8 de abril de 2020

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (19). Celebración para pedir perdón

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (19)

Celebración para pedir perdón

Introducción
Queridos hermanos:

Os propongo una celebración donde tengamos un momento para caer en la cuenta de nuestros pecados, y dolidos y arrepentidos, pidamos perdón al Señor con el deseo de pronto poder confesar los pecados ante un sacerdote.

Si esta celebración es familiar, no se trata de confesar los pecados unos a otros como si estuviéramos delante del sacerdote. Se trata de tener una ocasión de detenernos a pedir un corazón contrito, pedir el arrepentimiento del corazón y abrirnos a su gracia. Como recordaba la Nota de la Penitenciaría Apostólica sobre el Sacramento de la Penitencia en la actual situación de pandemia del 20.03.2020: “Cuando el fiel se encuentre en la dolorosa imposibilidad de recibir la absolución sacramental, debe recordarse que la contrición perfecta, procedente del amor del Dios amado sobre todas las cosas, expresada por una sincera petición de perdón (la que el penitente pueda expresar en ese momento) y acompañada de votum confessionis, es decir, del firme propósito de recurrir cuanto antes a la confesión sacramental, obtiene el perdón de los pecados, incluso mortales (cf. Catecismo dela Iglesia Católica n. 1452).” Que esta celebración te ayude a hacer una contricción perfecta.
 Jesús, vuestro párroco

MONICIÓN DE ENTRADA A LA CELEBRACIÓN
Noé halló gracia a los ojos del Señor: “hen”

Dice la Sagrada Escritura que “Noé obtuvo el favor del Señor”. La traducción es de la Biblia de la Conferencia Episcopal. La Biblia de Jerusalén dice: “Noé halló gracia a los ojos de Yahveh”. Para este “ese “obtener el favor” o “hallar gracia a los ojos de” el hebreo utiliza un término muy importante y poco conocido: “hen”. Deriva del verbo hanan, que significa inclinarse. Y expresa la actitud de una persona, supuestamente mayor y más fuerte, que se inclina con bondad y cariño sobre otra  -normalmente, más pequeña y más débil -, para protegerla y ayudarla.

El mismo verbo hanan expresa también la idea de mirar con amor: Fijar los ojos en alguien con gran cariño y, al mismo tiempo, con singular complacencia (cf. La Misericordia: las 3 palabras bíblicas. Severino María Alonso, cmf). Hay un nombre en español que tiene éste término: Juan (Iohannan), que significa Yahveh es favorable. Por eso la insistencia de Isabel de que no se llamara Zacarías sino Juan. Noé fue mirado así. También así fue mirada la Virgen María “Has hallado gracia delante de Dios".

El Señor se inclina a ti y te mira. Y su mirada te embellece, te limpia, te hace digno y más capaz de recibir su amor. Comencemos la celebración.

INVOCACIÓN  INICIAL
(El guía): En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
(Asamblea): Amén.
(El guía): Dios, Padre lleno de clemencia, como el Hijo pródigo, 
que marchó hacia tu encuentro, te decimos: 
“Hemos pecado contra Ti, ya no merecemos llamarnos hijos tuyos”. 
Míranos benigno, que podamos hallar gracia a tus ojos.
Cristo Jesús, Salvador del mundo, como el ladrón al que abriste las puertas del paraíso,
te rogamos: “Acuérdate de nosotros, Señor, en tu Reino”.
Espíritu santo, fuente de amor, confiadamente te invocamos:
“Purifícanos, y haz que caminemos como hijos de la Luz”.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
Oración de Moisés
Hay una escena donde aparece este mismo término “hen”. El pueblo de Israel ha pecado gravemente haciéndose un becerro de oro al que han puesto el nombre de “Yahveh”. Moisés tiene un encuentro con el Señor que le revela quién es, misericordioso y compasivo. Y a continuación Moisés eleva una plegaria bellísima: «Si he obtenido tu favor [literalmente: si ahora hallé gracia en tus ojos], que mi Señor vaya con nosotros, aunque es un pueblo de dura cerviz; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya». (Éxodo 34,9). Te invitamos a leer ahora Éxodo 34, 5-9.

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo                                        34, 5-9
                Moisés pronunció el nombre del Señor. El Señor pasó ante él proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad, que mantiene la clemencia hasta la milésima generación, que perdona la culpa, el delito y el pecado, pero no los deja impunes y castiga la culpa de los padres en los hijos y nietos, hasta la tercera y cuarta generación». Moisés al momento se inclinó y se postró en tierra. Y le dijo: «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque es un pueblo de dura cerviz; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya».
Palabra de Dios
INVITACIÓN A LA ORACIÓN TRAS LA LECTURA
Tras la lectura pídele al Señor que te mire. ¡Déjate mirar amorosamente por él! Reconoce y acepta esa mirada transida de inmensa ternura. Dios te ama infinitamente y con el Don de Sí mismo te transforma y te hace agradabilísima a sus ojos. Por eso, ha puesto en ti sus complacencias. Consiente activamente en ese Amor infinito.

La oración cristiana, en su misma esencia, pudiera definirse como "dejarse mirar amorosamente por Dios". Y el pecado -el mayor pecado- pudiera definirse como "no creer en el amor de Dios" y, en consecuencia, 'rehuir su mirada', no dejarse mirar salvadoramente por él. (cf. Idem. Severino María Alonso).
Tiempo de silencio.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Oración de Azarías en el horno encendido
Uno de los santos confinamientos más conocidos fue el de los tres jóvenes en el horno encendido. A todos nos resulta familiar el cántico que realizaron unánimes alabando al Señor y poniendo voz a toda la creación en medio de las llamas.

Pero quizá nos resulte menos conocido la petición de perdón que realizaron, aunque se lee en los laudes del martes de la semana cuarta. La oración la hizo Azarías en el horno encendido. Dice Azarías: “En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.” (v. 38).
Y es verdad. No podemos reunirnos en el templo. Pero el Señor nos ha dado un lugar desde donde dar culto: el corazón. Por eso añade: “Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde. Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados” (v. 39-40). Esta oración la hacen en secreto los presbíteros antes de iniciar la Plegaria Eucarística.

Lee Daniel 3, 26-41.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro de Daniel                          3, 26-41.
Puesto en pie, Azarías oró de esta forma; alzó la voz en medio del fuego y dijo:
«Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, digno de alabanza y glorioso es tu nombre. Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos, y justos todos tus juicios.
Has decretado sentencias justas en todo lo que has hecho caer sobre nosotros y sobre la ciudad santa de nuestros padres, Jerusalén, pues lo has hecho con rectitud y justicia a causa de nuestros pecados.
Porque hemos pecado y cometido iniquidad apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido, sin obedecer tus mandatos. No los hemos guardado, ni puesto en práctica, como se nos mandó para que nos fuese bien. Cuanto has hecho recaer sobre nosotros y cuanto nos has hecho, lo has hecho con verdadera justicia.
Nos has entregado en poder de enemigos impíos, los peores adversarios, y de un rey injusto, el más inicuo en toda la tierra. Ahora no podemos abrir la boca, vergüenza y oprobio abruman a tus siervos y a quienes te adoran.
Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados. Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos, y buscamos tu rostro; no nos defraudes, Señor; trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia.
Palabra de Dios

INVITACIÓN A LA ORACIÓN TRAS LA LECTURA
Ahora en un momento de silencio pide al Señor un corazón contrito y un espíritu humilde.
Tiempo de silencio.
UN SALMO PENITENCIAL DE DAVID
David, tras pecar gravemente y reconocer su culpa se dirige a Dios. Y la primera palabra que utiliza en el salmo es “Hanneni”. Ya nos suena. Se suele traducir por “Misericordia”. Le está pidiendo al Señor que se incline y que lo mire benigno para ser perdonado. Y al final también le dijo: “El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú, oh Dios, tú no lo desprecias.” (v. 19).
Puedes leer el salmo Salmo 51 (50).
LECTURA DEL SALMO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
 lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
 Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado.
 Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad en tu presencia.
En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente.
 Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.
 Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría.
 Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
 Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
 Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
 Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
 No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
 Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
 Enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
 Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia.
 Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
 Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
 El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado, tú, oh Dios, tú no lo desprecias.
Gloria al Padre...
INVITACIÓN A LA ORACIÓN TRAS EL SALMO
Puedes detenerte un momento y repasar el salmo y detenerte en la frase que más te llame la atención.
MONICIÓN AL EVANGELIO
El Evangelio que leemos es el del día, Miércoles Santo. En esa lectura aparece por un lado los preparativos de la Pascua, la preparación de la sala. La sala exterior. Hay que limpiar el lugar donde se vaya a celebrar la Pascua, este año en casa. Y celebrarla, no en pijama o chándal. Hay que prepararse en el aspecto exterior. Pero también la sala interior hay que preparar. Es lo que estamos haciendo en esta celebración.

Y aparece un personaje: Judas. Noé dejó que Dios se inclinase a Él, Moisés dejó que el Señor lo mirara con amor, lo mismo que David… todos ellos hallaron gracia a sus ojos. ¿Y Judas? ¿No fue precisamente el mayor pecado de Judas, después de haber traicionado al Maestro, desesperarse y desconfiar de la misericordia de Dios? Si se hubiera dejado perdonar por la mirada de Jesús como lo hizo Pedro habría descubierto en los ojos de Jesús tanto amor y tanto perdón -tan entrañable misericordia- que hoy sería para nosotros otro testigo de su misericordia. Y lo mismo el joven rico, a quien Jesús “miró con cariño”.

Si en vez de  bajar la vista, mirándose a sí mismo y mirando sus muchas riquezas, hubiera mirado a los ojos de Jesús, habría encontrado tanto amor y tanta fortaleza en aquella mirada amorosa, que no le hubiera costado gran cosa renunciar a todos los bienes para seguirle decididamente. Y ahora conoceríamos su nombre y sería de verdad un santo. En cambio, rehuyó la mirada de Jesús y se marchó triste poniendo su mirada en sus riquezas.

Por eso, no temamos. Si después de nuestro pecado, nos dejamos mirar por Jesús, confiando infinitamente en su infinita misericordia, su mirada nos salvará, sin duda alguna (cf. Idem. Severino María Alonso). Lee ahora Mateo 26, 14-25.
LECTURA DEL EVANGELIO
Lectura del Evangelio según san Mateo               26, 14-25            
En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?». Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».
Palabra del Señor
INVITACIÓN A LA ORACIÓN TRAS EL EVANGELIO
Puedes pedir al Señor que te ayude a preparar la Pascua. Y que te dé humildad para dejarte perdonar por él. Puedes hacer un sencillo examen de conciencia.
Tiempo de silencio. A continuación recitamos el acto de contricción.
ACTO DE CONTRICCIÓN
(Todos): Dios mío, con todo corazón me arrepiento  de todo el mal que he hecho
y de todo lo bueno que he dejado de hacer.
Al pecar, te he ofendido a ti,  que eres el Supremo Bien
y digno de ser amado sobre todas las cosas.
Propongo firmemente, con la ayuda de tu gracia,
hacer penitencia, no volver a pecar
y huir de las ocasiones de pecado.
Señor: Por los méritos de la pasión de nuestro Salvador Jesucristo,
apiádate de mí.
Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mi, que soy un pecador.
PADRENUESTRO Y AVEMARÍA
Guía: Digamos ahora, todos juntos, la oración que nos enseñó el mismo Señor y pidámosle que perdone nuestros pecados y nos conceda perdonar también a los que nos han ofendido:
Todos: Padre nuestro…
Guía: Y pidamos la intercesión de la Virgen María que ruega por los pecadores:
Todos: Dios te salve, María, ...
CONCLUSIÓN
Guía: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.

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