11 de enero de 2010

37 testigos del Evangelio asesinados en 2009

eAD.- La Agencia Fides publicó las estadísticas sobre los católicos que, enseñando su fe, perdieron la vida en los doce meses del año recientemente concluido.

La cifra supone la más elevada de la última década. 37 muertos de 16 nacionalidades: 30 sacerdotes, 3 religiosas, 2 seminaristas y 3 voluntarios laicos.

Según informaciones de Radio Vaticano, en el balance publicado el 30 de diciembre, se destacaba que por anunciar el amor de Cristo, estos hermanos no han dudado un instante en poner en peligro la propia vida en contextos de sufrimiento, pobreza y violencia generalizada.

El dato del 2009 duplica el número de trabajadores pastorales asesinados durante el año anterior. En el continente americano murieron 23 testigos del Evangelio, llamando la atención los seis asesinados en Brasil, y los otros seis en Colombia. En África se suman 11 víctimas, cuatro de ellas en la República Democrática del Congo, y otras cuatro en Sudáfrica. La triste estadística concluye con otros dos muertos en Asia, y un sacerdote en Europa

El Informe Fides destaca que cada una de las víctimas tiene historias diferentes, todas en comunión con el testimonio de amor por el Evangelio. 

Se encuentra el joven William Quijano, de 21 años, laico de la Comunidad de San Egidioacribillado en El Salvador por una de tantas pandillas de jóvenes pobres de la región centroamericana. Y el padre de origen austriaco Ernest Plöchl, con 78 años, miembro de la congregación de los Misioneros de Mariannhill comprometido en el trabajo con los jóvenes, víctima a finales de mayo de la violencia que campa por aquel país

Parecida a la muerte del fidei donum italiano Don Ruggero Ruvoletto, que con 52 años fue asesinado en su parroquia en Brasil durante un robo. En el Congo perdió la vida, después de rezar las Vísperas, la monja trapense Denise Kahambu Muhayirwa, de 44 años, asesinada por un grupo de ladrones que entraron en el Monasterio.

El informe pretende hacer memoria de tantos servidores pastorales asesinados en el mundo para rezar por su eterno descanso. Cita a Benedicto XVI cuando señalaba que recordarlos “es un deber de gratitud para toda la Iglesia”. 

El texto destaca que a la lista de estos nombres debe añadirse los de aquellos de quienes tal vez no se tendrá noticia, y que en cada rincón del planeta sufren y pagan incluso con la vida la propia fe en Cristo. Como decía Juan Pablo II se trata de aquella “nube de militantes desconocidos de la gran causa de Dios a quienes miramos con gratitud y veneración, aún sin conocer sus rostros, sin los cuales la Iglesia y el mundo se verían enormemente empobrecidos”.

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