4 de agosto de 2012

Domingo 6 de agosto de 2012. 18 TO

HOJA 
PARROQUIAL

Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com


Domingo 6 de agosto de 2012.  




          Queridos hermanos:
En el Evangelio de esta semana nuestro Señor se nos presenta como alimento valioso: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mi no pasara hambre”. Y es que si nos fijamos en la historia del pueblo de Israel como en la nuestra -la Iglesia-, Dios sacia las necesidades del hombre: primero lo observamos con el maná; y después con la Eucaristía con la que se “acrecienta nuestra unión con Cristo y con su Iglesia, y nos haga crecer en el amor al prójimo.”(Comp. CEC 292)
Pero en la etapa de los profetas, éstos anunciaban de otro alimento diferente al maná, describiéndolo como “tan dulce como la miel.” (Ez 3, 2) Es el profeta Jeremías quien nos habla de este alimento: “Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón.” (Jr 15, 16) Es en la meditación de la palabra de Dios donde encontraremos una respuesta a las preguntas más profundas sobre la verdad que anida en nuestro corazón y nuestra mente. Y, como no, Cristo, nuestro Señor, durante su primera tentación dice: “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. (Mt 4, 4) Con esto Cristo afirma: “Sólo Dios basta. Sólo él sacia el hambre profunda del hombre. Quien ha encontrado a Dios, lo ha encontrado todo. Las cosas finitas pueden dar la apariencia de satisfacción o de alegría, pero sólo lo Infinito puede llenar el corazón del hombre.” (Mensaje del Card. Tarsicio Bertome).
 Pero Cristo ha querido quedarse con nosotros para siempre, hasta el final de los tiempos de un modo especial en la Eucaristía, en concreto con su Cuerpo y Sangre. Es este Cuerpo el que da la vida al mundo, dirá S. Cirilo de Alejandría: «Por todos muero, dice el Señor, para vivificarlos a todos y redimir con mi carne la carne de todos. En mi muerte morirá la muerte y conmigo resucitará la naturaleza humana de la postración en que había caído. Por ello podemos decir que el cuerpo de Cristo da vida a los que participan de él: si los encuentra sujetos a la muerte, aparta la muerte y aleja toda corrupción, pues posee en sí mismo el germen que aniquila toda podredumbre.” (Comentario sobre el Evangelio de S. Juan).
Bendita tú, María, que por ti nos vino la Vida al mundo.
Arturo, vuestro vicario

+  Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 24-35

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: — «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó:
— «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
Ellos le preguntaron: — «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús: — «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»
Le replicaron: — «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”.»
Jesús les replicó: — «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron: —«Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó: — «Yo soy el pan de vida. El que viene a mi no pasara hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»
Palabra del Señor.
“Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013”. (Benedicto XVI. Porta Fidei)
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“Jesús llama la atención sobre el hecho de que no han entendido la multiplicación de los panes como un «signo» —como era en realidad—, sino que todo su interés se centraba en lo referente al comer y saciarse (cf. Jn 6, 26). Entendían la salvación desde un punto de vista puramente material, el del bienestar general, y con ello rebajaban al hombre y, en realidad, excluían a Dios. Pero si veían el maná sólo desde el punto de vista del saciarse, hay que considerar que éste no era pan del cielo, sino sólo pan de la tierra. Aunque viniera del «cielo» era alimento terrenal; más aún, un sucedáneo que se acabaría en cuanto salieran del desierto y llegaran a tierra habitada. Pero el hombre tiene hambre de algo más, necesita algo más. El don que alimente al hombre en cuanto hombre debe ser superior, estar a otro nivel. ¿Es la Torá ese otro alimento? En ella, a través de ella, el hombre puede de algún modo hacer de la voluntad de Dios su alimento (cf. Jn 4, 34). Sí, la Torá es «pan» que viene de Dios; pero sólo nos muestra, por así decirlo, la espalda de Dios, es una «sombra». «El pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo» (Jn 6, 33). Como los que le escuchaban seguían sin entenderlo, Jesús lo repite de un modo inequívoco: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed» (Jn 6, 35). (...)
En el encuentro con Jesús nos alimentamos, por así decirlo, del Dios vivo, comemos realmente el «pan del cielo». De acuerdo con esto, Jesús ya había dejado claro antes que lo único que Dios exige es creer en Él. Los oyentes le habían preguntado: «¿Cómo podremos ocuparnos del trabajo que Dios quiere?» (Jn 6, 28). La palabra griega aquí utilizada, ergázesthai, significa «obtener a través del trabajo». Los que escuchan están dispuestos a trabajar, a actuar, a hacer «obras» para recibir ese pan; pero no se puede «ganar» sólo mediante el trabajo humano, mediante el propio esfuerzo. Únicamente puede llegar a nosotros como don de Dios, como obra de Dios”. (...)
Para entender en toda su profundidad el sermón de Jesús sobre el pan debemos considerar, finalmente, una de las palabras clave del Evangelio de Juan, que Jesús pronuncia el Domingo de Ramos en previsión de la futura Iglesia universal, que incluirá a judíos y griegos —a todos los pueblos del mundo—: «Os aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto» (12,24). En lo que denominamos «pan» se contiene el misterio de la pasión. El pan presupone que la semilla —el grano de trigo— ha caído en la tierra, «ha muerto», y que de su muerte ha crecido después la nueva espiga. El pan terrenal puede llegar a ser portador de la presencia de Cristo porque lleva en sí mismo el misterio de la pasión, reúne en sí muerte y resurrección. (…)Lo mismo puede decirse del vino. También él comporta una pasión: ha sido prensado, y así la uva se ha convertido en vino. Los Padres han ido más lejos en su interpretación de este lenguaje oculto de los dones eucarísticos. Mc gustaría mencionar aquí sólo un ejemplo. En la denominada Didaché (tal vez en torno al año 100) se implora sobre el pan destinado a la Eucaristía: «Como este pan partido estaba esparcido por las montañas y al ser reunido se hizo uno, que también tu Iglesia sea reunida de los extremos de la tierra en tu reino» (IX, 4). (Benedicto XVI. Jesús de Nazaret).

Padre Dios, creemos que eres creador de todas las cosas y que te nos haz hecho cercano en el rostro de tu Hijo, concebido de María Virgen por obra del Espíritu Santo, para ser nuestra condición y garantía de vida eterna. Creemos, Padre providente,
que por la fuerza de tu Espíritu El pan y el vino
se transforman en el cuerpo y la sangre de tu Hijo,
flor de harina que aligera el hambre del camino. Creemos, Señor Jesús, que tu Encarnación
se prolonga en la simiente de tu cuerpo Eucaristía,
para dar de comer
 a los hambrientos de luz y de verdad,
de amor y de perdón, de gracia y salvación.  Gracias, Jesús Eucaristía. (Congreso Eucarístico 2004, México)


101           En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: "La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres " (DV 13).
102           A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él se dice en plenitud (cf. Hb 1,1-3):
Recordad que es una misma Palabra de Dios la que se extiende en todas las escrituras, que es un mismo Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados, el que, siendo al comienzo Dios junto a Dios, no necesita sílabas porque no está sometido al tiempo (S. Agustín, Psal. 103,4,1).
103 Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21).
104 En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13). "En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos" (DV 21)
LA EXIGENCIA
DE UNA “NUEVA EVANGELIZACIÓN”

¿Cómo define el Instrumentum Laboris la Nueva Evangelización?
La nueva evangelización, nos dice el Instrumentum Laboris en los números 47-49, es la capacidad de parte de la Iglesia de vivir en modo renovado la propia experiencia comunitaria de la fe y del anuncio dentro de las nuevas situaciones culturales que se han creado en estas últimas décadas. Como consecuencia de la confluencia de factores sociales y culturales – que convencionalmente designamos con el término “globalización” –, han comenzado a verificarse procesos de debilitamiento de las tradiciones y de las instituciones. Tales procesos dañan muy rápidamente las relaciones sociales y culturales, su capacidad de comunicar valores y de responder a los interrogantes sobre el sentido de la vida y sobre la verdad. El resultado es una notable pérdida de unidad de la cultura y de su capacidad de adherir a la fe y de vivir con los valores que ella inspira. Las huellas de este clima, sobre la experiencia de la fe y sobre las formas de vida eclesial, son descriptas en modo muy similar en todas las respuestas: debilidad de la vida de fe de las comunidades cristianas, disminución del reconocimiento de la autoridad del magisterio, privatización de la pertenencia a la Iglesia, reducción de la práctica religiosa, falta de empeño en la transmisión de la propia fe a las nuevas generaciones. Estas señales, descriptas en modo casi unánime por varios episcopados, muestran que es toda la Iglesia que se enfrenta con este clima cultural. En este cuadro, la nueva evangelización desea resonar como una llamada, una pregunta hecha por la Iglesia a sí misma, para que recoja sus energías espirituales y se empeñe en este nuevo clima cultural en orden a hacer propuestas concretas: reconociendo el bien también dentro de estos nuevos escenarios, dando nueva vitalidad a la propia fe y al propio empeño evangelizador. El adjetivo “nueva” hace referencia al cambio del contexto cultural y evoca la necesidad que tiene la Iglesia de recuperar energías, voluntad, frescura e ingenio en su modo de vivir la fe y de transmitirla.
1. Del 24 al 26 de agosto está prevista la peregrinación a la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona con los niños de Anatolé y sus familias.
2. En septiembre será realidad que la Diócesis de Valencia contará con una capilla de Adoración Eucarística Perpetua en la parroquia de San Martín Obispo de Valencia: las 24 horas de los 365 días del año. Para ello hacen falta como mínimo 500 personas, necesarias para cubrir los 168 turnos a la semana, una hora por persona cada siete días, que permiten mantenerla abierta de forma continuada y perpetua para no dejar solo al Santísimo. Se está llevando a cabo por medio del padre Justo Lofeudo, misionero de la Santísima Eucaristía, una comunidad francesa cuyo carisma principal es la promoción y el establecimiento de capillas de adoración perpetua en todo el mundo.
 
Donativos recibidos para los nuevos locales en la calle Ciudad de Laval:

Ingresados hasta el  20-07-2012 : 63.296,95 €.
+ 920 €.
Ingresados hasta el20-7-2012:

64.216,95 €.
Colabore en la cuenta que la parroquia tiene en 
BANKIA (Paseo Germanías 82)
2038-6230-75-3000420970

Del 6 al 12 de agosto de 2012

Lunes 6. TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. 19.30 h.: Sin intención. 
Martes 7. 19.30 h.: Sin intención. 
Miércoles 8. 19.30 h.: En sufragio de Antonio Casanova. J
ueves 9. Sta. Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein). 19.30 h.: Sin intención. 
Viernes 10. S. Lorenzo. 19.30 h.: Sin intención. 
Sábado 11. XIX T.O. 19.30 h.: Sin intención. 21.00 h.: Sin intención. 
Domingo 12. XIX T.O. 12.00 h. Pro Pópulo



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