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Queridos
hermanos:
Es una
tentación constante pensar que las nuevas generaciones se aburren ante Cristo
Eucaristía, ante una adoración eucarística. Pensar que la liturgia no llega a
nadie. Que los salmos, o cánticos de la Sagrada Escritura, no los entiende
nadie. Y menos los niños. Sin embargo, nada más lejos. El Papa Francisco
comenta esto mismo: “También pidamos que la libere [a la Iglesia] de otra
tentación: creer que es joven porque cede a todo lo que el mundo le ofrece,
creer que se renueva porque esconde su mensaje y se mimetiza con los demás. No.
Es joven cuando es ella misma, cuando recibe la fuerza siempre nueva de la
Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la presencia de Cristo y de la fuerza de
su Espíritu cada día. Es joven cuando es capaz de volver una y otra vez a su
fuente.” (Exhortación Cristus Vivit 35). La Eucaristía es una fuerza siempre
nueva. Es sorprendente ver a niños, jóvenes, adorando al Señor sin cansarse.
La Eucaristía
es además un alimento para los débiles y un remedio para los pecadores: “la
Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un
premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los
débiles.” (Francisco. Evangelii Gaudium 47). En ese mismo documento cita el
Papa a San Ambrosio: «Tengo que recibirle siempre, para que siempre perdone mis
pecados. Si peco continuamente, he de tener siempre un remedio» (De
Sacramentis, IV, 6, 28). También cita a San Cirilo de Alejandría: «Me
he examinado y me he reconocido indigno. A los que así hablan les digo: ¿Y cuándo
seréis dignos? ¿Cuándo os presentaréis entonces ante Cristo? Y si vuestros
pecados os impiden acercaros y si nunca vais a dejar de caer —¿quién conoce
sus delitos?, dice el salmo—, ¿os quedaréis sin participar de la
santificación que vivifica para la eternidad?» (In Joh. Evang. IV, 2).
En el
comentario que San Romano el Cantor tiene al evangelio de este domingo del
Corpus dice de Jesús: “Tú eres, Salvador, Pan celeste de
incorruptibilidad” (San Romano el Cantor. Himno LX
Proemio). Y un poco más adelante dice:
“encontrándose el Agricultor y Médico en el desierto, aquel lugar
insignificante y que producía espinos, se alegró en seguida al encontrar
Bienhechor (…) y les otorgó graciosamente fuerza para su debilidad. Entonces
aquellos, disfrutando de la medicina, reconocieron al que es el pan celeste de
incorruptibilidad.” (Himno LX, 5).
Jesucristo, Pan
de Vida, Pan celeste de incorruptibilidad, es también agricultor que cultiva la
tierra de nuestro corazón, tantas veces despoblado de la gracia, desprovisto de
virtudes, y lleno de espinos y zarzas, para que produzca los mejores frutos. Y
también es el médico que cura las enfermedades espirituales de los hombres.
Jesús, vuestro párroco
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús hablaba a la gente del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación.
El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron:
«Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó:
«Dadles vosotros de comer».
Ellos replicaron:
«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente».
Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos:
«Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno».
Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos.
Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.
Palabra del Señor.
EL EVANGELIO COMENTADO POR EL PAPA
«Haced esto en memoria mía» (1Co 11,24.25).
El apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.
«Haced esto». Es decir, tomad el pan, dad gracias y partidlo; tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el «hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.
«Haced esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio. Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían. Hay además otro gesto: los trozos de pan, partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es «hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él. Es evidente que este milagro no va destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos.
Partir: esta es la otra palabra que explica el significado del «haced esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: «Perseveraban [...] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la Iglesia. Pero recordemos también a todos los santos y santas –famosos o anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus propias vidas, para «alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: «Haced esto en memoria mía».
Que el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero. (Francisco. Homilía 26 mayo 2016).
La presencia de Cristo por el poder
de su Palabra y del Espíritu Santo
1374 El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos" (S. Tomás de A., s.th. 3, 73, 3). En el santísimo sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente" el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Cc. de Trento: DS 1651). "Esta presencia se denomina `real', no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen `reales', sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente" (MF 39).
1375 Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así, S. Juan Crisóstomo declara que:
No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas (Prod. Jud. 1,6).
Y S. Ambrosio dice respecto a esta conversión:
Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada...La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela (myst. 9,50.52).
SECUENCIA DE LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
Alaba, alma mía, a tu Salvador; alaba a tu guía y pastor con himnos y cánticos.
Pregona su gloria cuanto puedas, porque él está sobre toda alabanza, y jamás podrás alabarle lo bastante.
El tema especial de nuestros loores es hoy el pan vivo y que da vida. El cual se dio en la mesa de la sagrada cena al grupo de los doce apóstoles sin género de duda. Sea, pues, llena, sea sonora, sea alegre, sea pura la alabanza de nuestra alma. Pues celebramos el solemne día en que fue instituido este divino banquete.
(…) Lo que Jesucristo hizo en la cena, mandó que se haga en memoria suya. Instruidos con sus santos mandatos, consagramos el pan y el vino, en sacrificio de salvación.
(…) Su Carne es alimento y su Sangre bebida; mas Cristo está todo entero bajo cada especie. Quien lo recibe no lo rompe, no lo quebranta ni lo desmembra; recíbese todo entero. Recíbelo uno, recíbenlo mil; y aquel lo toma tanto como estos, pues no se consume al ser tomado.
He aquí el pan de los ángeles, hecho viático nuestro; verdadero pan de los hijos, no lo echemos a los perros.
Figuras lo representaron: Isaac fue sacrificado; el cordero pascual, inmolado; el maná nutrió a nuestros padres.
Buen Pastor, Pan verdadero, ¡oh, Jesús!, ten piedad. Apaciéntanos y protégenos; haz que veamos los bienes en la tierra de los vivientes.
Campamento de confirmación para niños de 9 a 12 años y los que han tomado la comunión en este año: del 27 al 30 de junio de 2019 en la Casa Baradello-Casa de Don Cirilo de Alcoy en el parque natural de la Sierra de Mariola. Información: Josep: 661456211. María: 618075857.
Salida el jueves 27 de junio a las 11.15 h. desde el parking de Juzgados.
Campamento interparroquial para niños de 6 a 12 años. Del 7 al 14 de julio. En la Sierra de Mariola (Bocairent). Información D. Jesús: 608 286822.
INFORME DE CÁRITAS INTERPARROQUIAL
Disminuye un 2,1 por ciento la atención en 2018 pero aumentan las personas sin hogar un 16,6 por ciento. Cáritas Interparroquial de Gandía ha atendido durante 2018 a un total de 2.371 personas, un 2,1 por ciento menos que en 2017 debido a la puesta en marcha de la Renta Garantizada Valenciana y a la incipiente recuperación del mercado laboral, especialmente para la población española (donde el desempleo es menor respecto a la extranjera). Aunque el número de familias atendidas ha disminuido respecto a 2017, la cifra entre familias extranjeras y españolas se equipara. Por otra parte, un 34 por ciento de las personas atendidas lo hacen por primera vez, lo que significa que la pobreza sigue siendo crónica en el 66 por ciento de los casos atendidos.
La colecta de todas las misas del Corpus irá destinada a Cáritas Diocesana.
1. El domingo 23 de junio: Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. La colecta de todas las misas irá destinada a Cáritas Diocesana. La procesión solemne acompañando el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo saldrá desde la Colegiata de la Asunción de Nuestra Señora a las 8 tarde.
2. El lunes 24 de junio es la Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista.
3. SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
El viernes 28 de junio a las 7.30 se celebrará la Eucaristía solemne.
4. El sábado 29 de junio es la Solemnidad de San Pedro y San Pablo. Por decreto del arzobispo el domingo 30 de junio se traslada la Solemnidad Extrínseca de esta festividad. La colecta será para ayudar a la caridad del Papa, el llamado Óbolo de San Pedro.
Lunes 24. SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA. 19.30 h.: En sufragio de: Rafael Belda; Juan Escrivá; Juana y María Gasen Rebolleda; Victoria Pellicer Sastre.
Martes 25. 19.30 h.: En sufragio de: Victoria Pellicer Sastre; Francisco Rodríguez.
Miércoles 26. San Pelayo, mártir. San José María Escrivá de Balaguer. 19.30 h.: Sin intención.
Jueves 27. San Cirilo de Alejandría, obispo y doctor. 19.30 h.: Sin intención.
Viernes 28. SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. 19.30 h.: Sin intención.
Sábado 29. SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO.
19.30 h.: En sufragio de: Rosendo Roche.
21.00 h.: Sin intención.
Domingo 30. SOLEMNIDAD EXTRÍNSECA DE LOS SANTOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO.
11.00 h.: Pro Pópulo.
19.30 h.: En sufragio de: Víctor Ferragut.
A lo largo del año, en todas las misas, se reza por todos los difuntos. Algunas celebraciones incluyen una intención particular por algún difunto o por alguna necesidad. En muchas de las ocasiones se acompaña de una ofrenda para el sacerdote llamada estipendio. Les invitamos a solicitar en el despacho la celebración de intenciones particulares o misas en sufragio.
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