1 de junio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 72

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (72)

Noé, primer viticultor

 

Queridos hermanos:

 

Dice el relato del Génesis que “Noé era agricultor y fue el primero en plantar una viña. Bebió del vino, se emborrachó” (Génesis 9, 20-21). Todo esto ocurrió tras la estancia en el arca de un año y diez días y tras el sacrificio que hizo al Señor y la Alianza que realizó el Señor con esa nueva humanidad. Mucho ha pasado desde esa primera viña, esas primeras uvas, esa primera vendimia y esa primera fermentación del mosto. Esa primera cata de vino, que por ser primera o por ser excesiva (o ambas) devino en borrachera.

 

Distinto uso hizo del vino Melquisedec, rey de Salem, que junto con el pan lo utilizó para bendecir a Abraham y al Señor (Génesis 14, 17-20). La Sagrada Escritura previene del mal uso del vino (ampliable al abuso del alcohol, Eclesiástico 31, 25-31). Más bien invita a emborracharse del Espíritu Santo: “No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu” (Efesios 5, 19).

 

Al primer vino de Noé no le dio tiempo a avinagrarse. Poco podría saber Noé del proceso de avinagramiento del vino y meno de la existencia de las bacterias acéticas.

 

Para que un vino sufra la enfermedad muy común de “picarse” o “avinagrarse” hacen falta tres cosas: la presencia de alcohol, oxígeno y bacterias acéticas. Estas bacterias son aeróbicas, se alimentan de oxígeno para sobrevivir. Son unos microorganismos aerobios denominados “acetobacter”. Estas bacterias realizan una oxidación del etanol deviniéndolo en ácido acético y acetato de etilo luego de una transformación química, con el oxígeno como protagonista. Entonces podríamos afirmar que alcohol + oxígeno + bacterias acéticas = ácido acético. Es lo que se llama popularmente el vino picado. Esto se da primero por el picado acético, donde el problema está recién iniciado y ubicado en las capas superficiales del líquido. Con el avinagramiento, la enfermedad se ha expandido por todo el volumen de vino existente.

 

Téngase en cuenta de que es un lento proceso y no siempre será tan evidente que el vino está enfermo. Y se notará en la vista: El líquido se nota turbio, carece de brillo, y se puede llegar a formar un fino velo en la superficie. Se notará también en el olfato: Se destacan notas de manzana podrida, nuez, pegamento, laca o quitaesmalte, a raíz del acetaldehído y del acetato de etilo: aromas inconfundibles a vinagre. Y se notará en el gusto: Resaltan el agrio y la aspereza. Por lo general el ácido natural del vino viene acompañado de sabores agradables, afrutados o florales. Sin esa compañía es un síntoma evidente de enfermedad. Para evitar esta desagradable situación hay que evitar la presencia de oxígeno en el vino.

 

(Sobre esto ver: Recuperado de: https://vinalium.com/es/saber-vino-esta-picado/ el 25 de mayo de 2020.

Y también: Recuperado de: Diego Di Giacomo. Sommelier - Miembro de la Asociación Mundial de Periodistas y Escritores de Vinos y Licores. https://www.devinosyvides.com.ar/nota/493-por-que-se-pica-o-avinagra-el-vino el 25 de mayo de 2020).

 

¿Os suenan todas estas características en la vida espiritual? Las personas son como el vino. Si se produce el proceso de avinagramiento pierden el brillo en el rostro y los ojos, sus expresiones y palabras huelen mal, pierden su ser agradable. ¿Te ocurre o ha ocurrido algo de eso en tu vida? ¿Falta de brillo, de ilusión (es decir, esperanza), un estar amargados, la queja por todo, mal olor en las expresiones llenas de hipercrítica, acritud, aspereza en el trato? Pidamos el Espíritu Santo para que se cumpla en nosotros este texto: Efesios 4, 29-32.

 

Jesús, vuestro párroco

 

No hay comentarios: