5 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 106.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (106)

El enfado de Jonás, como el enfado de Sem ante la conversión de Cam.


Queridos hermanos:

Jonás, que significa paloma en hebreo, que vive en la Casa del Padre, que siempre está con el Señor y que todo lo del Padre es suyo, se muestra, curiosamente, como lo contrario que es Dios, que es paciente y misericordioso.

El Señor envía a Jonás a predicar la conversión a una ciudad de un país extranjero y enemigo de Israel: Nínive, capital de Asiria. Jonás se escapa hacia las playas españolas (hacia Tarsis). (Jonás 1) [Seguramente aprovechando el fin del confinamiento].

Tras su pase por el vientre de la ballena (Jonás 2) se pone a predicar la conversión con bastante desgana: ¡Dentro de 40 días Nínive será destruida! (ver Jonás 3, 1-4). Ni un atisbo de misericordia, de Buena Noticia, de manifestación del amor de Dios, de su bondad. Solamente la expresión seca de la destrucción en un plazo de tiempo no muy largo. Un mes y diez días. Y la sorpresa viene cuando en un solo día de escuchar esta tremenda noticia todo el pueblo se convierte (ver Jonás 3, 5-9). Y el Señor no ejecutó la destrucción de Nínive (ver Jonás 3, 10).

Y ahora viene el enfado de Jonás y su oración recriminatoria al Señor (Jonás 4, 1-3). El Señor, [como hizo con Caín que estaba furioso, enfadado y abatido por no haber sido acogida su ofrenda, el Señor salió a hablarle (Génesis 4, 5-7), como salió a buscar al hermano mayor de la parábola], también salió a hablar a Jonás: ¿Por qué tienes ese disgusto tan grande? (Jonás 4,4). Y Jonás no contesta. Sale de la ciudad, se pone cómodo [se hizo unas palomitas, para entendernos] y se pone a esperar la destrucción de Nínive (Jonás 4, 5). Jonás, como Caín, no tiene amor a las personas. Sólo se ve a sí mismo como el que cumple. Y los demás son los que no cumplen. Como el fariseo.
A Jonás le ha pasado como a Juan y Santiago antes de su conversión que, ante la no acogida que les dio un pueblo samaritano, dirán a Jesús: “«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y los regañó.” (Lc 9,54-55).

Y viene la escena del ricino, un árbol que da sombra a Jonás, un gusano que daña al ricino hasta que éste muere y un viento del desierto y una calor y el sol dándole en la cabeza a Jonás que casi pilla una insolación (ver Jonás 4, 6-8). Y Jonás se desea por cuarta vez la muerte. La primera cuando pide que le arrojen en el mar (1,12), la segunda (4,3); la tercera (4,8). La cuarta con su disgusto de muerte (4,9).

Dios Padre está intentando que Jonás experimente en su carne el fuego que desea para Nínive. Y espera que del corazón de Jonás salga la compasión hacia los pecadores y alegrarse de su conversión.
El Señor llama a la conversión a los ninivitas... y a Jonás; al hijo menor... y al mayor; a Cam... y a Sem, a los gentiles... y a los judíos (ver Romanos 11,30-33); a “ese” [hermano, hijo, esposo, cuñado, yerno...]... y a ti.

Jesús, vuestro párroco

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