10 de junio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 81

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (81)

Los sarmientos de la Vid
 
Queridos hermanos:
 
El sarmiento es el vástago de la vid, largo, delgado, flexible y nudoso de donde brotan las hojas, los zarcillos y los racimos. Jesús no dice: “Yo soy el tronco y vosotros los sarmientos”. Dice: “Yo soy la Vid”. Y los sarmientos también son vid. Es la imagen que utiliza el evangelista San Juan. San Pablo utilizará la imagen del Cuerpo (1 Corintios 12, 12-30): la mano es cuerpo, el ojo es cuerpo… Ambas imágenes (la vid, el cuerpo) expresan lo mismo con matices riquísimos cada uno.
 
Al estar unidos los sarmientos a la vid, los sarmientos también participan de esa amistad o unidad. Pues no puede estar un sarmiento, unido a la vid, si no lo está también a los demás sarmientos. La alegoría de la Vid y los sarmientos es una imagen bellísima de la Iglesia.
 
Sobre la amistad entre los sarmientos, San Ambrosio, escribió lo siguiente: “Ciertamente consuela mucho en esta vida tener un amigo a quien abrir el corazón, desvelar los propios secretos y manifestar las penas del alma; alivia mucho poseer un hombre fiel que se alegre contigo en la prosperidad, comparta tu dolor en la adversidad y te sostenga en los momentos difíciles. ¡Qué hermosa es la amistad de los tres muchachos hebreos! Ni siquiera la llama del horno fue capaz de separar sus corazones. (...) ¿Qué es el amigo sino un amable compañero con quien te unes íntimamente hasta fundir tu alma con la suya y constituir un solo corazón? En él te abandonas confiadamente como a otro yo, de él nada temes, y nada inconveniente le pides para ti mismo” (San Ambrosio. Sobre la amistad. Los deberes de los ministros, III).
 
¿Quieres saber si ese que consideras amigo lo es en verdad? Es un amigo el que te acompaña o anima a la oración, a pedir perdón, a celebrar la Eucaristía, el que te dice la verdad, el que permanece contigo en medio del fracaso, la debilidad o el pecado, el que te anima, te corrige, te estimula a permanecer fiel en la dificultad o persecución, como los tres jóvenes Ananías, Azarías y Misael, que permanecieron unidos en el horno encendido. El que te anima a emborracharte o a pecar o a dejar tus obligaciones o alejarte del Señor o de la Iglesia no es amigo. Será colega o compañero o lo que quieras. Pero no amigo, pues busca arrancarte de la Vid, de la amistad con Jesucristo y con su Iglesia.
 
Sobre la amistad escribió el libro del Sirácida o Eclesiastés: “Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro” (ver Eclesiastés 6, 5-17). El amor del Padre, la gracia de Jesucristo, la comunión entre las personas que crea el Espíritu Santo hace, de los enemigos o indiferentes, hermanos y amigos (ver 2 Juan 15).
 
 Jesús, vuestro párroco

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