“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (126)
Ante la
incipiente persecución obrar el bien
Primera carta
de San Pedro (5)
Queridos
hermanos:
Cuando el
Señor nos llamó emprendió con nosotros un camino de salida del mundo. De estar
en el mundo. Pero sin ser del mundo (ver Juan 15,19). Pues somos ciudadanos del
cielo (ver Filipenses 3,20).
Y esto
conlleva a un cierto odio del mundo hacia los discípulos de Jesús anunciado por
él (Juan 15, 18-19). Pero el cristiano, tratado como un malhechor, se convierte
en ocasión de gracia para ése que insulta o calumnia. En primer lugar la buena
conducta empleada hace callar la boca al que calumnia (1 Pedro 2,15). En
segundo lugar permite dar razón de la esperanza con dulzura y respeto a quien
vive sin esperanza (3,15-16). En tercer lugar llena de confusión a quien nos
trata mal y a su vez recibe el bien (3, 16). Y en cuarto lugar, cuando venga
Jesucristo, el calumniador dará gloria a Dios por esa conducta ejemplar
calumniada (2,12). Pues esta es la voluntad de Dios, que obrando el bien tapéis
la boca a los ignorantes insensatos (2,15).
Es decir, que
el hacer el bien, incluso ante la calumnia o la persecución, tiene efectos en
la vida presente y futura. Si haciendo el bien, encima, uno sufre persecución,
calumnias, insultos, esto es bella cosa ante Dios (2,19-20), pues hemos sido
llamados para parecernos a Jesucristo: “Pues para esto habéis sido llamados,
porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que
sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él
no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas;
sino que se entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su
cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la
justicia. Con sus heridas fuisteis curados. Pues andabais errantes [como Caín]
como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras
almas” (2, 21-25).
Dichosos si
sufrimos a causa de la justicia (3,14). Más vale padecer por obrar el bien que
por obrar el mal (3,17). Cuando San Pedro escribe insinúa una leve persecución
contra los cristianos. La persecución se recrudecerá y llegará a haber durante
el Imperio Romano hasta diez persecuciones, algunas de una crudeza espantosa,
con testimonios admirables de los mártires. Mirando a Cristo, pareciéndonos a
Él, perseveremos, pues vendrán más persecuciones. Hasta el final así será (ver
Mateo 10, 16-22).
Jesús,
vuestro párroco
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