7 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 108.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (108)

El enfado de Caín 1

 

Queridos hermanos:

 

El Génesis nos ofrece el crecimiento espiritual de Eva solamente mirando los nombres que pone a sus hijos.

“Adán conoció a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín. Y ella dijo: «He adquirido un hombre con la ayuda del Señor»” (Génesis 4,1). Caín se relaciona con un verbo que significa adquirir, comprar, conseguir, poseer. Esto mismo se desarrollará en la personalidad de Caín, que tendrá afán de poseer. Su vida hace presente un puño que atrapa su presa, su pertenencia. La codicia está rondando buscando devorar a Caín. No es de extrañar que el Señor le diga: “el pecado acecha a la puerta y te codicia, aunque tú podrás dominarlo.” (Génesis 4,7).

 

“Después dio a luz a Abel, su hermano” (Génesis 4,2). Abel significa, en cambio, humo vanidad, viento, suspiro, vacío, nada, algo que no se puede atrapar con la mano. “Hebel hebelim”, dirá Qohelet, “Vanidad de vanidades” (Qohelet 1,1). Eva ya se ha dado cuenta de que a una persona no se la puede atrapar. Y que la propia vida no se puede atrapar. Se te escapa.

 

La codicia consiste en intentar retener en la mano… humo. Es decir, los bienes, el dinero, las personas, los afectos, la belleza, la juventud, la vida… Por eso la codicia es vanidad. Es un necio quien se fatiga para retener viento (ver Qohelet 5, 9 y 14-16). Es mejor fatigarse para Cristo, para su gloria, anunciando el evangelio (cf. 1 Tesalonicenses 2,8-9).

 

Con esas perspectivas vitales Adán y Eva, para educar a sus hijos, lo mejor era evitar que se enfrentaran. Y así: “Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba el suelo.” (Génesis 4,2). Uno ganadero y el otro agricultor. Así no están juntos y no se pelean. No han aprendido el arte de vivir y de con-vivir, pues no tienen la Vida dentro.

 

El nombre del tercer hijo pondrá de manifiesto que Eva ha aprendido humildad: “Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo: «Dios me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, asesinado por Caín»” (Génesis 4,25). Eva ya ha descubierto que la vida es un don de Dios, “Dios me ha dado”. Ha perdido dos hijos en un día: uno por asesino, otro asesinado. Ya no es una adquisición, un apoderamiento, o pura vanidad sin sentido. La vida es un don. Y las manos, más que apretar para atrapar o desesperanzarse atrapando vientos, están hechas para abrirse al don. No es de extrañar que el texto diga a continuación algo sobre el nieto de Eva: “A Set le nació también un hijo, que se llamó Enós. Por entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor” (Génesis 4,26). Cuando se descubre la vida como un don que se nos da, que se nos revela, la respuesta es la oración que invoca el nombre del Señor. La esperanza estaba sembrada. ¿Por mucho tiempo?

 

Jesús, vuestro párroco

 

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