Queridos hermanos:
El jueves pasado se presentó en la parroquia el nuevo proyecto para la rehabilitación de los locales parroquiales que hay en la Calle Ciudad de Laval 32. Es donde actualmente se hace la acogida de Cáritas parroquial.
El arquitecto nos presentó algunas imágenes de cómo quedarían estos locales.
Por la falta de espacio en los locales que ya dispone la parroquia, se hace necesaria una intervención que permita la reforma de este bajo para salones parroquiales adecuados para reuniones, celebraciones religiosas, despachos de Cáritas, una pequeña cocina para los ágapes, aseos y salón multiusos (cine, ágapes…).
Ciertamente no es una obra nueva en la que hay que poner la primera piedra, pero requiere la colaboración de todos sabiendo también que “si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles” (cf. Sal 127,1), y que el Señor es la piedra angular (cf. Sal 117,22).
Otras piedras son las que aparecen en el evangelio de hoy, de las que dice Jesús: “que le tire la primera piedra”. De estas no queremos. Todos cometemos pecados, visibles u ocultos. Fácil es condenar los pecados manifiestos de nuestros hermanos sin caer en la cuenta que son un grano de arena y los nuestros piedras, como dirá Jesús, vemos la mota de polvo en ojo ajeno y no vemos la viga propia. (cf. Mt 7,3-5)
La Iglesia está siempre en construcción, siempre en reforma, a la luz de la Palabra de Dios, que es nuestro Arquitecto, nuestro Cimiento, nuestra piedra Angular. Algunos quisieran que la obra de la santidad ya estuviera acabada, pero no es así. “Como todos tropezamos en muchas cosas (cf. Sant 3,2), tenemos continua necesidad de la misericordia de Dios y hemos de orar todos los días: "Perdónanos nuestras deudas" (Mt 6, 12).” (Lumen Gentium nº 40). El Señor nos llama a la santidad. Es verdad que somos adúlteros, es decir, infieles en la relación con Dios, nuestro esposo. Por eso pongámonos manos a la obra para que podamos "Vivir siempre de aquel mismo amor que llevó a Cristo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo" (oración colecta de este domingo).
Jesús, vuestro párroco
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
— «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: — «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?» Ella contestó: — «Ninguno, Señor.»
Jesús dijo: — «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»
Palabra del Señor
LAS OFENSAS
A LA DIGNIDAD DEL MATRIMONIO
2380 El adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf Mt 5,27-28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento proscriben absolutamente el adulterio (cf Mt 5,32; 19,6; Mc 10,11; 1 Co 6,9-10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la figura del pecado de idolatría (cf Os 2,7; Jr 5,7; 13,27).
2381 El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres.
277 Dios manifiesta su omnipotencia convirtiéndonos de nuestros pecados y restableciéndonos en su amistad por la gracia ("Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia..."- : MR, colecta del Dom XXVI).
545 Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Mc 2, 17; cf. 1 Tim 1, 15). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos (cf. Lc 15, 11-32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta" (Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida "para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).
1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del perdón: "Que el Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora cuando derramó lágrimas sobre sus pies, y al publicano, y al pródigo, que este mismo Dios, por medio de mí, pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin condenaros en su temible tribunal. El que es bendito por los siglos de los siglos. Amén."
“La escritura de Jesús en el suelo parece ser una manera, frecuente en la literatura árabe, de abstenerse de tomar parte en un asunto espinoso. Pero Jesús termina tomando parte y muy hábilmente. La perícopa no se ha de examinar desde la casuística, posible quizá, sino desde Jesús y su mensaje cuestionados: pretendían «comprometerlo y poder acusarlo». Jesús se muestra fiel al mensaje de misericordia y fiel a la Ley, que también viene del Padre. Por eso, perdona a la mujer y le exhorta al arrepentimiento: «en adelante no peques más». La palabra de exhortación, palabra viva, es gracia que la mujer acoge. En otra ocasión, el mismo Jesús había perfeccionado las exigencias de la Ley, más allá de la letra, apelando al espíritu, prohibiendo el adulterio del corazón (cf Mt 5, 27s.)”. (Homilía basada en el Catecismo).