19 de abril de 2014

Domingo 20 de abril de 2014. DOMINGO DE RESURRECCION


Parroquia de Sant Francesc de Borja
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Domingo 20 de abril de 2014
DOMINGO DE RESURRECCIÓN

                  Queridos hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos. Con su muerte venció a la muerte. A los muertos ha dado la vida. (Liturgia bizantina, Tropario de Pascua, citado en Catecismo 638). Una de las expresiones que mejor refleja lo que ha venido a hacer Jesucristo es un “admirable intercambio”. Utilizada por los Santos Padres expresa lo que el Hijo de Dios toma de nosotros y lo que nos da Él. (cf. Catecismo 526). San Agustín, desarrollando esta imagen, habla del Cristo Mercader. Cristo es presentado como el comerciante que viaja a tierras lejanas para intercambiar mercancías. Vino del cielo, de la región de los ángeles, de la región de la vida y la felicidad, a la tierra de nuestras miserias, a la región de la muerte y la fatiga. Vino a traernos sus bienes y, a cambio, tomó nuestros males. Comerciante honesto y honrado, no nos engañó. Hizo un comercio admirable: “No tenía en qué morir; tú hombre, no tenías de qué vivir; asumí de ti en que morir por ti; asume tú de mi de qué vivir conmigo. Hagamos un contrato: Yo te doy a ti y tú me das a mi. Yo recibo de ti la muerte; recibe tú de mi la Vida. Despierta; mira lo que te doy y lo que recibo. Siendo excelso en el cielo, he recibido de ti la humildad sobre la tierra; soy tu Señor, y he recibido la forma de siervo; soy tu salud, y he recibido de ti tus heridas; soy tu vida y he recibido de ti la muerte.” (Sermón 375 B,5). “Vino Cristo a nuestras miserias: sintió hambre, sed, se fatigó, durmió, hizo cosas maravillosas, sufrió males, fue flagelado, coronado de espinas, cubierto de salivas, abofeteado, crucificado, traspasado por la lanza, colocado en el sepulcro; pero al tercer día resucitó, acabada la fatiga, muerta la muerte. (…) Viniendo de otra región, aquí no halló más que lo que abunda aquí: fatigas, dolores, muerte ...Comió contigo de lo que abundaba en la despensa de tu miseria. Aquí bebió vinagre, aquí tuvo hiel. He aquí lo que encontró en tu despensa. Pero te invitó a su espléndida mesa, la mesa del cielo, la mesa de los ángeles, en la que el pan es él mismo. Al descender y encontrar tales males en tu despensa, no sólo no despreció tu mesa, sino que te prometió la suya. El tomó tu mal y te dará su bien. Lo dará ciertamente. ...«Os invito a mi vida, donde nadie muere, donde la vida es en verdad feliz, donde el alimento no se estropea, donde repara fuerzas, pero no disminuye. Ved a qué os invito: a la región de los ángeles, a la amistad con el Padre y el Espíritu Santo, a la cena eterna, a ser hermanos míos; para terminar, a mí mismo. Os invito a mi vida. ¿No queréis creer que os voy a dar mi vida? Recibid en prenda mi muerte». (Sermón 231). Hemos salido ganando. Nos sienta su mesa y se da a sí mismo como alimento de Vida Eterna.
Jesús, vuestro párroco

Lectura del santo evangelio según san Mateo        28, 1-10

En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: - «Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis." Mirad, os lo he anunciado.»
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
- «Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo: - «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Palabra del Señor.
638   La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:

643   Es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los discípulos abatidos ("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14).

644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24, 39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin  embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació - bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
Recordamos algunos textos significativos en esta Semana Santa:

RECORDANDO EL JUEVES SANTO:

1. La llamada a la proximidad y cercanía
“La Iglesia sabe « involucrarse ». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. (Francisco. La Alegría del Evangelio 24)

Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. (Francisco. La Alegría del Evangelio 268)

Cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor. Cada vez que nos encontramos con un ser humano en el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios. (Francisco. La Alegría del Evangelio 272)  

Para compartir la vida con la gente y entregarnos generosamente, necesitamos reconocer también que cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria. Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres! (Francisco. La Alegría del Evangelio 274)   
2. No temer ensuciar los pies tras ser lavados
recordamos las palabras que dice la Iglesia, tomadas del Cantar de los Cantares: Me he lavado los pies, ¿por qué he de volver a ensuciarlos?, cuando quería ir a abrir a Aquel que había venido a ella y había llamado rogándole que le abriese Aquel que era el más hermoso de los hijos de los hombres. … Esto lo dice en la persona de aquellos que, limpios de toda mancha, pueden decir: Deseo deshacerme y estar con Cristo, pero por vosotros me es necesario permanecer en esta carne. Lo dice por boca de aquellos que predican a Cristo y le abren la puerta para que por la fe habite en los corazones de los hombres. Lo dice por aquellos que pesan la conveniencia de aceptar o no tal ministerio para el cual no se creen capaces, por temor a que, predicando a otros, ellos sean reprobados. Con mayor seguridad se escucha que se predica la verdad; pues cuando se predica, difícilmente se escapa de cierta jactancilla, con la cual evidentemente se ensucian los pies. … Con frecuencia leo y escucho: No queráis muchos de vosotros, hermanos, haceros maestros, porque seréis juzgados con mayor rigor, pues en muchas cosas pecamos todos. Lavé mis pies, ¿cómo he de mancharlos? No obstante, yo me levanto y abro. ¡Oh Cristo!, lávalos, perdónanos nuestras deudas, porque aún no se ha extinguido en nosotros la caridad; también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Cuando te escuchamos, exultan contigo en el cielo los huesos humillados. Mas, cuando te predicamos, pisamos la tierra para ir a abrirte; si reprendemos, nos turbamos; si somos alabados, nos inflamos. Lava nuestros pies, que antes estaban limpios, pero se han manchado al pisar la tierra para ir a abrirte. Y por hoy contentaos con esto, carísimos hermanos. Mas, por si hemos cometido alguna falta diciendo algo de modo distinto del que convenía, o bien nos hemos deleitado más de lo justo con vuestras alabanzas, pedid a Dios con vuestras aceptables oraciones la limpieza para nuestros pies.  (San Agustín. Tratado sobre el Evangelio de San Juan 57)

RECORDANDO EL VIERNES SANTO
No se pierde ningún gesto de amor
La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano. ¡No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza viva! Como no siempre vemos esos brotes, nos hace falta una certeza interior y es la convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos, porque «llevamos este tesoro en recipientes de barro» (2 Co 4,7). Esta certeza es lo que se llama «sentido de misterio». Es saber con certeza que quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo (cf. Jn 15,5). Tal fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida. A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo, que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos. El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca. (Francisco. La Alegría del Evangelio 278-279)    

  Fue crucificado, para mostrar en la cruz la muerte de nuestro hombre viejo, y resucitó, para mostrar en su vida la novedad de nuestra vida. Así lo enseña la doctrina apostólica: Fue entregado, dice, por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. (San Agustín. Sermón 231,2)
1. El domingo 27 de abril, Domingo de la Divina Misericordia, en la Plaza de San Pedro del Vaticano tendrá lugar la canonización del Papa Juan XXIII y del Papa Juan Pablo II. Será un motivo de acción de gracias por estos dos grandes Papas.

2. La fiesta de San Vicente Ferrer será el lunes 28 de abril. Es de precepto, por lo cual habrá horario especial de misas: 9.30; 11.00; 12.00 h. y 19.30 h.

Del 21 al 27 de abril de 2014
Lunes 21.  Octava de Pascua. 19.30 h.: En sufragio de: Blas y Rosario. 
Martes 22. Octava de Pascua. 19.30 h.: En sufragio de: Rvdo. Bernardino Buendía. 
Miércoles 23. Octava de Pascua. 19.30 h.: En sufragio de: José Antonio Cabanilles. 
Jueves 24. Octava de Pascua. 19.30 h.: Sin intención. 
Viernes 25. Octava de Pascua. 19.30 h.: En sufragio de: Jesús Sánchez Godínez y dif. Fam.
Sábado 26. Por la Tarde: 
Segundo Domingo de Pascua. 18.00 h.: Con niños. Sin intención. 19.30 h.: Sin intención. 21.00 h.: Sin intención.
Domingo 27. Segundo Domingo de Pascua. 9.30 h.: Sin intención. 11.00 h.: Sin intención. 12.00 h. Pro Pópulo. 19.30 h.: Sin intención.

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