“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (27)
Pasemos a la otra orilla
Queridos hermanos:
Como hizo con sus discípulos en las travesías por el lago de Galilea, el Señor quiere que pasemos a la otra orilla y que hayamos tenido experiencia de la resurrección, de la confianza que salva. A lo largo de la travesía Jesús calmará tormentas o caminará sobre las aguas invitando a sus discípulos a tener experiencias de resurrección. Es lo que de forma anticipada o figurada vivió Noé, una experiencia de resurrección.
El Señor desea que tengamos la certeza por experiencia de que del mal, como una tempestad o una tormenta, el Señor saca bien, que de las aguas de la muerte del diluvio el Señor las transforma en aguas que nos salvan por el bautismo, que de la cruz, como instrumento de tortura, el Señor la transforma en nuestra bandera (cf. Gálatas 6, 14), tras la cual va un ejército que confía en el Señor, una ciudad humilde (cf. Isaías 26, 1-6), que proclama la victoria del amor que vence, del perdón que reconcilia, la victoria de Cristo resucitado.
Es lo que proclamaron con valentía Pedro y Juan ante los miembros del Sanedrín (ver Hechos de los Apóstoles 4, 1-12).
Pasar a la otra orilla. Este acontecimiento es una invitación a pasar a la otra orilla. Sea cual sea la orilla en la que estábamos, a todos se nos invita a pasar a la otra orilla.
También los discípulos pasaron la experiencia del fracaso, de la noche estéril, de trabajar sin resultado, tras pasar una noche intentando pescar sin coger nada. Y el Señor (al que no habían reconocido todavía) les invitó a echar la red a la derecha de la barca. Es una invitación a la confianza en su Palabra. Ante el desaliento, el desánimo, la desorientación el Señor da una Palabra concreta: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». También Noé obedeció órdenes muy concretas y fue salvo.
La Palabra de Dios nos pone en movimiento. La obediencia de la fe hace nuestra vida fecunda. Una obediencia que tiene una gran recompensa: una pesca de 153 peces grandes y un almuerzo con Jesús preparado por él y que cuenta con nuestra aportación (ver Juan 21, 1-14).
Jesús, vuestro párroco
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