7 de junio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 77

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (77)

La Vid

 

Queridos hermanos:

 

La Vid tiene elementos propios que lo diferencian de otros árboles que tienen raíces, tronco, ramas, hojas, flores, frutos… Estos han de estar junto a corrientes de agua para que no se marchiten sus hojas y sus frutos sean medicinales (cf. Salmo 1; Ezequiel 47, 12; Apocalipsis 22,2).

 

Pongamos el ejemplo de los cipreses, que rectos y austeros, como contemplativos, sin extensiones, con sus ramas apretadas, sin pretensiones de abarcar más, solo miran a Dios. Todas sus ramas acaban en punta. Hacia Dios se elevan, y hacia Él dirigen sus oraciones. Su estructura no se distrae con innecesarias u ostentosas formas o superfluas figuras. Su lugar habitual son los cementerios o los claustros de los Monasterios. Su recogerse en la oración, estando pendiente solo del Cielo, es una catequesis de lo que debe ser nuestra vida en este mundo y lo que esperamos será la futura en el Cielo, después de habernos distraído tanto por la tierra. Siempre están verdes (cf. Oseas 14,9). Su fruto no aprovecha al hombre. Es solo para Dios.

 

En la Vid, en cambio, las ramas están más cerca de la raíz. Apenas tiene tronco como los demás árboles. La tierra de la Viña es árida, seca. Los sarmientos, o ramas de la vid, anexionados al tronco, y el mismo tronco, son secos. Si se corta un sarmiento, no cae savia, no contiene casi jugos para sí, ya que todo el sarmiento es vehículo de la vid para el grano de uva, que se llena hasta rebosar de jugo. La poda que hace el Viñador pretende que todo su esfuerzo sea dar ese fruto sabroso y dulce.

 

Lo podemos comparar con la Cruz y con nuestra vida: Igual que del seco madero de la vid pende el fruto más dulce, así Jesús, en el árbol tan seco de la Cruz, nos mostrará el racimo más dulce: su amor de entrega hasta dar la vida, sus llagas que derraman el mosto de su caridad. La sequedad de la fe, de la esperanza y de la caridad es muy importante en nuestra vida. Es la sequedad de la cruz. El árbol más fecundo.

 

Sobre la sequedad nos dice el catecismo: “Otra dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la contemplación en la que el corazón está seco, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. "El grano de trigo, si muere, da mucho fruto" (Juan 12, 24). Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (cf. Lucas 8, 6 y 13).” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2731).

 

 Jesús, vuestro párroco

 

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