“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (128)
Invitación a recordar lun 27
Segunda carta de San Pedro (2)
Queridos hermanos:
San Pedro sabe que pronto tendrá que dejar la tienda de campaña, que es la vida en este mundo. Y con mucha delicadeza y ternura nos recuerda estas cosas:
“Por eso estaré siempre recordándoos estas cosas, aunque ya las sabéis y estáis firmes en la verdad que poseéis. Mientras habito en esta tienda de campaña, considero un deber animaros con una exhortación, sabiendo que pronto voy a dejar mi tienda, según me manifestó nuestro Señor Jesucristo. Pero pondré mi empeño en que, incluso después de mi muerte, tengáis siempre la posibilidad de acordaros de esto.” (2 Pedro 1, 12-15).
Hay que decir que el discípulo no dice: ya me lo sé. Sino: gracias por recordármelo.
San Pedro se convierte en una ayuda para recordar lo más importante ante los últimos tiempos. Su testimonio no se basa en fábulas fantasiosas, sino en hechos: “Pues no nos fundábamos en fábulas fantasiosas cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: «Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido». Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada” (2 Pedro 1, 16-18).
Se refiere a la Transfiguración en el Monte Tabor. San Pedro es testigo ocular del poder y grandeza de Cristo y de su Venida. Este acontecimiento de la Transfiguración (de la manifestación gloriosa de Cristo) estaba ya anunciado en los profetas. San Pedro ha sido testigo de ellos. También San Juan evangelista lo cuenta: “Y hemos contemplado su Gloria” (Juan 1,14). Y eso hace que preste atención a lo que los profetas anunciaron: “Así tenemos más confirmada la palabra profética y hacéis muy bien en prestarle atención como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones, pero sabiendo, sobre todo, lo siguiente, que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia*, pues nunca fue proferida profecía alguna por voluntad humana, sino que, movidos por el Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.” (2 Pedro 1,19-21).
El Señor vendrá vestido de poder y grandeza. Pongamos, pues, “el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección; haciendo esto no caeréis nunca. Pues así se os facilitará muchísimo la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” (2 Pedro 1, 9-11).
Jesús,
vuestro párroco
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