16 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 116.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (116)


La generación del Diluvio 3. 

La violencia. La persecución del justo

 

Queridos hermanos: 

 

La tercera expresión de esta mala inclinación de la generación de Noé fue la aparición de la violencia: “la tierra se llenó de violencia” (Génesis 6, 11 y 13). Es verdad que el texto del Génesis no desarrolla con detalle estos actos desordenados, injustos, violentos. Serán los maestros rabinos los que van desarrollando todo esto. Así, la injusticia, fruto del no andar con Dios, ha llevado siempre a la persecución del justo: Caín persiguió a Abel, Nimrod persiguió a Abraham, los filisteos a Isaac (Ver Génesis 26,12-25).

 

Noé fue perseguido por sus contemporáneos. Según los rabinos, la generación de Noé ha pasado a la historia como modelo de perversión, injusticia, impiedad, merecedoras de un castigo ejemplar.

 

Los perseguidores del justo siempre encontraron su castigo: La generación de Noé, el Diluvio. La generación de Nemrod, prepotente, constructor de la Torre de Babel, que promovió la idolatría y la rebelión contra Dios, fue dispersada en confusión de lenguas.

 

También la generación de los egipcios que persiguieron a los israelitas y perecieron tantos los primogénitos en la 10ª plaga, como los que no lo eran en las aguas del Mar Rojo.

 

En cada generación se cumple lo que dice el texto: Sabiduría 2, 1 y 12-22.

 

Y Jesús mismo expresará esto en la bienaventuranza: “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos… de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.” (Ver Mateo 5, 10-12).

 

Entonces ¿por qué no destruye cada generación como hizo con la de Noé?

 

Noé, Israel, los justos de cada generación, son como un lirio entre espinas (Cantar de los Cantares 2,2). Cuenta los rabinos la parábola de un rey que tenía un huerto con distintos frutales y que lo confió a un arrendatario. Tras un tiempo fue a verlo y lo halló lleno de «espinas y guijarros», de manera que decidió arrasarlo. Pero, al encontrar en él una rosa y olerla, se calmó y salvó todo el huerto. Así se explica por qué Dios quiso preservar el mundo de la destrucción gracias a Jesucristo, gracias también a la Virgen María, que es como esa rosa en el huerto del rey.

 

(Cf. Lorena Miralles Maciá. La generación del diluvio según la descripción del Midrás Levítico Rabbá. Sefarad. Vol. 67:2, julio-diciembre 2007).

 

Jesús, vuestro párroco

 

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