Queridos hermanos:
La semana pasada escuchábamos el corazón del evangelio en lo referente al amor, a la caridad: “Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen”. Dios ama así: ama al enemigo. Y esta semana escuchamos el corazón del evangelio en lo referente a la confianza, a la fe. Confiar en Dios Padre Providente como un hijo con su padre. El evangelio de hoy se inicia con una sentencia de Jesús: “Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se dedicará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero”. “Dinero” traduce la palabra griega mamónas, que viene del arameo mamóna que se deriva probablemente del hebreo “amán”, que designa algo estable, sólido, seguro, en lo que se puede apoyar uno y tenerle confianza. De esa raíz viene la palabra amén, con la que todavía hoy indicamos nuestra confianza y abandono en Dios y que utilizamos al final de las oraciones. Lo que aparenta seguridad, el dinero, no lo es tal. La verdadera seguridad es la confianza en la Divina Providencia. Decía San Basilio: "Ni aún por las cosas necesarias debemos inquietamos, ni confiar en ellas cuando las tenemos: cada uno debe dejar este cuidado a la divina Providencia." El alimento que nos mantiene con vida y el vestido que cubre nuestro cuerpo son dos cosas necesarias. Con todo, Jesús nos invita a poner en primer lugar a Dios Padre: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura”. Y nos da dos ejemplos: las aves del cielo, en lo referente al alimento y los lirios del campo, en lo referente al vestido. Dios las cuida, alimenta y viste. Lo mismo con vosotros. Es vuestro Padre. Confía en Él. No es posible confiar totalmente en Dios y confiar totalmente en el dinero.
Hay dos peligros: el providencialismo, que confunde la providencia de Dios con la promesa de una vida sin preocupaciones ni cuidados. El “Ora et labora” de San Benito, equilibra muy bien este peligro. Primero la oración, la confianza en Dios, que va unida a una colaboración con Dios a través del trabajo. La fe da al trabajo humano una espiritualidad animadora y redentora. El trabajo da a la fe su desarrollo. Hay una alianza “misteriosa, pero real, que media entre el actuar humano y el actuar providencial de Dios”. (Juan Pablo II, Discurso durante la visita a Pomezia. 14-9-1979). El segundo peligro es el humanismo cerrado a la trascendencia: “No se puede negar que después del Concilio han existido intentos de oscurecer el llamado verticalismo y de propagar un falso horizontalismo. De este modo, el hombre ha sido dejado a sus solas fuerzas, sin Padre, sin Providencia, mientras se proclamaba la muerte de Dios y «la muerte del Padre». (Alocución de Juan Pablo II a la Comisión Teológica Internacional. 5-12-1983).
Jesús, vuestro párroco
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 24-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos como crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos. »
Palabra del Señor.