12 de octubre de 2010

El Papa alaba la riqueza de las Iglesias católicas orientales en la apertura del Sínodo para Oriente Medio

Durante la homilía, el Papa subrayó sobre todo la necesidad de la comunión entre las Iglesias locales, que es necesaria «más que nunca», afirmó el Pontífice.
La Iglesia cumple su misión «sencillamente siendo ella misma, es decir, comunión y testimonio», afirmó el Papa.
Benedicto XVI afirmó que los cristianos de Oriente Medio están llamados a un testimonio esencial: la unidad en la diversidad, que puede favorecer enormemente al ecumenismo, y también al diálogo interreligioso.
No es casual, aseveró, que en estas tierras «la única Iglesia de Cristo se expresa en la variedad de las tradiciones litúrgicas, espirituales, culturales y disciplinarias de las seis venerables Iglesias Orientales Católicas, como también en la tradición latina».
Esta comunión debe darse, subrayó, ante todo en el interior de cada Iglesia, entre sus miembros: patriarcas, obispos, sacerdotes, consagrados y laicos. Y, después, en las relaciones con las otras Iglesias. Esto podría suponer «una ocasión propicia para proseguir de forma constructiva el diálogo tanto con los judíos, con los cuales nos une de forma indisoluble la larga historia de la Alianza, como con los musulmanes». «Todos deseamos que los fieles sientan la alegría de vivir en Tierra Santa, tierra bendecida por la presencia y por el glorioso misterio pascual del Señor Jesucristo», subrayó el Papa, añadiendo que el propio Sínodo «demuestra el interés de toda la Iglesia por la valiosa y amada porción del Pueblo de Dios que vive en Tierra Santa y en todo Oriente Medio».
Además comentó que «vivir de forma digna en la propia patria es, antes que nada, un derecho humano fundamental: por ello, es necesario favorecer las condiciones de paz y justicia, indispensables para un desarrollo armonioso».
«A pesar de las dificultades, los cristianos de Tierra Santa están llamados a reavivar la conciencia de ser piedras vivas de la Iglesia en Oriente Medio, en los Lugares santos de nuestra salvación», animó Benedicto XVI a los cristianos.

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