14 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 115.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (115)

La generación del Diluvio 2. La injusticia.

 

Queridos hermanos: 

 

La generación del Diluvio desapareció bajo las aguas. “Era mucha la malicia del hombre en la tierra”, “toda la traza de los pensamientos de su corazón era de continuo solo mal” (Génesis 6,5).

 

La segunda expresión de esta mala inclinación fue que aparecen como injustos, como personas que no andan con Dios, que lo han abandonado. Noé, en cambio aparece ante el mundo como justo (7,1), perfecto, que camina en compañía de Dios (6,5). 

 

Detrás de todo esto está la actitud arrogante ante Dios: el menosprecio de Dios (ver Job 21, 9-15). La iniquidad ocupó el lugar del juicio y la justicia a la que se sumó el desprecio de Dios, principio de justicia. (Cf. Lorena Miralles Maciá. La generación del diluvio según la descripción del Midrás Levítico Rabbá. Sefarad. Vol. 67:2, julio-diciembre 2007).

 

Es interesante leer los primeros tres capítulos de la carta de san Pablo a los Romanos a la luz de esa generación injusta. San Pablo describe perfectamente a los injustos de su generación: “llenos de toda clase de injusticia, maldad, codicia, malignidad; henchidos de envidias, de homicidios, discordias, fraudes, perversiones; difamadores, calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, crueles, despiadados” (Puedes leer Romanos 1, 18-32 y ver el parecido con la generación de Noé y con nuestra generación).

 

Una expresión fuerte que utiliza San Pablo es ésta: “La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que tienen la verdad prisionera de la injusticia.” (Romanos 1,18). Lo que dice San Pablo es verdad. Pero, ¡atención!: El planteamiento de San Pablo y el de la Iglesia no es el de juzgar o condenar a los que así viven. En ese caso nos pasaría como dice San Pablo: “al juzgar a otro, a ti mismo te condenas” (Romanos 2,1). Unos son condenados por su injusticia (ver el texto ya citado de Romanos 1, 18-32) y otros por juzgar a los que cometen tales actos de injusticia (leer Romanos 2, 1-10 y 17-24).

 

Por eso es tan importante el anuncio del Evangelio, que hace justos a los gentiles y también a los judíos que juzgan. Por la fe en el Evangelio proclamado se justifica a los que cometen injusticias y a los que juzgan a los que tales cosas cometen (ver Romanos 1, 16-17). 

 

Dios es fiel. Si los que deberían obrar con misericordia no lo hicieron ¿Dejará por eso de ser Dios fiel y misericordioso? Tanto judíos como griegos, todos están bajo el pecado (Romanos 3,9). “Pero ahora, sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los Profetas; justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues no hay distinción, ya que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo Jesús.” (Romanos 3,21-23)

 

Se nos invita a la conversión, a salir de la injusticia, o de la propia justicia, a no condenar para no ser condenados (ver Lucas 6,37), pues Jesús no ha venido a condenar al mundo, sino para salvar al mundo (ver Juan 12, 44-50).

 

Jesús, vuestro párroco

 

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