24 de diciembre de 2011

LAUS DEO. Revista parroquial, Navidad 2011


EDITORIAL

        Querido hermano:
Sirva esta publicación para felicitarte la Navidad y el Año nuevo 2012. Tanto D. Arturo, el vicario parroquial, como yo, deseamos que Jesús, el Salvador, sea colocado por la Virgen María en el altar de tu corazón para que lo contemples y adores, para que crezca en ti y te lleve a ser como Él.
"Desde hace dos mil años la Iglesia es la cuna en la que María deposita a Jesús y lo confía a la adoración y a la contemplación de todos los pueblos". (cfr. Bto. Juan Pablo II. Bula Incarnationis Mysterium, nº 11).
Hay una gran relación entre el pesebre de Belén, el altar del Cenáculo, el madero de la cruz donde fue Jesús crucificado y el altar de cualquier Iglesia del mundo.
Desde que el Verbo Eterno, el Hijo de Dios, la Palabra del Padre, se hizo “carne” (cf. Jn 1,14), toda carne puede ser el lugar desde el que ofrecer el culto a Dios, toda carne puede ser un pesebre del Hijo de Dios, un altar donde se ofrece un sacrificio de alabanza.
Desde que el Verbo se hizo carne, nuestra carne, la carne de todo hombre, puede ser la cuna y el altar donde se deposita al Hijo de Dios para amarnos y salvarnos. “El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”. (Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes 22).
La cuna donde fue depositado Jesús nos habla de la precariedad con la que viene al mundo también hoy. Viene a salvar con la fuerza de un niño. ¡Con cuánta precariedad viene un niño a este mundo! Y de esta precariedad participó también el Hijo de Dios. “¡Qué grande es el valor de la vida humana si el Hijo de Dios la ha asumido y ha hecho de ella el lugar donde se realiza la salvación para toda la humanidad!” (Bto. Juan Pablo II. Evangelium Vitae nº 33). Rechazado por un mundo hostil, perseguido por Herodes para matarlo (cf. Mt 2,13), inadvertido por indiferentes, distraídos y ocupados en tantas cosas, «no tenían sitio en el alojamiento» (Lc 2, 7); acogido, sin embargo, por los justos que ofrecieron su carne como una cuna, como un altar, que como la Virgen María dijeron: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38). La cuna del Señor es la carne de María, es su más hermoso altar. Que sea tu carne, tu vida, esa cuna, ese altar que acoja al Verbo y le dé culto de alabanza.
¡Feliz y Santa Navidad!
Jesús, vuestro párroco

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