24 de junio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 95

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (95)

El enfado del hijo mayor: los años de servicio

 

Queridos hermanos:

 

Vamos con los argumentos que esgrime el hijo mayor contra el Padre de la parábola:

 

Se coloca como hijo cumplidor que merece mejor paga: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya” (15,29).

 

En primer lugar, le dice al Padre: “mira”. Le está llamando ciego. Que no ve la realidad. Y él, cumplidor empedernido, esclavo del perfeccionismo, que no tiene la perfección de la caridad y la misericordia y la alegría, viene como luz a iluminar a su Padre: “mira”.

 

Se parece a los obreros contratados de la viña, que han recibido como paga un denario, que es en lo que se habían ajustado con el amo. Pero ellos tienen el pensamiento de que, habiendo trabajado más, más paga merecen (ver Mateo 20, 1-16).

 

Su servicio es un “aquí estoy”, un “heme aquí”, entendido como un “aquí estoy… yo”. En realidad el hijo mayor no rechaza el servicio. Pero un servicio según el propio criterio. Sirve de manera que el Padre se convierte en su deudor, en su siervo, que le debe algo. Y donde el que no sirve (su hermano) es condenado.

Pensemos si no podría ser éste uno de los motivos para hacer insoportable la vida al hermano menor y que éste deseara marcharse de la casa del Padre.

 

De alguna forma le está diciendo al Padre: yo no soy como ese hijo tuyo… yo sirvo…, no digo a nada que me mandas que no… yo no me he ido…, pero sirvo… como yo quiero servir, sirvo según mis propios planes. No se da cuenta de que es padre de sus obras y reclama un premio: el ternero cebado debe ser para mí y para mis amigos. Yo me lo merezco. En eso se parece a Satanás. Que también sirve según su criterio y se hace a sí mismo padre de sus obras (ver Juan 8,44).

 

Es un milfaenes, “en tantos años como te sirvo”, dice. Pero vive no como un hijo, sino como un esclavo. No ha descubierto que él es hijo. Dentro de la casa es más difícil ver la sutil esclavitud del orgullo, de la soberbia.

 

Dice el Eclesiástico: “Perdiz cautiva en jaula es el corazón del orgulloso: un espía al acecho de tu caída. Trama insidias cambiando el bien en mal, y deshonra las cosas más dignas” (Eclo 11, 30-31).

 

Así también, el hijo mayor, cambia un bien, como es el servicio en la casa del Padre, en un mal, deshonrando la dignidad del servicio prestado, al convertir su servicio en mirada que indaga como un espía al que no hace ese servicio. Su pecado es estar sirviendo sin amor y convertir el servicio en acusación al Padre y al hermano. Es un hijo sin padre ni hermano. (Cf. Alessandro Pronzato. Las parábolas de Jesús).

Se gana la vida sin necesidad del Padre, sin necesidad de la gracia, solo cumpliendo. Vive sin estar entrañablemente unido a su Padre. Hace el bien según su propia regla. Exige el pago de lo realizado. En realidad a quien ama es al dinero, lo que realmente desea es un cabrito para tener una fiesta con sus amigos (Lucas 16, 14-15). Cuanto amor el del Padre que también salió a buscar a este hijo.

 

Jesús, vuestro párroco

 

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