“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (122)
Reprobado, como en tiempos de Noé
Primera carta de San Pedro (1)
Queridos hermanos:
Estamos como en los tiempos de Noé. Pero con la ventaja de saber lo que ocurrió en los tiempos de Noé. Noé fue heraldo de la justicia y fue rechazado. Y vino el Diluvio. Los tiempos de Jesús fueron como los tiempos de Noé. Jesús anunció la Buena Noticia y fue reprobado, rechazado como cacharro inútil. Oigamos a Jesús en el Evangelio de San Lucas: “así será el Hijo del hombre en su día. Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación. Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.” (Lucas 17, 25-27).
Todas las migajas, todas las meditaciones sobre Noé conducen a una invitación que hace San Pedro en su primera y segunda carta con las que concluiremos las migajas.
Seas Sem o seas Cam, si llamas Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo (ver 1 Pedro 1, 17-19).
Al acoger la Buena Noticia, -la Palabra de Dios viva y permanente-, has sido purificado, has sido regenerado, has nacido de nuevo por medio de un germen incorruptible (1 Pedro 1, 22-25); por medio de la Palabra de Dios has nacido para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros (ver 1 Pedro 1,3-4). Esa nueva creación nos lleva a participar en el mismo ser de Dios que es la santidad. Por eso “lo mismo que es santo el que os llamó, sed santos también vosotros en toda vuestra conducta, porque está escrito: Seréis santos, porque yo soy santo (ver 1, 15-16). Y nos lleva también a amar, a la caridad: “Ya que habéis purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad hasta amaros unos a otros como hermanos, amaos de corazón unos a otros con una entrega total” (1, 22).
San Pedro también nos invita a rechazar lo que haga peligrar esta nueva vida engendrada: “apartaos de toda maldad, de toda falsedad, hipocresía y envidia y de toda maledicencia” (2,1).
Seas Cam o seas Sem, al acercarte a Jesucristo, Piedra viva, has entrado, como piedra viva, en la construcción de un Santuario, para ejercer un sacerdocio santo, ofreciendo todo lo que vives unido a Jesucristo (cf. 1 Pedro 2,4-5). Se ha cumplido en ti lo que se dijo en la Alianza del Sinaí y que solamente escuchó Sem: Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa (1 Pedro 2,9). A ti Sem te ha sacado de las tinieblas de la soberbia y la falta de misericordia; y a ti Cam te ha sacado de las tinieblas del desorden moral en la sexualidad, la violencia, la injusticia. Y a ambos, como hermanos, os ha adquirido como pueblo compadecido para anunciar las alabanzas del Señor (cf. 1 Pedro 2, 4-10).
Sem, Cam, mostrad la belleza de estar unidos a Jesucristo por la comunión de sentimientos, la compasión, el quererse como hermanos, la misericordia, la humildad, la bendición (ver 1 Pedro 3, 8-9).
Jesús, vuestro párroco
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