28 de marzo de 2020

Domingo 29 de marzo d 2020. 5 CUA A

   
   
                  Queridos hermanos:
Con qué fuerza resuenan estas palabras de San Ambrosio sacadas del Oficio de Lectura del viernes de la 4ª semana de Cuaresma:
“Dios, amados hermanos, que al principio instituyó para nosotros esta fiesta, nos ha concedido poderla celebrar cada año; y el que entregó a su Hijo a la muerte por nuestra salvación nos otorga, por el mismo motivo, la celebración anual de esta santa solemnidad. Esta fiesta nos sostiene en medio de las miserias de este mundo; y ahora es cuando Dios nos comunica la alegría de la salvación, que irradia de esta fiesta, ya que en todas partes nos reúne espiritualmente a todos en una sola asamblea, haciendo que podamos orar y dar gracias todos juntos, como es de ley en esta fiesta. Éste es el prodigio de su bondad: que él reúne para celebrarla a los que están lejos y junta en una misma fe a los que se encuentran corporalmente separados.”
Este año la Pascua la celebraremos como los israelitas en Egipto. La primera Pascua. El pueblo de Israel, obedeciendo a la Palabra del Señor, se recluyó en su casa en santo confinamiento para celebrar en Egipto la primera Pascua de la historia. Iba a ser el Paso del Señor. Celebraron la Pascua en familia. En casa. Se proveyeron de un cordero de un año. Con su sangre rociaron las dos jambas y el dintel de la casa y esa noche de la Pascua comieron la carne del Cordero asada a fuego, panes sin fermentar y hierbas amargas. Y había que estar preparado para salir de la esclavitud: “cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano”. (cf. Éxodo 12, 1-8. 11-14).
Pidamos al Señor que la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo pase por nuestras casas, suprima toda mal, nos comunique la alegría de la salvación y nos reúna espiritualmente a los que estamos corporalmente separados hasta que podamos darnos un abrazo tan deseado.
Jesús, vuestro párroco
EL PAPA COMENTA EL EVANGELIO

“Las Lecturas de hoy nos hablan del Dios de la vida, que vence a la muerte. Detengámonos, en particular, en el último de los signos milagrosos que Jesús hace antes de su Pascua, en el sepulcro de su amigo Lázaro.
Allí todo parece terminado: la tumba está cerrada con una gran piedra; alrededor hay solo llanto y desolación. También Jesús está conmovido por el misterio dramático de la pérdida de una persona querida: “Se conmovió profundamente” y estaba “muy turbado” (Jn 11, 33). Después “estalló en llanto” (v. 35) y fue al sepulcro, dice el Evangelio, “conmoviéndose nuevamente” (v. 38). Este es el corazón de Dios: lejano del mal pero cercano a quien sufre; no hace desaparecer el mal mágicamente, sino que con-padece el sufrimiento, lo hace propio y lo transforma habitándolo.
Notamos, sin embargo que, en medio de la desolación general por la muerte de Lázaro, Jesús no se deja llevar por el desánimo. Aun sufriendo Él mismo, pide que se crea firmemente; no se encierra en el llanto, sino que, conmovido se pone en camino hacia el sepulcro. No se deja capturar del ambiente emotivo resignado que lo circunda, sino que reza con confianza y dice: “Padre, te doy gracias” (v. 41). Así, en el misterio del sufrimiento, frente al cual el pensamiento y el progreso se aplastan como moscas en los cristales, Jesús nos da ejemplo de cómo comportarnos: no huye del sufrimiento, que pertenece a esta vida, pero no se deja aprisionar por el pesimismo.
En torno al sepulcro se lleva así un gran encuentro-desencuentro. Por una parte está la gran desilusión, la precariedad de nuestra vida mortal que, atravesada por la angustia de la muerte, experimenta a menudo la derrota, una oscuridad interior que parece insuperable. Nuestra alma, creada para la vida, sufre sintiendo que su sed eterna de bien es oprimida por un mal antiguo y oscuro. Por una parte, la derrota del sepulcro. Pero por la otra, está la esperanza que vence la muerte y el mal y que tiene un nombre; la esperanza se llama: Jesús. Él no trae un poco de bienestar o algún remedio para alargar la vida, sino que proclama: “Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque muera, vivirá” (v. 25). Por esto dice: “quitad la piedra”(v. 39) y grita a Lázaro con voz fuerte: “Sal” (v. 43).
Queridos hermanos y hermanas, también nosotros estamos invitados a decidir de qué parte estar. Se puede estar de la parte del sepulcro o se puede estar de la parte de Jesús. Hay quienes se dejan encerrar por la tristeza y quienes se abren a la esperanza. Hay quienes se quedan atrapados en las ruinas de la vida, y quienes, como vosotros, con la ayuda de Dios, reconstruyen con paciente esperanza.
Frente a los grandes porqués de la vida tenemos dos caminos: quedarnos mirando melancólicamente los sepulcros de ayer y de hoy, o acercar a Jesús a nuestros sepulcros. Sí, porque cada uno de nosotros ya tiene un pequeño sepulcro, alguna zona un poco muerta dentro del corazón: una herida, un mal sufrido o realizado, un rencor que no da tregua, un remordimiento que regresa constantemente, un pecado que no se consigue superar. Identifiquemos hoy estos nuestros pequeños sepulcros que tenemos dentro e invitemos allí a Jesús. Es extraño, pero a menudo preferimos estar solos en las grutas oscuras que llevamos dentro, en vez de invitar a Jesús; estamos tentados de buscarnos siempre a nosotros mismos, rumiando y hundiéndonos en la angustia, lamiéndonos las heridas, en lugar de ir a Él, que nos dice: "Venid a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo os aliviaré." (Mt 11:28). No nos dejemos aprisionar por la tentación de quedarnos solos y desesperanzados quejándonos de lo que nos sucede; no cedamos a la lógica inútil del miedo que no lleva a ninguna parte, repitiendo resignados que todo está mal y nada es como antes. Esta es la atmósfera del sepulcro; el Señor, en cambio, quiere abrir el camino de la vida, el del encuentro con Él, de la confianza en Él, de la resurrección del corazón. El camino del "Levántate", ¡levántate, sal!, esto es lo que nos dice el Señor, y Él está a nuestro lado para hacerlo.
Escuchamos, pues, dirigidas a cada uno de nosotros, las palabras de Jesús a Lázaro: "¡Sal!"; sal del atasco de la tristeza sin esperanza; desata las vendas de miedo que obstruyen el camino; los lazos de las debilidades y de las inquietudes que te bloquean; repite que Dios desata los nudos. Siguiendo a Jesús aprendemos a no atar nuestras vidas en torno a los problemas que se enredan: siempre habrá problemas, siempre, y, cuando resolvemos uno, siempre, llega otro. Podemos, sin embargo, encontrar una nueva estabilidad, y esta estabilidad es precisamente Jesús, esta estabilidad se llama Jesús, que es la resurrección y la vida: con él la alegría habita en el corazón, renace la esperanza, el dolor se transforma en paz, el temor, en confianza, la prueba, en ofrenda de amor. Y aunque los pesos no faltarán, siempre estará su mano que levanta, su Palabra que alienta y nos dice a todos, a cada uno de nosotros: "¡Sal! ¡Ven a mí! ". Nos dice a todos: no tengáis miedo.
También a nosotros, hoy como entonces, Jesús nos dice: "Quítate la piedra". Por muy pesado que sea el pasado, grande el pecado, fuerte la vergüenza, nunca bloqueemos el ingreso del Señor. Quitemos ante El la piedra que le impide entrar: este es el tiempo favorable para remover nuestro pecado, nuestro apego a las vanidades del mundo, el orgullo que nos bloquea el alma. Tantas enemistades entre nosotros, en las familias, tantas cosas... y este es el tiempo favorable para remover todas estas cosas.
Visitados y liberados por Jesús, pidamos la gracia de ser testigos de vida en este mundo que tiene sed de ello, testigos que suscitan y resucitan la esperanza de Dios en los corazones cansados ​​y abrumados por la tristeza. Nuestro anuncio es la alegría del Señor viviente, que aún hoy dice, como a Ezequiel: "Yo voy a abrir vuestras tumbas, os haré salir de ellas, y os haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel" (Ez 37,12). (Francisco. Homilía. 2-4-2017).

Oración del Papa a la Virgen María

Oh María, Tú resplandeces siempre
en nuestro camino
como signo de salvación y esperanza.
Nosotros nos encomendamos a Ti,
salud de los enfermos, que ante la Cruz
fuiste asociada al dolor de Jesús
manteniendo firme tu fe.
Tú, Madre de Dios de los Desamparados,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros
de que proveerás para que,
como en Caná de Galilea,
pueda regresar la alegría y la fiesta
después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y a hacer lo que nos dirá Jesús,
que ha tomado sobre sí
nuestros sufrimientos.
Y ha tomado sobre sí nuestros dolores
para llevarnos, a través de la Cruz,
al gozo de la Resurrección. Amén.
Bajo tu protección,
buscamos refugio,
Santa Madre de Dios.
No desprecies las súplicas
de los que estamos en la prueba
y líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita! 
COMUNICADO DEL ARZOBISPADO
DE VALENCIA
SOBRE LA CELEBRACIÓN
DE LAS PRIMERAS COMUNIONES
Y CONFIRMACIONES
CON MOTIVO DEL COVID - 19.

Ante las numerosas preguntas que llegan al Arzobispado, tanto de párrocos, como de padres, como de restaurantes, como de fotógrafos, etc. sobre qué hacer acerca de la celebración de las Primeras Comuniones o Confirmaciones que estaban programadas en mayo, junio o julio del presente año, comunicamos:

En primer lugar, que todos -sacerdotes, padres, distintos profesionales involucrados en esta cuestión- estamos sujetos a las directrices que nos den las autoridades gubernativas y sanitarias, las cuales, como se viene observando, pueden ir variando según la evolución de esta pandemia.

En segundo lugar, como consecuencia inmediata de lo anterior y dadas las circunstancias actuales, manifestamos que lo más prudente es posponer la celebración de las Primeras Comuniones y Confirmaciones a los meses de septiembre y octubre. Siempre es recomendable la sobriedad en dichas celebraciones, más si cabe en estos momentos de dificultad. 

En todo caso, durante el mes de julio, atenderemos a lo que las autoridades gubernativas y sanitarias digan sobre la posibilidad de la reunión de muchas personas juntas durante los meses de septiembre y octubre, pues a nadie se le escapa, que normalmente con ocasión de dichas celebraciones sacramentales, se suelen congregar muchos fieles.

Valencia, a 27 de marzo de 2020

El Vicario general
Vicente Fontestad Pastor



Del 30 de marzo al 5 de abril de 2020
Lunes 30. 19.30 h.: En sufragio de: Tomás y Josefa; Víctor Ferragut; Reyes Vila Bruno; Juan Maiques.
Martes 31. 19.30 h.: En sufragio de: Vicente y Patrocinio; María Sanz.
Miércoles 1. 19.30 h.: En sufragio de: Vicente Santamaría y Victoria Pellicer; Enrique Peralta.
Jueves 2. San Francisco de Paula. 19.30 h.: En sufragio de: Dif. Fam. Ferrer Puig; Alberto Belda Serra; María Sanz.
Viernes 3. 19.30 h.: En sufragio de: Rogelio Roselló; Pedro y Juan Pedro; Francisco, Amparo y Rafael Miret.
Sábado 4. (SERÁ POR LA MAÑANA) 11.30 h.: En sufragio de: Dif. Fam. Garía Estruch; Andrés Paniagua.
Domingo 5. DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR. 11.30 h.: Pro Pópulo.
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Puedes descargar la Hoja Parroquial:

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