“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (125)
Sobriedad, vigilancia, perseverancia
Primera carta de San Pedro (4)
Queridos hermanos:
Son muchas las invitaciones que San Pedro nos va
haciendo en el ocaso de su vida, antes de su martirio. También nos las hace a
nosotros: Seamos humildes (5, 5-6). Confiemos a Dios nuestras preocupaciones
(5,7). Seamos sobrios y velemos (5,8). Ante las asechanzas del diablo, león
rugiente (5,8), resistamos firmes en la fe (5,9). Perseveremos en la verdadera
gracia de Dios (5,12).
Y tras breves sufrimientos, el Dios de toda gracia os
restablecerá, os afianzará, os robustecerá, os consolidará (5,10). Cuatro verbos:
restablecer, afianzar, robustecer, consolidar. Quizá ayude pensar en la
fractura de una pierna o de un brazo para entender la importancia que tienen
esos cuatro verbos. Tras la fractura deseamos que ese brazo o esa pierna se
restablezcan. Es más, se afiancen. Pues tras la fractura perdemos confianza en
la movilidad de ese miembro. Y aún más. Se robustezca. Eso sin duda ya es un
gran avance. Un miembro fracturado que ha sido restablecido y afianzado ahora
tiene fuerza, está robusto. Y aún más: consolidado, esto es, un miembro fuerte
que persevera su robustez con el tiempo.
Pues bien. Las pruebas vividas en la fe, el
sufrimiento vivido en la humildad y la oración confiada, el descansar las
preocupaciones en el Señor, nos hará más fuertes y consolidados en su gracia.
San Pedro no desea otra cosa que sostener a los cristianos en medio de las
tribulaciones y tormentas que golpean el cestillo de la Iglesia. En concreto,
las incipientes persecuciones. El ser perseguido es una de las causas de
abandonar la fe y dejar de perseverar. Recordad la parábola del sembrador: “Lo
sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta
enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene
una dificultad o persecución por la palabra, enseguida
sucumbe” (Mateo 13, 20-21). Pero “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la
tribulación?, ¿la angustia?,¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la
desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; como está escrito: Por tu causa nos
degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza. Pero en todo esto
vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado” (Romanos 8, 35-37).
Jesús, vuestro párroco
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