HOJA PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
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Domingo 30 de octubre de 2016
Queridos hermanos:
Siempre que leo el evangelio de este domingo me llama la atención esta prisa de Jesús por alojarse en casa de Zaqueo. Jesús es como el Buen Pastor, que busca a la oveja perdida hasta que la encuentra. Zaqueo, que quería ver quien era Jesús, ha tenido que vencer varios obstáculos: su pequeña estatura, la multitud que no le deja ver quién era Jesús, y el miedo al ridículo al subirse a un árbol. La vergüenza paralizante, que dice el papa Francisco. Y la sorpresa viene cuando Jesús llama a Zaqueo por su nombre y le dice: “Zaqueo, data prisa y baja”. Otras traducciones dicen: “baja pronto”, “apresúrate a bajar”, “apresurándote baja”, “baja en seguida”. Y así hizo: “Él se dio prisa en bajar”.
Con lo fácil que nos subimos, la invitación a bajar y a bajar aprisa de Jesús, recuerda las prisas que se dio el Hijo de Dios en bajar de lo alto para hacerse hombre, obedeciendo al Padre. Es el camino del nuevo Adán. Camino de descendimiento. Jesús tiene prisa de encontrarse con nosotros y ofrecernos su misma vida. Y esa prisa la infunde en aquellos con los que quiere encontrarse.
Y la segunda parte de la autoinvitación de Jesús es esta: “porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Jesús es acogido en la casa de Zaqueo unas horas. Pero de la casa del corazón de Zaqueo ya no saldrá.
Santa Teresita del Niño Jesús, en una carta que escribe a su hermana Celina, le dice que “como Zaqueo, nos hemos subido a un árbol para ver a Jesús... [se refiere al Carmelo] Por eso, podemos decir con san Juan de la Cruz: «Todo es mío, todo es para mí; la tierra es mía, los cielos son míos, Dios es mío y la Madre de mi Dios es mía». Y un poco más adelante añade: “Escuchemos lo que él nos dice: «Bajad enseguida, porque hoy tengo que alojarme en vuestra casa». ¿Pero cómo...? Jesús nos dice que bajemos... ¿Adónde tenemos que bajar? Celina, tú lo sabes mejor que yo; sin embargo, déjame que te diga hasta dónde debemos ahora seguir a Jesús. Una vez, los judíos le preguntaron a nuestro divino Salvador: «Maestro, ¿dónde vives?», y él les respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos, yo no tengo donde reclinar la cabeza». He ahí hasta dónde tenemos que bajar nosotras para poder servir de morada a Jesús: hacernos tan pobres, que no tengamos donde reposar la cabeza. (…) Lo que Jesús desea es que lo recibamos en nuestros corazones. Estos, qué duda cabe, están ya vacíos de criaturas, pero yo siento que lamentablemente el mío no está totalmente vacío de mí misma, y por eso Jesús me manda bajar... Él, el Rey de reyes, se humilló de tal suerte, que su rostro estaba escondido y nadie lo reconocía... Pues yo también quiero esconder mi rostro, quiero que sólo mi amado pueda verlo, que sólo él pueda contar mis lágrimas..., que al menos en mi corazón sí que pueda reposar su cabeza querida y sentir que allí sí es conocido y comprendido.” (Carta 137 del 19 de octubre de 1892).
Jesús, vuestro párroco