“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (37)
Noé ha vivido el misterio Pascual (2)
Queridos hermanos:
Lo vivido por Noé en su travesía por la oscuridad y las aguas de la muerte es figura de lo vivido por Jesucristo. Jesucristo asumió no tener donde reclinar la cabeza, entró en las aguas de la muerte y se adentró en las tinieblas, en el poder de la oscuridad, desde Getsemaní hasta la cruz: vinieron las tinieblas sobre toda la región hasta la media tarde porque se oscureció el sol (Lucas 23, 39-47).
En esas tinieblas, Jesucristo – Luz del mundo, ofreció al Padre el sacrificio vespertino (a las 3 de la tarde) de alabanza, su alzar las manos en la ofrenda de la tarde (cf. Salmo 141 (140), 1-10). Cantó el Cántico Nuevo del Amor en el altar de la cruz. Y sepultado descenderá a los infiernos donde todo son tinieblas. Y Jesucristo -Luz sin ocaso se puso en medio y gritó: “La Paz con vosotros”, iluminando toda oscuridad y arrebatando de la muerte a los cautivos desde Adán, Abel, Noé… para llevarlos a la Casa del Padre.
Y resucitado en el primer rayar del alba, en el primer día de la semana, el día en que comenzó la creación, hace presente una Nueva Creación. Y enseguida empieza su obra de alegrar a sus discípulos, los que le amaban, los que habían creído en él.
Jesucristo, no contento con devolvernos la luz de la fe (ver 2 Corintios 4, 5-6), como el primer día de la creación, nos regala el Espíritu Santo (ver 1 Corintios 2, 12-16) que desde el principio se cernía “sobre la faz de las aguas” del corazón y que llevó la esperanza al arca en una rama de olivo.
Y aún más, nos da una tierra donde poder habitar – segundo y tercer día de la creación – la tierra prometida, una ciudad, la Jerusalén del Cielo, la Iglesia.
Noé vivió el misterio Pascual en figura. Pasó por la muerte, pues las aguas de arriba, en una lluvia torrencial, se juntaron con las aguas de abajo, chocando y zarandeando el arca. Y Dios los salvó y les dio el signo luminoso de un arco siempre tenso, un arco que mantiene la tensión de su amor eterno.
Cristo nos da ocasión de participar a todos nosotros del misterio Pascual por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía que nos hace pasar de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la soledad a la Ciudad Santa de Jerusalén llena de hermanos a los que abrazar.
Cristo ha resucitado. Verdaderamente ha resucitado.
Jesús, vuestro párroco
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