda del ancla a la piedra y, por la gracia de Dios, la barca atravesará las olas diabólicas de este mar de decepciones y el torbellino de tinieblas de este mundo vano». Evagrio pregunto: «¿Cuál es la barca, cuál es la cuerda, cuál es la piedra?». El Abad Macario dijo entonces: «La barca es tu corazón, guárdale. La cuerda es tu espíritu, átalo a nuestro Señor Jesucristo que es la piedra que tiene poder sobre todas las olas diabólicas que combaten los santos ya que no es fácil decir a cada respiración: 'Señor Jesucristo ten piedad de mí; yo te bendigo mi Señor Jesús, socórreme'. El pez que lucha contra las olas será apresado sin saberlo, mientras que, permaneciendo firmes en el nombre salvador de nuestro Señor Jesucristo, él tomará al diablo por la nariz a causa de lo que nos ha hecho. Mas nosotros, los débiles, sabremos que el auxilio provino de nuestro Señor». (La Filocalía. El ciclo copto de Macario el Grande).

 

La generación de Noé se soltó de la Roca que es Cristo. Dejó de invocar el nombre del Señor. Nosotros, en cambio, invoquemos el Nombre del señor, pues “todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Romanos 10,13).

 

Hermanos, “ensalcemos juntos su nombre” (Salmo 34 (33), 4). Una invocación muy sencilla es esta: "Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ¡Ten piedad de nosotros, pecadores!" Conjuga el himno de Filipenses 2, 6-11 con la petición del publicano y del mendigo ciego (cf Lucas 18,13; Marcos 10, 46-52). 

 

Mediante ella, el corazón está acorde con la miseria de los hombres y con la misericordia de su Salvador. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica nº 2667).

 

“La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en "palabrerías" (Mateo 6, 7), sino que "conserva la Palabra y fructifica con perseverancia" (cf Lucas 8, 15). Es posible "en todo tiempo" porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús.” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2668).

 

Jesús, vuestro párroco

 


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