1 de marzo de 2010

Licencia para matar y para pervertir


Marisa Pérez Toribio
El Senado ha dado luz verde a la reforma de la ley del aborto. Era lo previsible, pero no por ello es menos triste. Constatar, una vez más, que el juego de las mayorías puede permitir estas aberraciones es terrible. Y ver a las ministras, otra vez, abrazarse y felicitarse por su triunfo, con una inmensa sonrisa de satisfacción, es escalofriante.
 
Significativa la foto de familia que se hicieron para recordar el instante. Un aluvión de mujeres rodeando al único hombre de la imagen, el ministro Caamaño, como una alegoría de la demagogia que venden: la justicia al servicio de las mujeres. Supongo que también habría por ahí senadores socialistas que se estarían felicitando por la victoria, pero no les hicieron hueco en la foto: era el momento de gloria de las feministas. Lo cierto es que, puestos a poner sus «logros» en imágenes, podrían haber sido generosas y haberle hecho hueco al menos a uno, a Roberto Lertxundi, como representante de los que han conseguido hacer un negocio de exterminar seres humanos. A partir de ahora estarán plenamente protegidos por ley.
 
Leire Pajín ha puesto en palabras, con su inconfundible estilo de barricadas, el mensaje de la foto. Ha celebrado que esta ley «ponga fin» a la «deuda pendiente» que, a su juicio, tenía la sociedad con las mujeres. No sé con quiénes tendrá deudas la señora Pajín y su partido, que seguro que las tiene (los apoyos generalmente salen caros), pero que no nos utilice a las mujeres para justificarse, porque no le importamos. Las feministas no quieren saber nada de ofrecer ayudas a las mujeres para que tengan a sus hijos; no quieren saber nada del drama que viven las mujeres tras abortar; simplemente no les importa. Ya están otros, los de siempre, para recoger los pedazos de aquellas que piden ayuda. Hay muchas vidas que recomponer.
 
Hay muchos rostros anónimos de hombres y de mujeres que llevan años luchando por la vida, casi en solitario, haciendo rescates y recomponiendo esas vidas rotas, que han visto cómo su anónima labor se hacía visible en la calle. Uno de los rostros conocidos este último año es el de Gádor Joya. Hoy he entrado en su blog de COPE y he leído su mensaje de agradecimiento a todos aquellos que han peleado por defender la vida; nos recuerda también que queda mucho por hacer, mucho por luchar y mucho por vivir. En la cabecera de su blog hay siempre una frase de Martin Luther King: «Nuestra generación tendrá que arrepentirse no tanto de las perversidades de las malas personas, sino del estremecedor silencio de los hombres buenos». No puede ser más cierto, también en este momento. Los rostros de alegría de las mujeres que estaban en el Senado son escalofriantes, pero el silencio de tanta gente es estremecedor. Que Lertxundi vote a favor de esta ley es una obligación empresarial para él; no sorprende. Que estas feministas defiendan el aborto, entre otras razones, porque lo que llaman «la ideología de la maternidad» ha sentado «las bases para la opresión femenina en el ámbito doméstico» no sorprende. Están cegadas por la ideología. Pero lo que no deja de sorprender es el silencio cómplice de tanta y tanta gente antes estos disparates…
 
Del mismo modo sorprende el silencio en lo referente a esa otra parte de la ley: el capítulo educativo. Es imprescindible hacerse con la educación también en este terreno, para consolidar la ideología y acabar con la resistencia. Se va a consagrar como derecho de los niños un buen «acceso a los métodos anticonceptivos» y a recibir lo que Pedro Zerolo considera una «adecuada» educación sexual. Francamente, no sorprende que Pedro Zerolo trate de meter en las mentes de los niños el «cuestionamiento de la heterosexualidad como norma». Como en el caso del senador-empresario abortista y de las feministas desnortadas es casi una obligación de Zerolo como militante del movimiento gay. Forma parte de su particular negocio ideológico. Lo increíble es que éste sea uno de los objetivos propuestos en el borrador de Estrategia Nacional de Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio de Sanidad: acabar con la heterosexualidad como norma. Lo inexplicable es que el Ministerio de Sanidad haga suya esta reivindicación y se la vaya a imponer a los niños; y que, de nuevo, tanta gente guarde silencio.
 
No sorprende que haya determinados colectivos minoritarios empeñados en que se admitan como normales todo tipo de prácticas sexuales, incluido lo que se llama sexo intergeneracional, vulgo pederastia. Lo sorprendente es que de nuevo el Ministerio de Sanidad haga suyas esas reivindicaciones, aunque sea tímidamente empezando por el cibersexo. Les debe haber parecido lo más fácilmente «vendible» de todo ese catálogo de prácticas sexuales hasta ahora no admitidas por la sociedad. El cibersexo es una buena forma de empezar a «normalizar tendencias hasta ahora marginalizadas, permitiendo experimentar sensaciones inusuales».
 
Muchos consentirán que todo esto vaya calando en la sociedad. De hecho, ya llevan demasiado tiempo consintiendo. Unos pocos privilegiados, con posibilidad de hacerlo, simplemente tratarán de reforzar su burbuja…en silencio...cerrando los ojos para no ver lo que les pasa a los que no pueden acceder a su privilegiada burbuja.
 
Aún estamos a tiempo de cambiar las cosas. Luchemos por derogar la ley que acaba de aprobar el Senado y protejamos a nuestros hijos sacando de la escuela todas estas agresiones a su infancia. Si no lo hacemos, la historia se repetirá, y las generaciones futuras, al igual que nos ocurre ahora al pensar en la esclavitud, en la segregación racial o en lo que ocurrió en la Alemania nazi, no entenderán cómo tanta gente fue cómplice, con su silencio y su inacción, de esta matanza de inocentes y de esta perversión de menores.

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