26 de octubre de 2019

Domingo 27 de octubre de 2019. 30 TO C.

Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com
     Queridos hermanos:
Si la parábola del domingo pasado nos invitaba a la oración perseverante e insistente de la viuda, este domingo Jesús nos presenta otra parábola para hacernos ver la importancia de la oración humilde, que empieza pidiendo perdón: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Así comenzamos nuestra oración en cada Eucaristía, pidiendo perdón. Kyrie (Señor), eleison (ten piedad o ten compasión). Antes de escuchar como discípulos y de dar gracias en la Plegaria Eucarística está el reconocimiento humilde de quienes somos, de nuestra miseria, de nuestro pecados y también la apertura a la Misericordia del Señor que como médico ha venido a salvar a los pecadores.
La soberbia, bien expresada en el fariseo del evangelio, es una apropiación de los dones recibidos, en sus obras, hasta el punto de despreciar a los demás. “Más que rezar, en realidad se mira a sí mismo. ¡Reza a sí mismo! El fariseo se complace de la propia observancia de los preceptos.” (véase Francisco. Audiencia. 1-6-2016). La soberbia hace que no se vea pecador. Que no necesite salvador. No necesita la ayuda de Dios. Ha caído en la mentira de la serpiente: “Seréis como Dios”. Y se ha hecho Dios de sí mismo sin necesitar a Dios. La soberbia se basta a sí misma. Vive en una suficiencia. Se apoya en sus fuerzas, confía en sus obras. Da gracias. Pero es un soberbio. Cuando Dios mismo se ha hecho necesitado en Jesús, ha querido necesitar de nosotros. “Dame de beber, dirá a la samaritana. Tengo sed, dirá en la cruz. La verdadera oración brota de un corazón mendigo de su perdón y de su gracia. Por eso el publicano es ejemplo de vida y de oración. El hombre es un mendigo de Dios. “¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde "lo más profundo" (Sal 130, 14) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf Lc 18, 9-14). (Véase Catecismo 2559).
Jesús, vuestro párroco



+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas
18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
EL FARISEO Y EL PUBLICANO

2613         S. Lucas nos ha trasmitido tres parábolas principales sobre la oración:

La tercera parábola, "el fariseo y el publicano" (cf Lc 18, 9-14), se refiere a la humildad del corazón que ora. "Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador". La Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: "¡Kyrie eleison!".

LA HUMILDAD ES NECESARIA

2559         "La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes" (San Juan Damasceno, f. o. 3, 24). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos?  ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde "lo más profundo" (Sal 130, 14) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf Lc 18, 9-14). La humildad es la base de la oración. "Nosotros no sabemos pedir como conviene"(Rom 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (cf San Agustín, serm 56, 6, 9).

PEDIR PERDÓN ES LO PRIMERO

2631  La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: "ten compasión de mí que soy pecador": Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2): entonces "cuanto pidamos lo recibimos de El" (1 Jn 3, 22). Tanto la celebración de la eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.
EL EVANGELIO COMENTADO POR EL PAPA
“Hoy, con otra parábola, Jesús quiere enseñarnos cuál es la actitud correcta para rezar e invocar la misericordia del Padre; cómo se debe rezar; la actitud correcta para orar. Es la parábola del fariseo y del publicano (cf. Lc 18, 9-14).
Ambos protagonistas suben al templo para rezar, pero actúan de formas muy distintas, obteniendo resultados opuestos. El fariseo reza «de pie» (v. 11), y usa muchas palabras. Su oración es, sí, una oración de acción de gracias dirigida a Dios, pero en realidad es una exhibición de sus propios méritos, con sentido de superioridad hacia los «demás hombres», a los que califica como «ladrones, injustos, adúlteros», como, por ejemplo, —y señala al otro que estaba allí— «este publicano» (v. 11). Pero precisamente aquí está el problema: ese fariseo reza a Dios, pero en realidad se mira a sí mismo. ¡Reza a sí mismo! En lugar de tener ante sus ojos al Señor, tiene un espejo. Encontrándose incluso en el templo, no siente la necesidad de postrarse ante la majestad de Dios; está de pie, se siente seguro, casi como si fuese él el dueño del templo. Él enumera las buenas obras realizadas: es irreprensible, observante de la Ley más de lo debido, ayuna «dos veces por semana» y paga el «diezmo» de todo lo que posee. En definitiva, más que rezar, el fariseo se complace de la propia observancia de los preceptos. Pero sus actitudes y sus palabras están lejos del modo de obrar y de hablar de Dios, que ama a todos los hombres y no desprecia a los pecadores. Al contrario, ese fariseo desprecia a los pecadores, incluso cuando señala al otro que está allí. O sea, el fariseo, que se considera justo, descuida el mandamiento más importante: el amor a Dios y al prójimo.
(…) ¿Se puede rezar con arrogancia? No. ¿Se puede rezar con hipocresía? No. Solamente debemos orar poniéndonos ante Dios así como somos. (…) Es necesario aprender a encontrar de nuevo el camino hacia nuestro corazón, recuperar el valor de la intimidad y del silencio, porque es allí donde Dios nos encuentra y nos habla. Sólo a partir de allí podemos, a su vez, encontrarnos con los demás y hablar con ellos. El fariseo se puso en camino hacia el templo, está seguro de sí, pero no se da cuenta de haber extraviado el camino de su corazón.
El publicano en cambio —el otro— se presenta en el templo con espíritu humilde y arrepentido: «manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho» (v. 13). Su oración es muy breve, no es tan larga como la del fariseo: «¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!». Nada más. ¡Hermosa oración! En efecto, los recaudadores de impuestos —llamados precisamente, «publicanos»— eran considerados personas impuras, sometidas a los dominadores extranjeros, eran mal vistos por la gente y en general se los asociaba con los «pecadores». La parábola enseña que se es justo o pecador no por pertenencia social, sino por el modo de relacionarse con Dios y por el modo de relacionarse con los hermanos. Los gestos de penitencia y las pocas y sencillas palabras del publicano testimonian su consciencia acerca de su mísera condición. Su oración es esencial. Se comporta como alguien humilde, seguro sólo de ser un pecador necesitado de piedad. Si el fariseo no pedía nada porque ya lo tenía todo, el publicano sólo puede mendigar la misericordia de Dios. Y esto es hermoso: mendigar la misericordia de Dios. Presentándose «con las manos vacías», con el corazón desnudo y reconociéndose pecador, el publicano muestra a todos nosotros la condición necesaria para recibir el perdón del Señor. Al final, precisamente él, así despreciado, se convierte en imagen del verdadero creyente.
Jesús concluye la parábola con una sentencia: «Os digo que este —o sea el publicano — bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (v. 14). (…) La soberbia compromete toda acción buena, vacía la oración, aleja de Dios y de los demás. Si Dios prefiere la humildad no es para degradarnos: la humildad es más bien la condición necesaria para ser levantados de nuevo por Él, y experimentar así la misericordia que viene a colmar nuestros vacíos. Si la oración del soberbio no llega al corazón de Dios, la humildad del mísero lo abre de par en par. Dios tiene una debilidad: la debilidad por los humildes. Ante un corazón humilde, Dios abre totalmente su corazón. Es esta la humildad que la Virgen María expresa en el cántico del Magníficat: «Ha puesto los ojos en la humildad de su esclava. [...] su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen» (Lc 1, 48.50). Que nos ayude ella, nuestra Madre, a rezar con corazón humilde. Y nosotros, repetimos tres veces, esa bonita oración: «Oh Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador». (Francisco. Audiencia. 1-6-2016).
EL PELIGRO DEL CANSANCIO
“Ante estos hechos innegables, se adueña tal vez de nosotros, pastores, el cansancio y tal vez nos falte incluso empuje evangelizador ¿podemos estar como espectadores pasivos sin reaccionar? ¿Nos da lo mismo que sea así?”

POR ESO UN SÍNODO EN ESTOS MOMENTOS
“Por eso comenzamos el Sínodo diocesano, porque necesitamos con la fuerza del Espíritu Santo, una renovación interior que nos de fuerzas para evangelizar, ser testigos y anunciadores del Evangelio, necesitamos ser en verdad y eficazmente una Iglesia evangelizada y evangelizadora, que se atreva con libertad, obedeciendo a Dios antes que a los hombres o a los poderes del mundo, a anunciar a Jesucristo como la gran verdad que salva y renueva al mundo, una Iglesia que se atreva como Jesús a anunciar el Reino de Dios y a llamar a la conversión, una Iglesia que haga cristianos, discípulos de Jesús, testigos de la fe y el Evangelio en nuestro mundo, en la vida pública, en todas las esferas de la vida personal y social. Sin conversión no hay Iglesia.” (De la Homilía de D. Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia, en la misa inicio Sínodo)
KYRIE ELEISON.
¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.
SEÑOR, TEN PIEDAD.

El próximo viernes 1 de Noviembre celebraremos la Solemnidad de todos los Santos. Con motivo de esta gran fiesta Cristiana, que nos llena de esperanza y alegría, hemos preparado el VI Festival Holywins para los niños. Holywins significa LO SANTO VENCE.
Todos los niños y padres que quieran  participar tendrán que vestirse de algún santo. Al finalizar  tendremos una merienda en los locales parroquiales compartiendo algunos dulces. Recordad: Viernes 1 de Noviembre a las 17.00 h. la acogida para vestirse y a las 17.30 h. el inicio del Festival. Ánimo.


Con más de 70 personas apuntadas ya, te animamos a este curso basado en la pedagogía Montessori.

Lo impartirá Teruca Tamarit, que tiene el título de formadora de profesores, padres y catequistas obtenido en Roma.
Comienza el lunes 18 de noviembre a las 20.15 h. en el templo parroquial. Puede apuntarse en sacristía o despacho o llamando al 608286822.



Dos donativos: 60 €.
Gracias por tu colaboración.
Donativos en BANKIA
ES83-2038-6230-7530-0042-0970

1. El lunes 28 de octubre a las 10.15 h. será la reunión del Equipo de Pastoral de la Salud.
2. Catequesis parroquial:
Catequesis del Buen Pastor (3-5 años):
Los sábados a las 16.30 h..
Catequesis de Jesús es el Señor (de comunión):
Los sábados a las 16.30 h.
Catequesis de Confirmación (9-11 años):
Los viernes a las 18.00 h.
Catequesis de Postconfirmación (12-18 años):
Los viernes a las 20.00 h.
3. La semana que viene es la solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles difuntos.
El viernes 1 de noviembre a las 16.30 h. en el Cementerio de Gandía se celebrará la Eucaristía de la Solemnidad de Todos los Santos por todos los fieles difuntos. La comunidad cristiana de Gandía se une en oración en sufragio por todos los difuntos.
4. Colecta Caritas parroquial del 12—13 de octubre: 318,04 €
5. Colecta del Domund para las misiones del 19-20 de octubre: 921,49 €. Todavía se están recibiendo donativos para el Domund.
6. Recuerden que en la madrugada del sábado 26 al domingo 27 cambia la hora: Se retrasa una hora. A las tres serán las dos.
Del 28 de octubre al 3 de noviembre de 2019
Lunes 28. San Simón y San Judas, apóstoles. 19.30 h.: En sufragio de: Isabel Terrades y Petri Martínez, y Agustín Martínez. 
Martes 29. 19.30 h.: En sufragio de:Rosendo Roche; Agustín Martínez. 
Miércoles 30. 19.30 h.: En sufragio de: María Jesús Ruiz; Víctor Ferragut.
Jueves 31. Por la tarde: SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS. 18.00 h.: Con niños. En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta. 19.30 h.: Sin intención. No habrá Eucaristía a las 21.00 h.
Viernes 1. SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS. 10.00 h.: En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta. 11.30 h.: Pro Pópulo. 16.30.: EN EL CEMENTERIO DE GANDÍA. 19.30 h.: Sin intención.
Sábado 2. CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS.
10.00 h.: Sin intención. 11.30 h.: Pro Pópulo. 18.00 h.: Con niños. En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta. 19.30 h.: En sufragio de: Rvdo. Sr. D. Jesús Blanquer Batallar; Fam. Ferrer - Puig; Alberto Belda Serra. No habrá Eucaristía 21.00 h.
Domingo 3. DOMINGO 31 DEL TIEMPO ORDINARIO
10.00 h.: En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta. 11.30 h.: Pro Pópulo. 19.30 h.: En sufragio de: Clemente Jesús Serrano Serrano y Ana Montblanc.


A lo largo del año, en todas las misas, se reza por todos los difuntos. Algunas celebraciones incluyen una intención particular por algún difunto o por alguna necesidad. En muchas de las ocasiones se acompaña de una ofrenda para el sacerdote llamada estipendio. Les invitamos a solicitar en el despacho la celebración de intenciones particulares o misas en sufragio.
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Puedes descargar la Hoja Parroquial:

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