7 de junio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 78

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (78)

La Vid y los sarmientos

 

Queridos hermanos:

 

Jesús se definió a sí mismo en muchas ocasiones. El nombre del Señor en el Antiguo Testamento, “Yo soy”, aparece numerosas veces en el Evangelio de San Juan, sobre todo con un predicado: «Yo soy el pan de vida» (Juan 6, 35 y 48), «Yo soy el pan bajado del cielo» (6, 41 y 51), «Yo soy la luz del mundo» (8,12), «Yo soy la puerta de las ovejas» (10,7 y 9), «Yo soy el Buen Pastor» (10,11 y 14), «Yo soy la resurrección y la vida» (11, 25), «Yo soy el camino y la verdad y la vida» (Juan 14,6), «Yo soy la verdadera vid», (15, 1 y 5). En esta última expresión de su ser, - la Vid -, añadió algo muy hermoso: «Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (15,14). Amistad con Jesucristo por estar unidos a Él, como el sarmiento a la vid, y por dar el fruto que nos manda, el amor: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado» (15,12).

 

Para ello es necesaria la oración, el trato íntimo, tratar de amistad con Jesucristo, muchas veces, tratar a solas. Dice el catecismo citando a Santa Teresa: “¿Qué es esta oración? Santa Teresa responde: "no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" (vida 8).” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2709). El evangelio lo expresa con el verbo permanecer: “permaneced en mí, y yo en vosotros”. Hasta once veces utiliza el pasaje el verbo permanecer. Y ocho la palabra fruto (ver Juan 15, 1-17).

 

Entre los amigos de Dios está Moisés. Así lo describe la Escritura: “El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo.” (Éxodo 33,11). Un ejemplo de esta amistad es este texto: Éxodo 34, 4b-6. 8-9. Es una amistad que lleva a interceder por el pueblo, aunque sea de dura cerviz, y haya cometido iniquidades y pecados. Esta amistad, ni los mismos sufrimientos pueden destruirla y se expresa en la alabanza, aun en medio del fuego de la adversidad, como los tres jóvenes (ver Daniel 3, 52-56). La amistad con Dios Padre, por medio de estar unidos a la Vid, que es Jesucristo, y participar de su misma savia, que es el Espíritu Santo, nos colma de gracia, amor y comunión, de alegría, de deseo de crecer en santidad, de ánimo (ver  2 Corintios 13, 11-13). Y es que Dios es amor, amor desmesurado. Tanto amor, como para entregar a su Hijo Único sin reserva ni condiciones (Juan 3, 16-18).

 

La alegoría de la Vid y los sarmientos nos habla del muchísimo amor de Dios. Pues Jesús no dice: “vosotros sois los que os coméis la uva”, sino que a sus discípulos los llama “amigos”, sarmientos y miembros de la misma Vid, que es Él… si hacen lo que les manda. Si Él y nosotros somos uno, daremos el mismo fruto que da él: el amor, la alegría, la fidelidad. Por eso invita continuamente a estar unidos a Él para dar más fruto: “permaneced en mi amor” (15,9).

 

 Jesús, vuestro párroco

 

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