10 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 111.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (111)

El enfado de Caín 4. El Camino sale a buscar al errante Caín

 

Queridos hermanos:

 

Detengámonos un momento en la expresión: “Andarás errante y perdido por la tierra [«na wanad»]” (Génesis 4,12).

 

De Noé dice la Sagrada Escritura: “Noé siguió los caminos de Dios” (Génesis 6, 9). La Biblia de Jerusalén traduce “Noé andaba con Dios”. En cambio, de Caín, tras asesinar a su hermano Abel, el Señor le dice: “Andarás errante y perdido por la tierra” y concluye la escena diciendo: “Caín salió de la presencia del Señor”  (Génesis 4, 9-16). El asesinato mata la vida eterna dentro de uno (véase 1 Juan 3,11-18). Y hace que la persona vague sin rumbo, no tiene camino y no tiene más meta que la muerte. Es lo contrario de un peregrino, que tiene camino y meta.

 

“El hombre culpable de una muerte huirá hasta la tumba; ¡que nadie le detenga! (Proverbios 28,17). Su vida será un vivir para sí mismo y un huir continuo. Para quien no sabe adónde va todos los vientos son contrarios.

 

El cuervo del arca de Noé es semejante a Caín. El relato del Génesis indica que el cuervo andaba de aquí para allá hasta que se secaron las aguas de sobre la tierra (Génesis 8,7). Este texto nos recuerda a dos pasajes que se encuentran en la Sagrada Escritura. El primero en el libro de Job cuando Dios le pregunta al Satán, el acusador, ¿de dónde vienes? y el acusador responde: De aquí para allá «de dar vueltas por la tierra; de andar por ella» (Job 1,7 y 2,2).

 

En la primera carta de San Pedro (1Pedro 5,8), éste dice que el adversario ("el satán") anda como un león rugiente buscando en toda la tierra a quien devorar, y el concepto es el mismo. Rondar, ir de aquí para allá, buscando a quien devorar. (cf. http://institutumjudaicum.weebly.com/noacuteaj---la-paloma-y-el-cuervo.html).

 

El Señor desea nuestro retorno: “Si quieres volver, Israel, vuelve a mí —oráculo del Señor—. Si apartaras de mí tus abominaciones, no tendrías que andar extraviada” (Jeremías 4,1). Y podemos preguntarnos con San Pablo: “¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 8, 24). Parafraseando a San Pablo, en el contexto de lo que estamos comentando, podemos preguntarnos: ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de huida, que me lleva a huir de ti y me hace andar errante, vagabundo, extraviado, perdido? “¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 8, 24).

 

Para rescatar de la vida sin sentido que solo hace que dar vueltas en torno a uno mismo, a sus gustos y complacencias, huyendo del encuentro, escapando de la mirada de Dios, Jesús se ha hecho Camino (ver Juan 14,6). Es un Camino que ha salido a nuestro encuentro, es un Camino que ha salido a buscar al errante, perdido, vagabundo. Un Camino que donde no había camino (la muerte) ha resucitado y ha abierto un camino, ha abierto un puente, es el Sumo “Pontífice”, es decir, Hacedor de Puentes. Donde no hay camino abre camino. No solo abre camino ante la muerte. Abre camino al duro de corazón con su ternura y paciencia. Abre camino al pecador con su misericordia. Abre camino al que está enfrentado a su hermano con el regalo del perdón. Abre camino al desanimado con su esperanza y consuelo. Pidamos la gracia de que el Camino Jesús nos haga volver al camino y así caminemos por sus sendas. Y seamos como Noé o como muchos justos que vivieron y anduvieron con Dios. Fueron sus amigos, anduvieron con Dios y siguieron sus caminos.

 

Jesús, vuestro párroco

 

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