13 de febrero de 2009

Domingo 15 de febrero


HOJA

PARROQUIAL


Parroquia de Sant Francesc de Borja

Domingo 15 de febrero de 2009

VI Domingo del T.O.





Queridos hermanos:

Al escuchar el Evangelio de este domingo, resuenan en mi corazón las palabras con que el sacerdote pregunta a los novios el día de su boda: “Fulanito-a, ¿Quieres recibir a fulanita-o como esposa-o, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida? A lo que responde el novio-a: Sí, quiero”.

En este caso el novio es Jesucristo y la novia un leproso, representante de la humanidad manchada por el pecado y llena de heridas.

En este leproso, cada uno de nosotros, tiene la valentía de acercarse y hacerle esta oración a Jesús: “Si quieres, si me quieres, puedes limpiarme, tocarme, unirte a mi”.

Pero ¿quién contraería matrimonio con un leproso?

Con alguien sano, bello, perfecto aun se atrevería uno a casarse. Pero la prueba de que Dios nos ama es que siendo nosotros leprosos por nuestros pecados nos amó, y nos envió a su hijo que nos tocó y se unió a nosotros en la encarnación y murió por nosotros para limpiarnos y darnos su mismo espíritu. (comp. con Rm 5, 6-9). Él mismo se hizo leproso (comp. con Is 53,3-5). Él quedó herido por nuestras heridas. Pero sus heridas nos han curado. (Comp. con 1 P 2,24).

Por eso sintiendo lástima, extendió la mano y tocó mis heridas y dijo: “Quiero, sí quiero”.

No tengas miedo a mostrarle tus heridas y a dejar que ponga su mano sobre ellas para curar, limpiar y reintegrar en la comunión.

Jesús, vuestro párroco







+ Lectura del santo evangelio según San Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:

—«Si quieres, puedes limpiarme»

Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:

—«Quiero: queda limpio.»

La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.

Él lo despidió, encargándole severamente:

— «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.

Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor.







1504 A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos.

2616 La oración a Jesús ya ha sido escuchada por él durante su ministerio, a través de los signos que anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras (el leproso: cf Mc 1, 40-41; Jairo: cf Mc 5, 36; la cananea: cf Mc 7, 29; el buen ladrón: cf Lc 23, 39-43), o en silencio (los portadores del paralítico: cf Mc 2, 5; la hemorroísa que toca su vestido: cf Mc 5, 28; las lágrimas y el perfume de la pecadora: cf Lc 7, 37-38). La petición apremiante de los ciegos: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!" (Mt 9, 27) o "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: "¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de mí, pecador!" Curando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria que le suplica con fe: "Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!".

827 "Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no conoció el pecado, sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación" (LG 8; cf UR 3; 6). Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben reconocerse pecadores (cf 1 Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos (cf Mt 13, 24-30). La Iglesia, pues, congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de santificación:

La Iglesia es, pues, santa aunque abarque en su seno pecadores; porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma, que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo (SPF 19).






“No dijo: Si rogares a Dios, sino: Si quieres, como creyéndolo Dios mismo”. (Teofano).

“Lo tocó también para probar que no podía contaminarse el que libraba a los otros”. (Beda).

“Extendida verdaderamente la mano del Salvador, esto es, encarnado el Verbo de Dios y tocando a la naturaleza humana, purifica a ésta de los diversos y antiguos errores”. (Beda)

“En sentido místico, nuestra lepra es el pecado del primer hombre, en quien empezó cuando deseó los reinos del mundo. Porque la raíz de todos los males es la codicia (1Tim 6,10) siendo un ejemplo de ello Giezi, quien se vio cubierto de lepra por haberse dejado dominar de la avaricia (2Re 5,27).” (San Jerónimo).

“La lepra manifestada al verdadero sacerdote, según el orden de Melquisedec, se limpia con la limosna. Dad limosna, y todo lo bueno será para vosotros (Lc 11,41). Que Jesús no podía entrar manifiestamente en la ciudad, etc., significa que Jesús no se manifiesta a todos los que buscan alabanzas en las plazas públicas y que sirven a sus propias voluntades. Se manifiesta a los que salen fuera con Pedro y están en lugares desérticos, como los que eligió el Señor para orar y alimentar al pueblo. Se manifiesta a los que abandonan verdaderamente los placeres del mundo y todo lo que poseen, diciendo: Mi porción es el Señor. La gloria del Señor se manifiesta verdaderamente a los que vienen de todas partes, por las llanuras y montañas, y a quienes nada puede separar de la caridad de Cristo.” (San Jerónimo).






Señor Jesús, fuente de vida, que nos sales

al encuentro en nuestros caminos

para que te busquemos.

Nos presentamos ante ti heridos,

con manchas que escondemos a la mirada de los demás, con las cosas feas que no nos gustan de nosotros;

con realidades que nos han humillado, que nos han llevado a apartarnos de los demás y vivir excluidos, desarraigados.

Te pedimos, con humildad, sin exigirte, postrados ante ti, que toques con tus manos amorosas nuestras heridas,

en la historia, en la relación con nuestros padres

o con nuestros hijos, en el matrimonio, en la soltería,

en la viudedad, en la infancia.

Y si quieres, que se haga tu voluntad, que es que seamos limpios, para contemplar tu grandísimo amor, tu compasión, tus entrañas de misericordia. Pues dijiste:

Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios”.







El leproso es una persona enferma, excluida y rechazada por los otros, y además no se puede soportar a sí misma, no se acepta. Es un triple sufrimiento. Además del dolor físico y moral, tiene que cargar con el oprobio, la segregación social y la exclusión del culto. Son muchos que no tienen lepra físicamente, pero caen en el círculo vicioso que lleva al aislamiento, al autorrechazo, a no poder relacionarse con los demás. Conocemos gente que no se gusta, no gusta; no se acepta ni es aceptada.

En la espiritualidad franciscana, el “leproso” nos recuerda la escena de la conversión de Francisco y lo que supuso para él el abrazo a aquel que estaba apartado de los demás… Esto llevó consigo a la convivencia con ellos en los hospicios y el servicio sencillo a estos marginados por parte de la primera generación de hermanos.

Es este un estilo de vida cimentado en las bienaventuranzas, puro don que hace “que lo que era amargo se nos torne dulce y lleguemos a practicar con ellos la misericordia”…

La Madre Teresa de Calcuta en una entrevista realizada en en 1974 decía: “Veo a Dios en cada ser humano. Cuando lavo las heridas de los leprosos, siento que estoy curando al mismo Señor. ¿No es una experiencia hermosa?”

Acercarse, tocar, querer, abrazar al excluido, al solitario, al herido, gestos sencillos cargados de profundidad, de humanidad y de divinidad.








1. Catequesis para jóvenes y adultos para la iniciación cristiana: los lunes y jueves de 9 a 10 de la noche.

2. El lunes 16 de febrero habrá reunión del Equipo de Cáritas a las 5 de la tarde en los locales parroquiales.

3. Del viernes 20 hasta el domingo 22 de febrero serán las Jornadas para el Oratorio de niños pequeños de la Escuela Pía en Pedreguer. Para obtener más información pregunten al párroco o recojan información de estas Jornadas.

4. El sábado 21 habrá una convivencia con los jóvenes de confirmación. Iremos al Safari Park Vergel a pasar el día.


"Maestro Jesús, tú que andas con los leprosos

y comes con ellos en su mansión:

yo también me he puesto leproso;

si tú quieres, me volveré a poner puro".

Un viejo documento cristiano, el papiro Egerton,

inserta en este texto una insistente oración del leproso cuando descubre a Jesús






De no esperar que los difuntos resucitarían, habría sido superfluo y necio rogar por los muertos; mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso.

2 Macabeos 12, 44-45



Del 16 al 22 de febrero de 2009



Lunes 16. 19.30 h.: En sufragio de: Antonio Gómez Marchante

Martes 17. 19.00 h.: Sin intención

Miércoles 18. 19.30 h.: Sin intención.

Jueves 19. 19.30 h.: En sufragio de: Antonio Gómez Marchante

Viernes 20. 19.30 h.: En sufragio de: Difuntos Familia Espí-Sanchis

Sábado 21. VII del T.O. 18.00 h.: Con niños. Sin intención.

19.30 h.: Sin intención.

21.00 h.: Sin intención

Domingo 22. VII del T.O. 12.00 h. Pro Pópulo. 13.15: Bautismo.