“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (117)
La generación del Diluvio 4.
La soberbia
Queridos hermanos:
Los hombres de la generación de Noé eran llamados hijos de Dios, gigantes (nefilim), héroes, hombres valientes, varones renombrados (gibborim). Y por eso mismo engreídos, separados de Dios, autosuficientes.
Una de las causas de la soberbia es no necesitar de Dios. Eso es la soberbia.
En el Génesis se dice que el primero en invocar el nombre de Yahveh tras el pecado fue el nieto de Adán, Enós: “Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo y lo llamó Set, pues dijo: «Dios me ha dado otro descendiente en lugar de Abel, asesinado por Caín». A Set le nació también un hijo, que se llamó Enós. Éste fue el primero en invocar el nombre del Señor” (Génesis 4, 25-26).
El soberbio cree poseer por sí mismo los dones que ha recibido, presume de no necesitar a Dios ni a nadie, se basta a sí mismo, se apoya en sus fuerzas, como dice el salmo: «Mirad al valiente que no puso en Dios su apoyo, confió en sus muchas riquezas, se insolentó en sus crímenes» (cf Salmo 52 (51, 9).
El humilde, en cambio, no se apoya en sus fuerzas, sino que invoca el nombre de Dios. Y a nosotros se nos ha dado un nombre que invocar, “un Nombre que todo lo contiene”, “que contiene la presencia que significa”: "Jesús", "YHVH salva" (cf Mt 1, 21). Decir "Jesús" es invocarlo desde nuestro propio corazón. Jesús es el resucitado, y cualquiera que invoque su Nombre acoge al Hijo de Dios que le amó y se entregó por él (cf Romanos 10, 13; Hechos de los apóstoles 2, 21; 3, 15-16; Gálatas 2, 20). (cf. Catecismo de la Iglesia Católica nº 2666).
Una de las causas de la degeneración de la generación de Noé fue la falta de oración, la falta de invocar el nombre del Señor.
Jesús, vuestro párroco
No hay comentarios:
Publicar un comentario