20 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 120.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (120)


La globalización de la indiferencia 1

 

Queridos hermanos: 

 

La indiferencia es el termómetro de la salud interior de una persona o de una sociedad. La sociedad de la generación del Diluvio estaba tan centrada en sí misma que vivía de espaldas a Dios. La indiferencia puede ser referida a las relaciones con Dios a las relaciones con los demás y a las relaciones con los pobres y a las relaciones con lo creado.

 

Dice el papa Francisco: “La primera forma de indiferencia en la sociedad humana es la indiferencia ante Dios, de la cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado. Esto es uno de los graves efectos de un falso humanismo y del materialismo práctico, combinados con un pensamiento relativista y nihilista. El hombre piensa ser el autor de sí mismo, de la propia vida y de la sociedad; se siente autosuficiente; busca no sólo reemplazar a Dios, sino prescindir completamente de él. Por consiguiente, cree que no debe nada a nadie, excepto a sí mismo, y pretende tener sólo derechos.

 

La actitud del indiferente, de quien cierra el corazón para no tomar en consideración a los otros, de quien cierra los ojos para no ver aquello que lo circunda o se evade para no ser tocado por los problemas de los demás, caracteriza una tipología humana bastante difundida y presente en cada época de la historia. Pero en nuestros días, esta tipología ha superado decididamente el ámbito individual para asumir una dimensión global y producir el fenómeno de la «globalización de la indiferencia». (Francisco. Vence la indiferencia y conquista la paz. Mensaje de la XLIX Jornada Mundial de la Paz. 1 de enero de 2016, nº 3).

 

Contra esta autocomprensión errónea de la persona, Benedicto XVI recordaba que ni el hombre ni su desarrollo son capaces de darse su significado último por sí mismo.” (Francisco. Vence la indiferencia y conquista la paz. Mensaje de la XLIX Jornada Mundial de la Paz. 1 de enero de 2016, nº 3).

 

Jesucristo ha venido para arrancarnos de la indiferencia, para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino que vivan para Cristo que es la Vida abundante. Por eso es tan importante el anuncio del Evangelio: “Porque nos apremia el amor de Cristo al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.” (Ver 2 Corintios 5, 14-15).

 

Jesús, vuestro párroco


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