25 de octubre de 2018

Domingo 27 de octubre de 2018. 30 TO B.

HOJA PARROQUIAL

Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com
                  Queridos hermanos:
Resuena en mi corazón el Evangelio de este domingo como una invitación seria para toda la parroquia a tener la fe de este ciego, mendigo, y sentado al borde del camino. “Tu fe te ha salvado”, le dirá Jesús.
Es verdad que podemos parecernos a la gente que da noticia de Jesús si ningún entusiasmo. Podemos ser también de aquellos que siguen a Jesús, pero les molesta detenerse, les molesta que alguien pida, busque, llame, grite, como hace el ciego y por ello le increpan para que calle. Podemos ser de los que dan la buena noticia con tal entusiasmo y ánimo que provoque en el otro un desprendimiento (“soltó el manto”) y un salto para acercarse a Jesús.
La mediación para ir a Jesús está llamada a ser animosa, llena de entusiasmo, que no se molesta porque Jesús se detenga ante una persona solamente, al contrario, pone todo su esfuerzo para que la persona tenga un encuentro cara a cara con Jesús.
Volvamos al ciego. Él ciego de Jericó, en cuanto oye que pasa Jesús por su vida, se pone a gritar. Y no deja de hacerlo, incluso con más fuerza, a pesar de que le intentan acallar. Ve en Jesús el remedio de su vida. Grita, como si le fuera la vida en ello. Y grita con una oración que sigue utilizando la Iglesia: «Jesús, ten compasión de mí». Jesús mismo, al enseñarnos a orar, había dicho: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”. Estas palabras se cumplen en este ciego. Cuando Jesús se detiene dice: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama».
La reacción del ciego no fue... recoger la sombrilla, guardar las limosnas que le hubieran dado en su bolso, plegar su sillita, arreglarse el vestido,… Para entonces Jesús ya se hubiera ido. Al contrario, tuvo una reacción rápida, como quien se juega la vida: “Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.”
Y entonces se produce este encuentro con Jesús cara a cara. Solamente una persona que valora lo que ha perdido, - la vista -, y no se conforma, arriesga, pide, grita, busca, llama, como este ciego y responde con prontitud a la invitación de Jesús, que le preguntará: «¿Qué quieres que te haga?». Si nos preguntara a nosotros ¿qué diríamos? El ciego le contestó: «Rabbuni, que recobre la vista».
La fe del ciego curado por Jesús continuará creciendo, pues dejará Jericó y seguirá a Jesús por el camino, es decir, por el desierto que conduce de Jericó a Jerusalén. Ya no desea quedarse en el Oasis de Jericó, del mundo, pues ha encontrado la Luz de la Vida y ya no permanece en las tinieblas.
Jesús, vuestro párroco
+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10,46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna.
Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
                  «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo increpaban para que se callara.
Pero él gritaba más:
                  «Hijo de David, ten compasión de mí».
Jesús se detuvo y dijo:
                  «Llamadlo».
Llamaron al ciego, diciéndole:
  «Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
  «¿Qué quieres que te haga?».
El ciego le contestó:
  «Rabbuni, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
  «Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
Palabra del Señor.
2616 La petición apremiante de los ciegos: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!" (Mt 9, 27) o "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: "¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de mí, pecador!" Curando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria que le suplica con fe: "Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!".

2667         Esta invocación de fe bien sencilla ha sido desarrolla da en la tradición de la oración bajo formas diversas en Oriente y en Occidente. La formulación más habitual, transmitida por los espirituales del Sinaí, de Siria y del Monte Athos es la invocación: "Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ¡Ten piedad de nosotros, pecadores!" Conjuga el himno cristológico de Flp 2, 6-11 con la petición del publicano y del mendigo ciego (cf Lc 18,13; Mc 10, 46-52). Mediante ella, el corazón está acorde con la miseria de los hombres y con la misericordia de su Salvador.

2668  La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en "palabrerías" (Mt 6, 7), sino que "conserva la Palabra y fructifica con perseverancia" (cf Lc 8, 15). Es posible "en todo tiempo" porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús.
EL EVANGELIO COMENTADO POR EL PAPA
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Un día Jesús, acercándose a la ciudad de Jericó, hizo el milagro de devolver la vista a un ciego que pedía limosna junto al camino (cf. Lc 18, 35-43). Hoy queremos centrarnos en el significado de este signo porque nos toca directamente también a nosotros. El evangelista Lucas dice que ese ciego estaba sentado junto al camino pidiendo limosna (cf. v. 35). Un ciego en esa época —pero también hasta no hace mucho tiempo— no podía más que vivir de limosna. La figura de este ciego representa a muchas personas que, también hoy, se ven marginadas a causa de una limitación física o de otro tipo. Está separado de la multitud, está allí sentado mientras la gente pasa ocupada en sus asuntos, absorta en sus preocupaciones y en muchas cosas... Y la calle, que puede ser un lugar de encuentro, para él en cambio es el lugar de la soledad. Es mucha la gente que pasa... Y él está solo.
Es triste la imagen de un marginado, sobre todo teniendo como escenario la ciudad de Jericó, el espléndido y lozano oasis en el desierto. Sabemos que precisamente a Jericó llegó el pueblo de Israel al término del largo éxodo desde Egipto: esa ciudad representa la puerta de ingreso en la tierra prometida. Recordemos las palabras que Moisés pronunció en esa circunstancia: «Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos, en alguna de las ciudades de tu tierra que el Señor tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre. Pues no faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra» (Dt 15, 7.11). Es fuerte el contraste entre esta recomendación de la Ley de Dios y la situación descrita por el Evangelio: mientras que el ciego grita invocando a Jesús, la gente lo reprendía para hacerle callar, como si no tuviese derecho de hablar. No tienen compasión de él, es más, les molestan sus gritos. Cuántas veces nosotros, cuando vemos mucha gente en la calle —gente necesitada, enferma, que no tiene para comer— sentimos que nos molestan. Cuántas veces, cuando nos encontramos ante muchos refugiados e inmigrantes, sentimos que nos molestan. Es una tentación que todos nosotros tenemos. Todos, ¡también yo! Es por esto que la Palabra de Dios nos pone en guardia recordándonos que la indiferencia y la hostilidad convierten en ciegos y sordos, impiden ver a los hermanos y no permiten reconocer en ellos al Señor. Indiferencia y hostilidad. Y a veces esta indiferencia y hostilidad llegan a ser incluso agresión e insulto: «¡Sacad de aquí a todos estos!», «¡ubicadlos en otra parte!». Esta agresión es lo que hacía la gente cuando el ciego gritaba: «Pero tú sal de aquí, no hables, no grites».
Notamos un detalle interesante. El evangelista dice que alguien de la multitud explicó al ciego el motivo de toda esa gente diciendo: «Pasa Jesús, el Nazareno» (v. 37). El paso de Jesús está indicado con el mismo verbo que en el libro del Éxodo se usa para hablar del paso del ángel exterminador que salva a los israelitas en la tierra de Egipto (cf. Ex 12, 23). Es el «paso» de la pascua, el inicio de la liberación: cuando pasa Jesús, siempre hay liberación, siempre hay salvación. Así, pues, al ciego, es como si le anunciasen su pascua. Sin dejarse atemorizar, el ciego grita más de una vez a Jesús reconociéndolo como el Hijo de David, el Mesías esperado que, según el profeta Isaías, abriría los ojos a los ciegos (cf. Is 35, 5). A diferencia de la multitud, este ciego ve con los ojos de la fe. Gracias a ella su súplica tiene una poderosa eficacia. En efecto, al escucharlo, «Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran» (v. 40). Obrando así Jesús quita al ciego del borde del camino y lo pone en el centro de la atención de sus discípulos y de la multitud. Pensemos también nosotros, cuando hemos estado en situaciones complicadas, incluso en situaciones de pecado, cómo fue precisamente Jesús a tomarnos de la mano y a quitarnos del borde del camino y donarnos la salvación. Se realiza así un doble paso. Primero: la gente había anunciado una buena noticia al ciego, pero no querían saber nada con él; ahora Jesús obliga a todos a tomar conciencia que el buen anuncio implica poner en el centro del propio camino a aquel que había sido excluido del mismo. Segundo: a su vez, el ciego no veía, pero su fe le abre la senda de la salvación, y él se encuentra en medio de los que habían bajado a la calle para ver a Jesús. Hermanos y hermanas, el paso del Señor es un encuentro de misericordia que une a todos en torno a Él para permitirnos reconocer a quien tiene necesidad de ayuda y de consuelo. Incluso por nuestra vida pasa Jesús; y cuando pasa Jesús, y me doy cuenta de ello, es una invitación a acercarme a Él, a ser más bueno, a ser un mejor cristiano, a seguir a Jesús.
Jesús se dirige al ciego y le pregunta: «¿Qué quieres que te haga?» (v. 41). Estas palabras de Jesús son impresionantes: el Hijo de Dios ahora está ante el ciego como un humilde siervo. Él, Jesús, Dios, dice: «¿Qué quieres que te haga? ¿Cómo quieres que te sirva?». Dios se hace siervo del hombre pecador. Y el ciego ya no responde a Jesús llamándolo «Hijo de David», sino «Señor», el título que la Iglesia desde los inicios aplica a Jesús Resucitado. El ciego pide poder ver de nuevo y su deseo es atendido: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado» (v. 42). Él mostró su fe invocando a Jesús y queriendo encontrarse con Él de todos los modos posibles, y esto le dio como don la salvación. Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús. Por ello el relato termina diciendo que el ciego «lo seguía glorificando a Dios» (v. 43): se convierte en discípulo. De mendigo a discípulo, también este es nuestro camino: todos nosotros somos mendigos, todos. Siempre tenemos necesidad de salvación. Y todos nosotros, todos los días, debemos dar este paso: de mendigos a discípulos. Y así, el ciego se pone en camino siguiendo al Señor y entrando a formar parte de su comunidad. Aquel a quien querían hacer callar, ahora testimonia a gran voz su encuentro con Jesús de Nazaret, y «todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios» (v. 43). Tiene lugar un segundo milagro: lo que sucedió al ciego hace que, al final, también la gente vea. La misma luz ilumina a todos congregándolos en la oración de alabanza. Así Jesús derrama su misericordia sobre todos aquellos con los que se encuentra: los llama, hace que se acerquen a Él, los reune, los cura y los ilumina, creando un pueblo nuevo que celebra las maravillas de su amor misericordioso. Dejémonos también nosotros llamar por Jesús, y dejémonos curar por Jesús, perdonar por Jesús, y sigámoslo alabando a Dios. Que así sea. (Audiencia 15-6-16).
El próximo jueves 1 de Noviembre celebraremos la Solemnidad de todos los Santos. Con motivo de esta gran fiesta Cristiana, que nos llena de Esperanza y Alegría, hemos preparado el V Festival Holywins para los niños. Holywins significa LO SANTO VENCE.
Todos los niños y padres que quieran  participar tendrán que vestirse de algún santo. Al finalizar  tendremos una merienda en los locales parroquiales compartiendo algunos dulces. Recordad: Jueves 1 de Noviembre a las 17.00 h. la acogida para vestirse y a las 17.30 h. el inicio del Festival. Ánimo. Esta fiesta viene a hacer resonar en nosotros “el llamado a la santidad ... porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4). (Francisco. Gaudete et Exultate nº 2).



1. El lunes 29 de octubre a las 10.15 h. será la reunión del Equipo de Pastoral de la Salud.
A continuación el párroco hará la visita ordinaria a enfermos.
2. Recuerden que en la madrugada del sábado 27 al domingo 28 cambia la hora: Se retrasa una hora. A las tres serán las dos.
3. La semana que viene es la solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles difuntos.
El jueves 1 de noviembre a las 16.00 h. en el Cementerio de Gandía se celebrará la Eucaristía de la Solemnidad de Todos los Santos por todos los fieles difuntos. La comunidad cristiana de Gandía se une en oración en sufragio por todos los difuntos.
4. Catequesis parroquial: Catequesis del Buen Pastor (3-5 años): sábados a las 16.45 h. Catequesis de Jesús es el Señor (de comunión): sábados a las 16.30 h. Catequesis de Anatolé (postcomunión 9-11 años): Lunes a las 18.00 h. Catequesis de Postconfirmación (12-18 años): Viernes a las 19.45 h.
Del 29 de octubre al 4 de noviembre de 2018

Lunes 29.  19.30 h.: En sufragio de: Rosendo Roche.
Martes 30. 19.30 h.: En sufragio de: María Jesús Ruiz; Víctor Ferragut.
Miércoles 31. Por la tarde: SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS. 18.00 h.: Con niños. Sin intención.
19.30 h.: En sufragio de: Juanita Saez.
Jueves 1. SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS.
10.00 h.: Sin intención. 11.30 h.: Pro Pópulo. 16.00 h.: En el Cementerio de Gandía. 19.30 h.: Sin intención.
Viernes 2. conmemoración de los fieles difuntos. 19.30 h.: En sufragio de: Dif. Fam Rodríguez Herrero; Dif. Fam. Ferrer-Puig.
Sábado 3. Por la mañana: San Martín de Porres. Por la tarde: DOMINGO 31 DEL TIEMPO ORDINARIO
18.00 h.: Con niños. En sufragio de: Dif. Fam. García-Estruch. 19.30 h.: En sufragio de: Isabel Terrades y Petri Martínez. 21.00 h.: Sin intención.
Domingo 4. DOMINGO 31 DEL TIEMPO ORDINARIO
10.00 h.: Sin intención. 11.30 h.: Pro Pópulo. 19.30 h.: Sin intención.
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