14 de julio de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 114.

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (114)

La generación del Diluvio 1 

 

Queridos hermanos: 

 

Las siguientes migajas son un poco fuertes. No pretenden meter miedo. Más bien suscitar la esperanza de la conversión y la vida de piedad, pues el Señor “no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión.” (2 Pedro 3,9). Al final veremos que tanto la primera como la segunda carta de San Pedro, que es muy dura, tiene de fondo, entre otras cosas, a la generación del diluvio.

 

La generación del Diluvio desapareció bajo las aguas. Los coetáneos de Noé perecieron en el Diluvio. ¿Cómo era esa generación? ¿Qué pecados cometieron que merecieran ser suprimidos de la faz de la tierra? (Ver Génesis 6,1-7).

 

Esa generación es descrita con cualidades extraordinarias: son llamados hijos de Dios, gigantes (nefilim), héroes, hombres valientes, varones renombrados (gibborim).

 

Pero al mismo tiempo aparece en su corazón la inclinación al mal: “era mucha la malicia del hombre en la tierra”, “toda la traza de los pensamientos de su corazón era de continuo solo mal” (Génesis 6,5).

Esta mala inclinación encuentra tres grandes expresiones. Veamos la primera.

 

En primer lugar, dejarse llevar por sus deseos sexuales hacia las hijas de los hombres “procurándose esposas de entre todas las que les placieron”. Es decir, dan preferencia a la concupiscencia de la carne (cf. Gálatas 5, 19-21). Dicen los rabinos que esos pecados hacen referencia al abuso de las mujeres y al exceso en el alcohol. Siendo reyes, con cualidades tan extraordinarias, se empaparon de alcohol e indecencia (ver Proverbios 31,3-4 y Levítico 10,9). También la sodomía, la prostitución, la zoofilia (es decir, las relaciones entre hombre y animales, cf. Levítico 18,1-3 y 23). (Ver Levítico 18, 24-30).

 

Según los rabinos, la generación de antes del Diluvio tenía la costumbre de tener dos esposas. Una para procrear y otra para divertirse. A la primera se la tenía como una viuda, (es decir, no tenían relaciones con ella para no tener hijos), a la segunda como una prostituta, a la que se daba una bebida para que quedara estéril.

 

Esto aparece también reflejado en los contemporáneos de Lot y Abraham, en Sodoma y Gomorra, que fueron abrasados por el fuego (Ver Génesis 18-19). En Lucas 17, 23-29 se relacionan precisamente estas dos generaciones que fueron destruidas, una por el agua y otra por el fuego.

 

(Cf. Lorena Miralles Maciá. La generación del diluvio según la descripción del Midrás Levítico Rabbá. Sefarad. Vol. 67:2, julio-diciembre 2007).

 

Jesús, vuestro párroco

 

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